CAPITULO 11

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Me senté en la mesa frente a la ventana, saque las cosas de mi lonchera para poder comer tranquila, aunque las palabras del superintendente rodaban por mi mente No pienses que soy como dicen los demás quizás nadie se había dado el tiempo de conocerlo y nos habíamos quedado con la solida cascara que mostraba siempre.

No sabía que hacer para conocerlo mejor, era serio y nunca se abría a los demás siempre eran insultos y golpes, pero se que podía a ver una forma de llegar a él y tenía que pensar en como hacerlo. El ruido de la silla moviéndose me saco de mi trance Manuel y Claudio llegaron a la mesa, se sentaron en frente mío.

–Estoy cansadísimo– dijo Manuel recostando su cabeza en la mesa

–¿Día difícil? – consulte

–Ni te imaginas, roban esta ciudad de una manera increíble

–Sí tu crees que eso es duro imagínate que mi Ángel tiene que aguantar al superintendente– dijo Claudio burlándose

Manuel levantó su cabeza y me miro confundido – ¿Otra vez él?

–Sí, vino por que una bala le roso en la parte del abdomen – explique mientras comía mi almuerzo

–Que sensible anda, antes no se dejaba tocar por nada – expreso Claudio

–Te acuerdas cuando tenía una herida gravísima, le consultamos y nos pegó con la porra– contesto Manuel

–Oh sí, si cuando en el asalto del bar nos regaño por que llegamos tarde – respondió el otro

–Sí es todo un caso

La conversación de ellos continúo hablando de sus experiencias con el superintendente y como siempre termina en un golpe ¿Pero por qué siempre golpeaba a todos? Era extraño, todo le enojaba al parecer, quería entender el hacer de sus actos era un hombre violento eso no había duda.

–¿Por qué golpeara a todos? – Pregunte de manera tímida, los dos giraron a verme

–Esta jodido– respondieron los dos al unísono

–Está enfermo Lucía, se cree superior a todos los demás, es grosero con todos hasta con los que trabaja, no es persona de fiar realmente– dijo uno de ellos de manera insultante – es una mierda de persona, no vale la pena.

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Caminaba por las calles, lentamente mientras observaba caer las ultimas hojas de los árboles, todo era cambio y ahora yo iba a tener uno.

Al subir los últimos peldaños de las escaleras, me pare un momento antes de entrar, hoy iba a ser el último día que al entrar iban a estar mi hermana y mi sobrina ahí esperándome como siempre, mi corazón se escogió, debería aceptarlo. Abrí la puerta y se encontraba disperso por todos lados las cajas de la mudanza, algunas arriba de los sillones en el suelo, cerré la puerta detrás de mí deje mi bolso en el perchero junto a mi abrigo, camine por el lugar y solo di un suspiro, me gire y vi a mi hermana en la cocina preparando algo.

–Hola

–Hola Lu, estaba preparando emparedados de mermelada– dijo con una sonrisa

–¿Tienes todo listo para mañana? – dije apoyándome en una de las cajas

–Sí solo me queda el bolso de Matilda y todo quedara listo

–Me alegro– dije con una sonrisa pequeña– voy al baño

Me consumí en la tina, dejando que mis pensamientos flotaran como nubes todo podía pasar y uno no darse cuenta, quizás era el miedo de que se fueran y yo no tener a nadie me asustaba, pero ya tenía veinticuatro años, debía formar mi vida y ser independiente.

Solo dime lo que sientes ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora