Capítulo 70

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(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)


Sábado 18 de julio de 1925

Cada decisión difícil, tomada durante la vida, conlleva

- cada vez -

un sabor particular en la boca.

Cierra tus ojos. Recuerda tal decisión, tomada en algún momento de tu vida. ¿Estás de acuerdo?

Amargo y dulce.

Amargo como las almendras amargas. Así es el sabor de romper con el pasado. Esperanzas, sueños, recuerdos, todos archivados y cerrados cuidadosamente en los rincones del corazón. Algunos eventos de los recuerdos del pasado pesan mucho, y el cuerpo se tensa e incluso duele, hasta que una respiración profunda puede llevar la mente a la superficie del presente.

Christian se había vuelto inquieto, ansioso de que todo terminara. Y el sabor amargo, que se le había quedado en la boca, no le había gustado. Recordándole lo que estaba dejando atrás. Extrañaba a Rose. Extrañaba todo de ella. Cuando él estaba a su lado, y todo parecía posible. La última vez que la vio estaba entrando en ese tren, con Terry tras de ella. Era sólo sábado ese día, pero bien podría haber transcurrido toda una vida y aquella noche del miércoles realmente se sentía muy lejana. Aunque no se había arrepentido. Había logrado enviarla lo más lejos posible, junto al hombre que habría dado su vida por ella. Estaba seguro de eso. Y ella amaba a ese hombre. Darse cuenta no fue una píldora fácil de tragar para Christian, pero cuando admitió la verdad, que era evidente incluso antes de que Terry apareciera, supo que al dejarla ir, había hecho lo correcto.

El amanecer lo había encontrado con los ojos abiertos. Cuando pudo sentir el calor del nuevo día en sus brazos, donde la luz del sol lo golpeaba, se levantó. Se lavó de la cintura para arriba con el agua del barril que mantenía fuera de la cabaña. Estaba lo suficientemente fría como para despertar cada célula de su cuerpo. Anhelaba tener un tiempo a solas, para dejar descansar su mente y tranquilizarse. Se vistió y miró dentro del dormitorio, el tiempo suficiente, para asegurarse de que Alice estaba durmiendo; dejó un breve mensaje en la mesa de la cocina para hacerle saber que no había desaparecido y salió con su bolso al hombro. Lo llevaba a todas partes. Nunca estaba demasiado lejos de sus materiales de dibujo.

Caminó un poco y se detuvo una vez que encontró un lugar lo suficientemente bueno cerca, de la orilla del río, pero no demasiado cerca para que se viera que estaba allí. No es que esperara a nadie, pero dadas las circunstancias, se sentía obligado a mirar por encima del hombro en todo momento.

Aún no había decidido el día en que el Cuervo irrumpiría en la mansión Grandchester. Tenía por delante poco menos de dos semanas. Casi una semana incluso, si tomaba en cuenta la visita a la casa del duque que tenía prevista para el lunes, con el pretexto de buscar posibles lugares para pintar a la dama de la casa.

Para hacerlo, tendría que consultar con MacDonald. También le había pedido que le encontrara un hombre que se hiciera pasar por el empleado de una joyería que iría a limpiar las joyas de Grandchester. Esperaba que hubiera encontrado a alguien que jugara ese papel. A decir verdad, Christian también tenía curiosidad por ver esas preciosas joyas. Como ya conocía bastantes de ellas, los tesoros que el Duque había mantenido ocultos habían despertado su interés hacía mucho tiempo.

Con Rose en su vida, había decidido dejar atrás al Cuervo pero... la mansión Grandchester... habría sido un mentiroso si negara que no había pensado o deseado siquiera entrar en ese lugar.

Es posible que Richard Grandchester hubiera actuado como un hombre compasivo y comprensivo cuando lo visitó aquella tarde, no hacía mucho tiempo atrás. De hecho, al Duque no le faltaban dotes interpretativas - mientras Christian pensaba en Terry - su distanciado hijo que ni siquiera llevaba su apellido -

La rosa escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora