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Años atrás tan solo era una dulce adolescente. Creía que el mundo era color de rosa, que existía bondad en él, pero estaba tan equivocada. La realidad se le presentaba cada vez más violenta, más oscura, más enferma. Así, terminó perdiendo todo rayo de luz.

Su padre abusaba de ella y su madre prefería ignorarlo —siempre evitaba problemas—. De esa forma, la pequeña Queen se dio cuenta de la crueldad de las personas. Comenzó a buscar maldad en ojos ajenos, y, si no la encontraba, la dibujaba por sí misma. Prefería creer que vivía una pesadilla eterna, en la cual nunca encontraría la felicidad. Sin embargo, no imaginó que alguien se la devolvería.

Jennie llegó de repente como la típica Alfa de los cuentos de hadas. Le enseñó lo que era el amor y la amistad, lo que era la alegría. Tan solo con su sabroso olor a pastel de chocolate y helado de vainilla logró animar sus mañanas y tardes. Lamentablemente, no podía protegerla de noche, pues, cada vez que se ponía el sol, comenzaba el infierno para Queen. Por suerte, la Alfa se dio cuenta de lo que ocurría.

—Tal vez pienses que la realidad es mucho más cruel, pero no es así, es según tu percepción —le dijo esa misma tarde, justo antes de tomar cartas en el asunto.

De por sí, ella ya tenía el mundo a sus pies; tenía dinero, poder, reputación y todo lo que cualquiera deseara. No obstante, si su Omega no era feliz, nada valía la pena. Por eso, una noche, antes de que el padre de Queen entrara a su cuarto, lo mató. Se transformó en la gueparda que era y luchó contra ese tigre hasta arrancarle la cabeza. Luego, se enfrentó contra la estúpida que ignoró los abusos que sufría su hija por amor a su esposo.

—Tú me salvaste... —susurró Queen.

—Haría lo que sea por ti...

Sin embargo, cuando la joven Omega comenzó a ganar confianza y ser reconocida por su mente calculadora, su pequeño romance dio un giro inesperado. Las palabras dulces desaparecieron y la envidia se apoderó de ambas. Su relación se había vuelto una competencia interminable sobre quién tenía el poder: una nueva pesadilla. Sin embargo, llegó una pequeña pelirrosa para ponerle fin a todo.

—Tan solo debes unirte a mí —le propuso—, así tendrás todo el poder que anheles.

—Trato.

Así continúo el plan de Kitty García, a pasos lentos pero seguros. Y, ahora que había eliminado a todos los Alfas que interferían en él, estaba más que lista para dar el siguiente paso. Lamentablemente, no había calculado bien los movimientos de la Policía Secreta; en específico, los de Agust.

...

—Tengo la evidencia que nos faltaba —le dijo Agust a Hope entregando la memoria de la grabadora—. Está todo listo para que lo envíes a la PS.

—¿Cómo? ¡¿Qué hiciste?!

—Tan solo fue una charla... —Se sirvió una copa de whisky. —Un poco brusca, pero debemos hacer lo que haga falta. —Bebió el licor. —Este es nuestro trabajo.

—Es bueno que hayas abierto los ojos —respondió el Beta—. Estaba comenzando a creer que te habías enamorado...

—Oh, no te equivoques —lo interrumpió—. Kitty es mi Omega, es lo que dice mi lobo, pero tengo un compromiso con mi país, con nuestro superior y con mis padres. Es necesario que se haga justicia.

La verdad es que no se lo acababa de creer, pues sus instintos le gritaban que diera la vuelta, que no traicionara a esa felina. Sin embargo, su lado racional no se lo permitía. No podía estar con una criminal; además, tal vez solo estaba extra sensible por la venidera temporada de lobos. Durante esta, la Luna se tornaba rojiza y todos los licántropos se volvían aún más fértiles que durante la luna llena.

—Haces bien —dijo Hope mientras abría la puerta de su oficina—. Enviaré todo de una vez. Si tenemos suerte, esta misma noche será revisado por el juez.

—Me avisas las órdenes que nos envíen. Iré a descansar antes de ir a "trabajar".

—Claro, ve.

Después de eso, Hope pudo escuchar atentamente la conversación grabada. Esta lo sorprendió, pues varias de sus sospechas iniciaban a cuadrar, aunque el tema del aroma de Kitty seguía siendo un misterio. No obstante, eso podría ser investigado después, ya que las evidencias eran suficientes como para sentenciarla a muerte. Ahí podría usar la misma estrategia que se aplicó con Ivana Palomino: ofrecerle perdón a cambio de información. ¡Qué pena que Kitty no fuese tan estúpida! Tendría que usar otros trucos.

Sin embargo, podría pensar en eso después. Debía enviar su informe de una vez. Esa noche Kitty sería juzgada y sentenciada en un tribunal, a pesar de que no tuviera idea alguna de eso. Además, dentro de dos días sería la temporada de lobos, por lo que la captura tendría que ser después de esta.

Tan solo tres días más, tic tac, tic tac. El tiempo corría para esa Omega, aunque no lo supiera. Ni ella ni sus aliados sospechaban, o al menos eso creía el Beta. No tenía idea de que cierto Alfa león seguía sus pasos y estaba cerca de conocer la verdad.

• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora