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¿Estás teniendo una linda semana? Espero que sí. Y si no, ojalá esta historia te anime.

—Seré claro —dijo el Alfa de nombre Gucci mientras los tres caminaban por un frío pasillo que los llevaría con la jefa—. Si hacen sentir a Kitty incómoda, no duden que una bala impactará en sus frentes antes de que puedan parpadear. Uno: no hablen si no se los pide. Dos: no pregunten sobre su olor. Tres: no le coqueteen —terminó bruscamente—. Es mi Omega y quiero sus ojos alejados de ella. ¿Entendido?

—Sí —contestaron Hope y Agust, quienes no podían evitar estar nerviosos.

No es que fueran cobardes, pero encontrarse con la única Omega que podría destrozar a un Alfa sin dudar, además estaban desarmados, era atemorizante. Sin embargo, la curiosidad los carcomía, querían ver el rostro angelical del que los oficiales de alto rango siempre hablaban y sentir el aroma más delicioso de la historia. Sí, podría ser contradictorio, pero querían caer por ella.

Agust se sentía algo más nervioso que su amigo, pues su lobo estaba inquieto, no dejaba de saltar y aullar. Inclusive, su aroma a chocolate amargo y menta estaba desbordando. Era algo que nunca le había pasado. Usualmente, su parte animal era muy tranquila y reservada. La única razón lógica que encontraba para este comportamiento era que al fin conocería a la hija del gangster que le quitó a su familia.

—Pasen de una vez. —Gucci lo sacó de sus divagaciones—. A Kitty no le gusta esperar.

La puerta de metal fue inmediatamente abierta, dejando a la vista a una chica pelirrosa, quien estaba recostada sobre un sillón individual de cuero negro. Su rostro poseía rasgos elegantes: su piel era como porcelana, sus mejillas eran ligeramente redonditas, sus ojos parecían dos flechas apuntando al corazón de uno y sus labios, dios, sus labios. Sus labios eran el pecado mismo: rosados, esponjosos, húmedos y gruesos. Agust pensó que podría fantasear con ellos de por vida.

Kitty se levantó de su asiento y caminó pausadamente hacia ellos, analizándolos, estudiándolos, intimidándolos. Hope no dejaba de temblar y un poco de sudor se deslizó por su frente. No obstante, el Alfa no apartó la vista de su nueva enemiga.

Esa Omega era una gata montés, probablemente de ascendencia europea. Poseía un cuerpo espectacular; era delgada y ligeramente muscular. Sus muslos se marcaban en sus pantalones de forma fantástica, su cintura era estrecha y coqueta, y su trasero era perfecto. No había mucho que decir, simplemente era mágica, irreal.

—Alfa —murmuró Kitty, deleitándose disimuladamente con el aroma a chocolate amargo y menta que desprendía ese hombre de cabello negro. Nadie notó que su corazón aleteó y su Omega maulló con emoción, pero eso había pasado. Había hallado a su destinado. Sin embargo, se calmó y prosiguió con su trabajo—. Usted debe ser el sucesor de la señorita Palomino y usted, su mano derecha.

—Sí —le respondió el Alfa pelinegro, sin dejar de admirarla.

—Me pregunto por qué nunca habló sobre usted. ¿Sabe?

—La Alfa Palomino buscaba mantenerlo en secreto hasta estar completamente segura de que valía la pena.

—Parece que acabó de convencerse muy tarde, pues ahora está muerta —añadió la pelirrosa, caminando de regreso a su asiento, moviendo sus preciosas caderas—. ¿No le parece?

—Ella sabía que estaban en busca de su cabeza, aunque su orgullo no le permitió pedir ayuda.

—Es muy raro que lo diga, Agust, pues ella siempre me contaba todo. ¿Qué opina usted, Hope?

—Estaban tras de ella por motivos personales, no por trabajo, por eso no quiso involucrarla.

—Buena respuesta —comentó, sonriéndole al Beta—. Sin embargo, tendré que ver cómo trabajan antes de dar mi visto bueno. —Alzó una ceja. —Nos reuniremos dos veces por semana e iré continuamente a verlos en nuestra base en Lima. Espero que no me decepcionen —enfatizó seriamente—. ¿Entendido?

—Sí —contestaron al unísono, temiendo que su plan fuese descubierto.






• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora