Capítulo 4

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(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)

Se bajaron en Chelsea, el vecindario de Christian. Parecía que había pasado una eternidad desde el momento en que ella había entrado al pub en Shoreditch.

"Tú no me has dicho tu nombre...", Christian habló primero, rompiendo el silencio entre ellos, mientras se alejaban de la parada de bus.

Se detuvieron y ella lo observó. Una inesperada sensación de familiaridad se apoderó de sus sentidos por un par de segundos, lo que la tomó por sorpresa.

"¡Oh, estás absolutamente en lo cierto! ¡Qué grosera de mi parte!, exclamó con una sonrisa.

"Soy Rose... Rose White".

Candy mintió sobre su nombre. Había mentido desde que llegó a Londres. Con la muerte de Albert quería renunciar a todo. Incluso a su propio nombre, el cuál en sus momentos más oscuros pensó que estaba maldito. Con un destino que la hacía perder a todos los que amaba. Así como Albert y el gran abuelo William. Ella lo había decidido en el momento en que puso sus pies en suelo británico. Como su hermano y su guardián, ella viviría otra vida aquí, bajo otro nombre. La de Rose White. La famosa empresa Ardley no necesitaba saberlo. Su querido George, quien se había convertido en una figura paternal para ella, junto con Archie, quien se hacía cargo de manejar el patrimonio de la familia. Ella contaba con un apreciable capital para manejarlo a su antojo. No quería mucho para ella. Mantenía el Hogar de Pony a salvo y seguro, algunas veces ella invertía bajo la supervisión de George, para ayudar a otras obras de caridad, hospitales y orfanatos. Tratando de dividir el dinero lo más que podía. Ciertamente, solo gastarlo no le daría felicidad, pero gastarlo generando seguridad, para que la gente dejara de preocuparse por el futuro... esa era la meta por la cual luchaba.

Ella le dio su mano, sintiendo sus largos y fríos dedos envolviéndola, con un apretón de manos fuerte, sus ojos todavía fijos en los de ella, sacándola de sus pensamientos.

"Encantado finalmente de conocerte Rose", le dijo.

Por el tipo de edificio en donde estaba su apartamento, y los otros edificios de la cercanía, el vecindario parecía ser de un estrato acomodado. El aire se sentía húmedo y denso, cuando se detuvieron fuera de la puerta. En la quietud de la noche, ella se sintió repentinamente vacilante. No conocía a este hombre, incluso, si había llegado para rescatarla de ese acto irresponsable que había cometido. No era ese uno de los consejos que la señorita Pony le había dado, ¿de nunca entrar en casas de personas extrañas?, Christian sintió su reticencia.

"Puedo traer lo que necesitas aquí, si tú quieres...", escuchó su voz.

"Pero créeme, si quisiera seducirte, habría formas más fáciles de hacerlo", agregó.

Ella no dijo nada, pero buscó en su mirada. La luz de la Luna se había sumergido en sus ojos.

"Está bien, está bien, sí..." exhaló, alejando sus dudas, y sacudiendo el dorso de la mano en el aire, como empujándolas hacia atrás.

Enderezó su cuerpo, sus ojos se posaron sobre los de él, y le dio su mejor sonrisa.

"Usted tiene razón señor Blake. Por favor siga adelante, para que pueda terminar mi búsqueda", agregó, mientras subían las escaleras.

Su apartamento estaba en el primer piso. Él abrió la puerta y se hizo a un lado. Candy entró primero y él la siguió, prendiendo la luz principal de la habitación a la que ingresaron. Era una gran habitación rectangular, que parecía servir como cocina, sala de estar, y estudio de pintor, todo al mismo tiempo. Había lienzos sin pintar, un ramillete de pinceles metidos en un jarrón de vidrio, y tubos de pintura esparcidos por todas partes. Un par de pinturas a medio terminar descansaban en la pared lateral, mientras que algunas paletas con pintura seca, extendida, estaban tiradas sobre el piso de madera, manchado también con pintura. A su derecha, una gran alfombra persa con formas intrincadas colgaba de la pared, aledaña a una gran mesa cubierta con dibujos sobre papel y vasos a medio llenar de vino. A su izquierda había un amplio sofá de terciopelo rojo intenso, tallado al estilo de Luis XV, ubicado en el centro de la sala, que tenía la involuntaria función de separar la cocina del resto de la habitación. Candy se movió en la habitación con pasos silenciosos. El área de la cocina estaba igual de desordenada, con platos sucios acumulados en el fregadero. Una olla olvidada en la cocina, migas de pan esparcidas en el pequeño banquillo. Ella se detuvo y se giró hacia Christian.

La rosa escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora