CAPITULO 7

655 58 29
                                    

CONWAY

¡Maldita sea! Como se le ocurre a unos de mis agentes hacerle eso a Lucía y lo peor que ella no lo quería contar, me ardía la sangre de pensarlo, camine por todas las salas buscando a ese maldito, no encontraba por ningún lado y tenía mi porra en la mano, entre a una sala del segundo piso y hay estaba

–¡HIJO DE PERRA! – le di un golpe en la espalda con la porra– COMO SE TE OCURRE HACERLE ESO A UNA CIVIL– grité

–Yo no he hecho nada debe estar mintiendo – dijo tapándose la cabeza

–¿Así capullo? Y si veo las cámaras también será mentira–cuestione

–Señor le juro que yo no hice nada, ella está mintiendo y además esta borracha – lloriqueo

–¿Te gusta mentirme en mi cara capullo? –volví a darle otro golpe– no quiero verte más en esta comisaria, en mi comisaria, mañana hacemos los papeles para que te retires, y agradece que no meto cargos o te encierro para siempre en maldita celda y ni siquiera te le cruce por la cabeza acercarte a ella otra vez por que hay no sales vivo

LUCIA

Tuve que subir como pude las escalares de la comisaria, entre que todo me da vueltas y que no veo los escalones bien, al llegar a la sala de espera vi a Claudio y Manuel, me estaban esperando.

–Hola chicoss– lente mi mano saludándolos alegremente

–Ángel, ¿estás bien? ¿Qué te dijo Conway? – se acercó rápidamente a mí y tomo mi cara entre sus manos

–No me dijo nada, ósea si que tenía que esperarlo aquí y que ustedes se fueran

–No nos vamos a hasta que termines de hablar con él– respondió Manuel

Torcí mi boca, me solté del agarre de Claudio y me senté me dolían mis pies– mañana tienen que trabajar y levantarse temprano, así que shu shu– agite mis manos hacía a la puerta, como señal para que se marcharan – yo me quedo aquí y después pido un taxi

–Estas borracha mírate– dijo apuntando como estaba sentada–vomitaras en cualquier momento, no podemos dejarte aquí y menos con ese desquiciado

–Que pesados, ya les dije me quedare aquí– me queje

Después de discutir bastante y demostrar que no estaba tan borracha como pensaban decidieron irse, pero con la condición de llamarme casa quince minutos por si me pasaba algo, se fueron y me quedé sentada no tuve que ponerme este vestido, aunque era hermoso y me encantaba, me cerré la chaqueta y mientras esperaba al superintendente jugaba con mi pelo, ¿Por qué se demoraba tanto? Después de esperarlo bastante tiempo salió por la puerta y me quede mirando fijamente, se notaba que está enojado, desprendía rabia de su ser

–¿Para qué me necesitaba Super?

–Superintendente para ti pequeña, toma tu cartera y sígueme– ordeno

Me pare como pude de la silla, y camine detrás de él, oh mi perdición más escaleras, me tome de la barandilla bajando lentamente, ponerme tacones la peor decisión de la noche, cada paso que daba lo hacía con cuidado, de repente una mano tomo mi cintura, podía sentir el calor de su toque el superintendente estaba al lado mío ayudándome a bajar, lo mire y el solo miraba el suelo, hasta que baje completamente las escaleras pensé que soltaría mi cintura pero no lo hizo, me llevo hasta su coche tomada así, estaba tan cerca de mí que no se si me tiritan las piernas por él o por el alcohol.

Llegamos al coche, me ayudó a sentarme en el asiento del copiloto y tomo el cinturón de seguridad y me lo coloco, me acomode en el asiento cerro la puerta, paso por delante del vehículo y se subió.

Solo dime lo que sientes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora