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Hope no dejaba de analizar a esa curiosa Omega quien comía lentamente sin apartar su mirada del caldo de gallina. Lucía torpe pero linda, aunque parecía que ocultaba algo que carcomía sus pensamientos. Sintió pena por un momento. Sin embargo, debía sacarle información, ese era su deber.

—Lo siento, pero no entiendo —le dijo—. Ignorando que te ayudó, le temes demasiado. ¿Por qué sigues trabajando para ella?

—Sé más cosas de las que debería —susurró—. Digamos que este sector es uno de los más importantes, así que he visto más de lo que Kitty desearía. Además, confía en mí.

Esa fue la gota que reventó el vaso. Por un lado, Hope intentaba ser empático con la Omega, ponerse en su lugar. Sin embargo, no podía, eso no cuadraba en su pensamiento. ¿Cómo era posible aguantar tanto por alguien que no valía la pena? ¿Por qué proteger a alguien que te hace daño?

—¡Mira cómo estás! —exclamó en voz baja al notar que Brittany temblaba mientras hablaba— Lo siento, pero no puedo aceptar esto. No mereces sufrir así... Nadie lo merece.

—¿Por qué trabajas para Kitty si no te agradan sus métodos? —Alzó una ceja para ocultar su nerviosismo— ¿Qué planeas?

—No te lo puedo decir.

—¿Planeas algo en su contra?

Hope suspiró, liberando el estrés que comenzaba a acumularse en su pecho. Había soltado de más, había sido imprudente. Podría estar enredándose en las garras de Kitty sin darse cuenta. Después de todo, Brittany trabajaba para esa felina sanguinaria.

—Quiero ayudarte, Brittany  —le dijo luego de meditar unos segundos.

—¿Cómo?

—¿Confías en mí? —Sujetó su mano derecha mirándola a los ojos. La necesitaba de su lado, podría ser una testigo clave, tan solo debía convencerla.

—Recién te conozco —contestó—, ¿por qué confiaría en ti?

—Porque así podrás ser libre… para siempre.

—Lo voy a pensar. —Alejó su mano algo incómoda.

Por algún motivo, su corazón se aceleró como si quisiera volar. Era una sensación que no sentía hace mucho. Por eso, quería confiar en él a pesar de que podría salir herida, hasta muerta. No obstante, no podía traicionar a su jefa y mucho menos a ese Alfa león de mirada oscura.

Luego de pagar la cuenta, se despidieron incómodos, aunque con un leve calor en sus pechos. Habían experimentado algo que los unía inexplicablemente, mas no se atrevían a confesarlo. Ambos tenían miedo, ambos desconfiaban de lo que podría pasar. Sus posiciones no eran las adecuadas, pero esperaban poder ser honestos pronto. 

Así, cada uno se fue por su lado. Entonces, Brittany marcó rápidamente un número en su celular. Luego esperó que contestaran.

—¿Brittany? —dijo una voz desde la otra línea. Era Gucci.

—Se dirige a su departamento —informó sin emoción alguna.

—Bien. —Colgó la llamada.

Se sintió mal, muy mal. No quería traicionar a nadie, debía tanto y temía tanto. Si la situación no fuese tan complicada, tal vez estaría saltando de alegría en los brazos de ese Beta. Sin embargo, esa solo era una suposición. ¿Alguien podría amar a una prostituta? Lo dudaba, ya había sufrido suficiente por eso, aunque no borraba la idea de que Hope era diferente. Tal vez lo ayudaría, tan solo necesitaba tiempo.

...

Kitty se encontraba saboreando cierta parte de su Alfa. Movía sus labios y lengua como una experta, lamiendo lentamente y chupando la punta sin apartar su mirada de aquellos ojos oscuros y feroces. Le encantaba provocarlo, embriagarlo, usarlo. Sabía lo mucho que su presencia provocaba.

Agust no dejaba de observar esa lasciva escena. Esos labios lo estaban llevando al Cielo del placer. Eran lo suficientemente gruesos, perfectamente suaves y húmedos. Además, esos ojos tan profundos y juguetones le quitaban el aliento. Sabía que pronto llegaría al clímax y se correría en esa linda boquita.

Sujetó a Kitty del cabello para ayudarla a continuar. Luego, comenzó a penetrar esa caliente boca sin dejar de verla. Pronto acabaría, sin duda, y quería que su Omega lo tragara todo. Justamente eso pasó.

—Delicioso... —susurró la pelirrosa limpiando sus labios con falsa inocencia.

—No tanto como tú...

De repente, un Beta los interrumpió. Tocó la puerta y anunció la llegada de ciertos individuos.

—RB y su Omega, Little Prince, están aquí —dijo—. La esperan en la barra, jefa.

—¡Ya voy! —respondió Kitty levantándose del suelo. Luego, se limpió con unos pañuelos y agua del pequeño baño que se encontraba ahí. Se vistió y perfumó lista para encontrarse con los recién llegados— No olvides que cerramos todo en dos horas —se dirigió a Agust—. No quiero inconvenientes.

—No los tendrás —gruñó el Alfa. Algo no le gustaba, algo raro estaba pasando, su instinto se lo decía. Y su instinto casi nunca fallaba.

• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora