Capítulo 53

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(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)

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Terry llevó a Marion a las Buenas Samaritanas después de su almuerzo en el parque. Ni qué decir que ella estaba de muy buen humor. Incluso le preguntó si quería entrar a saludar a las chicas, cuya propuesta rechazó Terry de manera cortés.

Das la mano y se toman el codo...

Sin mencionar que Candy podría estar allí también. Al pensar en ella, por un momento se preocupó, dando por hecho que Marion definitivamente hablaría. ¿Cómo reaccionaría ella cuando escuchara de su amiga que él la besó?

Sintió el beso de Marion en su mejilla y su mente volvió de regreso al auto. Sonrió. No podría volver a verla hasta el sábado, le dijo. Tenía que estar en el teatro todo el viernes, y viajar a Stratford el sábado con Sir Flower. Ella se mostró un poco disgustada, pero cuando le dijo que sería su acompañante, como le había prometido, en la fiesta de "Ángeles y Demonios", su mirada habitual de alegría volvió a su cara.

Terry finalmente se fue. Miró la hora en su reloj. Eran las 2 de la tarde. Podía dirigirse hacia donde estaba su padre. La maliciosa pregunta que le había asomado a la mente después de su visita inesperada al terminar la obra la noche anterior, todavía le quemaba, haciendo un agujero en su cerebro. Odiaría tener que mandar al infierno al director de la compañía de Shakespeare el sábado, así que tenía que averiguarlo. Incluso si eso implicaba probablemente otra discusión y confrontación difícil con su padre. Robert había estado en lo correcto, tenía que admitirlo. Le había puesto freno a su temperamento antes de entrar al bar del teatro, listo para causar un monumenal estrago, y quizás lo que habría sido el escándalo del verano. Menos mal eso no ocurrió.

Y sobre el almuerzo con Marion y esa suerte de beso que le había dado...

¿Cómo demonios hice eso?

De alguna forma aquello le había ayudado a quitarse de encima ese mal humor que arrastraba y que hubiera mantenido si no hubiera pasado nada. Su padre no le había ayudado en aquel entonces con Candy, incluso cuando había evitado comportarse como el duro hijo bastardo y le había rogado. Dudaba que alguna vez fueran a poder entenderse. Terry había intentado evitar toda su vida todo lo relacionado con su padre. Su mentalidad reprimida, anticuada, rígida e inflexible, al igual que aquella regla de madera con la que era castigado.

Pero por ahora, mientras el auto avanzaba barriendo una tras otra las millas, llevándolo a aquel lugar en donde vivió mientras crecía, solo podía pensar en Candy y en Marion. Unas horas atrás se había sentido decidido. Sus probabilidades con Candy se habían hecho cenizas. Maldita sea, no se convertiría en un monje solo por no poder tener a la chica que había amado diez años atrás. Pero habiendo dado ese paso no lo hacía sentir mejor. Por el contrario, su mente se estaba llenando gradualmente con una neblina de arrepentimiento.

Hombre estúpido, no puedes tomar una decisión.

Pisó el pedal. El aire zumbó en sus oídos. Cuanto más rápido terminara esa visita mejor. Podría después regresar a su rincón oscuro, en las entrañas del teatro, en donde sentía que había aprendido a dejar todo lo que le molestaba atrás.

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Tanto la vida de Terry como la de Christian se estaban desenvolviendo al mismo tiempo. Dos vidas similares que corrían de manera paralela, y que en otras circunstancias nunca se habrían cruzado. Una mujer había cambiado dicha dirección.

Christian había dejado a Rose, habiendo acordado darle algunos días para que definiera qué sentía. Se las arregló para ser lo suficientemente caballero, a pesar de su reacción inicial. Pero su rabia no había desaparecido. Solo había cambiado de dirección. ¿Cómo podría enojarse con Rose? Para ella, era natural sentirse confundida por la manera como aquel hombre había llegado a su vida, como si casi hubiera caído del cielo en un día despejado.

La rosa escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora