Capítulo 37

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(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)


Ella miró su reflejo en su espejo compacto y pasó su dedo anular por los bordes del pintalabios de su labio inferior, asegurando que se vieran perfectos. ¡Demonios! Si ella fuera un hombre, seguro querría besarla. Alisó la falda ajustada del vestido y le pagó al conductor la tarifa del taxi. A pesar de la aparente vanidad de la situación, había una razón por la cual había tomado un especial cuidado en su apariencia. A pesar de que no había dormido y sentía una agitación interna, era fácil para ella "encender" los encantos por los cuales era bien conocida.

Sus tacones sonaban en la calle asfaltada. Respiró hondo. La mujer que tocaba a la puerta no tenía nada en común con aquella empapada hasta los huesos y ojos ansiosos que brillaban en la oscuridad unas pocas horas antes.

La Reina de los Cuarenta ladrones había llegado.

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Él se estaba perdiendo. Si los sentimientos cuentan cuando estás a las puertas de la muerte.

Una vez que la puerta se abrió fue empujado hacia dentro con una fuerza que no había experimentado antes. Pero sus pies estaban enraizados en la negra tierra. Todos los recuerdos de su vida volaron violentamente alrededor suyo, uno por uno siendo absorbidos hacia ese punto oscuro que se había abierto delante.

Cada sentimiento que él había tenido, sus padres, la gente que él había amado, los que había odiado, las mujeres que había deseado, las esperanzas que había tenido, una por una estaban siendo borradas hasta que no quedó nada en su interior. Pero sus pies permanecían firmemente en el suelo.

La desolación detrás de esa puerta había empezado a infectar todo alrededor de él. Giró sus ojos hacia arriba. El cielo se oscurecía y se aplastaba sobre él. Un cuervo solitario voló, haciendo amplios círculos alrededor suyo. Sus ojos se encontraron. Sus piernas temblaron. Sintió que se desintegraría transformándose en polvo. La fuerza se hizo más fuerte.

En ese momento estaba listo para dejarse ir, pero había un rayo de luz tan brillante, que te haría creer que el sol había descendido sobre la tierra, cortando las gruesas nubes. Golpeó el suelo y el viento empezó amainar hasta que ya no tuvo que luchar contra él. El cansancio, tan pesado y telúrico se esparció desde sus dedos de los pies hasta los de sus manos y las raíces de su cabello, pensó que su interior se había convertido en piedra.

En ese momento fue cuando escuchó la voz de ella llamándolo. Llegó muy profundo en su alma. El calor empezó a esparcirse por su cuerpo. Abrió sus ojos.

Hola... ella lo saludó con una voz suave y con todo el alivio en la respiración que había abandonado desde sus pulmones. El verde en sus ojos cargaba la luz de un nuevo día.

Tomó sus dedos en sus manos. Se sentía muy cálida contra su fría piel. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios.

"No es necesario preguntarte cómo te sientes", comentó Terry cuando se encontraron sus ojos, "pero estamos contentos porque hayas regresado a la tierra de los vivos..."

"Y parece ser que no nos podemos escapar de ti". Cortó a Terry antes de que pudiera decir algo más.

Candy jadeó. Levantó su voz incrédula por el comentario sarcástico de Christian.

"¡Christian!"

A pesar del rudo comentario que claramente había tomado a Candy por sorpresa, los ojos de Terry cuando se encontraron con los de Christian no revelaron nada. Al contrario, se giró hacia ella. "Los dejaré a ambos tranquilos", dijo con una voz firme y sin perder un momento más abandonó la habitación.

La rosa escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora