CAPITULO 13

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–Quédate– le pedí

No me respondió, apretó sus labios y se levanto de la cama, caminado hacía la puerta

–Ponte algo cómodo Lucía– dijo antes de cerrar la puerta de la habitación

Suspire, seque mis lagrima me levante buscando entre mis cajones mi pijama, me desvestí y me lo coloque lentamente, me mire en el espejo lucía demacrada, te abriste con una persona que ni conoces Lucía.

Hablaste demás

Tomé mi cepillo para poder peinarme un poco, debe haberse ido, salí de la habitación apoyándome en el marco de la puerta al ver a la sala de estar estaba parado mirando por la ventana, me sorprendí al verlo, considere que se iría a su coche rápidamente.

–Gracias por ayudarme– dije tímidamente

Se volteo a verme y camino hacía mí sus pasos eran seguros y su mirada era penetrante –¿te sientes mejor? – asentí rápidamente

Cada vez se acercaba más, quedo justo a delante de mí levante mi mirada juntándola con la suya, nos quedamos mirando por algunos segundos, hasta que tomo uno de mis hombros girándome y arrastrándome hasta la cama, paro hay y me volvió a girar quedando mi visión en su pecho, estaba tan cerca de él que podía sentir su aroma.

–Acuéstate, necesitas descansar

Le hice caso, dándole la espalda nuevamente abrí la cama estirando las mantas hacía atrás y entrando a la cama, él quedo mirándome de una forma que no podía describir, parecía una niña pequeña, me moví el otro extremo de la cama y dándole palmaditas para que se sentara, sentí que lo analizo un momento y lo hizo, estaba arriba.

Me acomode quedando volviéndome hacia su lado, él estaba recostado con sus brazos cruzados miraba la habitación con cautela, yo lo observaba a él, sus grandes brazos resaltaban con su camisa blanca y sus pantalones de tela igual.

Me comencé a sentir cansada, ni siquiera sabía qué hora era mis ojos comenzaron a pesar y los cerré acomodándome en posición fetal, sentí como las mantas se acomodaban arriba mío.

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La luz entraba por la ventana, me moví en mi cama estirándome, pero recordé a superintendente me sobresalte, sentándome en la cama, pero no había nadie estaba sola, salí del cuarto revisando la sala de estar, tampoco nada pase por la otra habitación y no se encontraba nadie, estaba completamente sola.

Busque mi celular para poder ver la hora, lo busque en mi escritorio al revisar eran las nueve de la mañana, ¡Maldición! Me había quedado dormida busqué rápidamente que ropa ponerme, sacándome el pijama y tirándolo arriba de la cama, por mientras que marcaba un taxi, me vestí rápidamente yendo al baño para poder lavar mi cara y poder peinarme rápidamente. Buscaba mi cartera, mis llaves cuando sentía una bocina abajo, agarre todo y baje apresurada las escaleras, camine hasta el coche subiéndome e indicándole la dirección. Cuando llegue me baje rápidamente, corrí hasta llegar a los vestidores y ponerme mi uniforme.

Cuando acaba de colocarme mi vestimenta, unas manos pasaron por mi cintura atrayéndome hacía atrás, me sobresalte girándome mi cabeza rápidamente, por mi suerte era Claudio

–¿Me quieres matar verdad? – pregunte llegándome mi mano en mi pecho

Se rio y me volvió a abrazar– te vi corriendo por el hospital Ángel, no quería asustarte ¿Qué sucedió por qué llegaste tan tarde? – consulto, mientras me movía de lado a lado y apoyo su cabeza en mi hombro

–Me quede dormida– explique– pero tengo que contarte algo

–Yo también tengo que decirte algo

Solo dime lo que sientes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora