Capítulo 57 (Ángeles y demonios)

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(traducido al español por las queridas Anneth y Nuria)

Christian llegó tarde a la mansión de los Perkins. Aunque él era aficionado a los eventos sociales y frecuentaba muchas de esas fiestas organizadas por los " Jóvenes Brillantes", en donde enfiestarse hasta el punto de actuar de manera alocada era casi obligatorio (de lo contrario te arriesgabas a ser catalogado como aburrido y ser excluido del círculo más interno). En realidad le agradaban más las reuniones pequeñas y más íntimas.

Aquella noche en particular se sentía agradecido por la fiesta. Podría dejar de pensar en todo lo que ocupaba su mente últimamente. Sabía que habría drogas y licor sin restricción, lo que le ayudarían con ese propósito.

Dado que era uno de los que llegaba más tarde, se encontró con un alto grado de intoxicación en casi todos los que estaban allí. Las expresiones faciales eran más pronunciadas, inclusive cómicas. Los invitados estaban en un flujo constante, moviéndose entre los salones, y muchos de ellos estaban bailando.

Sus mirada buscaba a Rose. No la podía ver en el salón de baile. Y no es que fuera fácil encontrarla, si es que estuviera allí. Un par de manos cubrió sus ojos. Por un instante su corazón saltó hasta su boca. Estaba al límite. Necesitaba relajarse. Tocó aquellas manos. Su piel era suave y los dedos eran largos y delgados, adornados con anillos. Sonrió.

"Es la encarnación del demonio." Adivinó.

Escuchó su estruendosa sonrisa. Ella descubrió los ojos de él y lo abrazó desde atrás.

"Soy Audrey, tonto."

"Bastante cerca." Le respondió él y se giró para mirarla. "Te ves esplendorosa como siempre."

"Ni lo digas. Me veía mejor cuando me tenías en tu cama." Ella le hizo un guiño y se lamió los labios.

Sabe Dios lo que había consumido ya

"Y entonces dejé de ser bueno para ti por lo que recuerdo." Le recordó Christian.

Un tiempo atrás, Christian había perdido la cabeza por aquella mujer que tenía frente a él. Habiendo regresado de Paris, siendo una cara nueva, lista para dejar su huella, ella era la que lo había recibido como pintor y como hombre. Por un tiempo fueron inseparables. Su estilo de vida de fiestas interminables, llenas de drogas, hizo que su arte se viera afectado. La mitad del tiempo no tenía energía para levantar sus pinceles y la otra mitad estaba demasiado intoxicado para hacerlo.

La había amado. Realmente pensaba eso en aquellos tiempos. Enamorado de la forma como ella bebía de la vida hasta la última gota. Salir con Audrey podía ser intoxicante, casi tanto como hasta desfallecer. Llegó hasta el punto de sufrir, pero lo ignoró. Los dos lo hicieron. Audrey se estaba descarrilando y lo mismo él. Hasta que los padres de ella intervinieron. La enviaron a Gales con una tía por todo un año. No solo eso. Le prohibieron cualquier contacto con Christian. Por supuesto para ellos Christian era una amistad desconocida, sin conocer a sus verdaderos padres. ¿Quién sabía cuáles eran sus verdaderas inclinaciones? Lo que habían observado era que él era un joven que se dirigía hacia la destrucción. Deseosos de eliminar cualquiera mala influencia de la vida de Audrey y mientras la enviaron lejos, lo visitaron en su hogar. En pocas palabras le dijeron que él no era alguien con quien desearan que su hija tuviera una relación.

En el mismo mes llegó la carta de Audrey, diciéndole lo mismo. Ellos no eran compatibles. Ella lo amaba pero sus padres le habían dado una oportunidad para que siguiera el camino recto y con él eso era imposible.

Aquella noche nació el Cuervo.

"Agua pasada, querido." Le respondió ella con una sonrisa.

Audrey no había dejado de desearlo. Una parte en ella aún estaba enamorada. El hada madrina de Rose también tenía un ulterior motivo. Su amiga podría encontrar la felicidad con su sexy ex novio y ella quizás podría volver a ser más que una amiga con Christian...

La rosa escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora