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Todos se preocuparon por la salud de Kitty. Nunca antes la habían visto en ese estado, a excepción de Gucci, así que no tardaron en desesperarse. No sabían cómo reaccionar ni qué hacer. Por suerte, el Alfa león supo mantener la calma y cargó a la pelirrosa hacia la habitación principal para, finalmente, recostarla sobre la cama de plumas. 

—Prince, trae al doctor —ordenó

—Enseguida —le contestó el Omega. Luego, salió al pasillo para contactar al profesional.

—Y, tú, Agust, sobre esa mesa hay un botiquín, trae alcohol y algodón —volvió a ordenar.

El lobo no tardó en obedecer. Abrió la cajita de cruz roja, sacó lo pedido y se lo entregó a Gucci. 

Sabía que no podía hacer nada más, ya que —a pesar de sus conocimientos en primeros auxilios— lo mejor era guardar distancia. Prefería evitar problemas. Sabía que, si intentaba tocar tan siquiera un pelo de su destinada, alteraría al león y causaría un conflicto innecesario —su aroma se lo advertía—. 

Sin embargo, no se alejaría del lado de su Omega. Al fin la había encontrado después de tantas horas de búsqueda y tristeza. No pensaba dejarla sola. Además, debía asegurarse de que podrían estar juntos para siempre, pese a que contradijera sus ideales.

—¿Qué... pasó...? —preguntó una voz dulce y soñolienta. La felina había despertado.

—¡Kitty! —exclamó Agust olvidando su prudencia. 

Se apresuró para abrazar a su Omega, pero una mano lo detuvo. Era Gucci, quien lo miraba enojado, por no decir furioso. No obstante, luego de matarlo con la mirada por un par de segundos, le permitió acercarse a la pelirrosa. 

—Tú, pedazo de basura, tienes hasta que llegue el médico. —Y se fue de la habitación, dejándolos solos.

Ambos se miraron sin saber qué decir, como si fuese complicado afrontar la realidad. Alguien debía romper el hielo.

—Todavía no hemos hecho la prueba —comenzó Kitty—, pero es casi seguro que estoy embarazada.

—No puedo creerlo. —Se sentó a su lado, sujetando su mano. —Seremos padres. —Sonrió.

—¿Estás feliz?

—Un poco preocupado, la verdad —confesó—. Estamos metidos en un gran lío con la Policía Secreta.

—¿Saben que estás aquí? ¿Conmigo?

—Creen que sigo de su lado. Incluso me ascendieron. Seré el próximo superior muy pronto. Dirigiré toda la organización.

—No entiendo...

Por supuesto que no entendía. ¿Acaso Agust no había soñado con esa posición? O sea, era la cúspide para cualquier miembro de la PS. ¿Arriesgaría los beneficios que vendrían con ese nombramiento solo por ella? Para ser honesta, lo dudaba. Debía haber algo oculto en todo eso, un plan o alguna estrategia.

—Es sencillo de comprender, pero te lo explicaré después. Lo importante ahora eres tú —le dijo sin dejar de verla con amor.

Su aroma a chocolate amargo y menta lo delataba: estaba enamorado. No quería soltar esa pequeña mano ni abandonar su cercanía, pues, mientras estuviesen juntos, podrían lograr lo imposible. No lo dudaba, sentía que era verdad.

—Sigo sin creer que hayas vuelto. No te entiendo.

—Yo tampoco termino de entenderme, pero aquí estoy, confiando en ti y en lo que sea que pienses lograr con todo esto.

—Es más sencillo de lo que parece —contestó la Omega con una sonrisa—. Solo quiero obtener lo que nunca me permitieron y hacer lo mismo por la gente que vale la pena.

—¿Dices que te discriminaban por ser Omega? —Hizo una mueca. —Eso no tiene sentido. En los últimos años, han logrado reconocimiento y...

—Aquí no funciona como en el "mundo real" —hizo énfasis—. Aquí rige la ley del más fuerte, no es un lugar donde un Omega pueda ganar fácilmente. —Suspiró. —La única forma de obtener poder es ensuciándose las manos.

Agust no conocía cuántas vidas Kitty había destruido por sus metas ni lo mucho que se había esforzado por llenar los zapatos de su padre. Tampoco la había visto de pequeña, cuando creía que demostrando su valor obtendría algún cumplido. No la conocía de verdad y, tal vez, nunca lo haría.

Agust no sabía lo era ser considerada una basura que, pese a sus esfuerzos, sería siempre una débil y enfermiza Omega. Un trozo de carne para parir niños y lucir bonita en los eventos, sí, eso le dijo su padre. Sin embargo, lo enterró muy, muy en el fondo de sus recuerdos. Ahora era otra, ahora era Kitty García. Ya no, la pequeña Catherine. Esa niña estaba muerta en su pasado.

-—Me gustaría que me lo explicaras, pero me parece que el doctor está aquí.

Sí, sería una historia para otro momento. Sin embargo, este pronto llegaría, al igual que la revelación del plan de Agust, mas había que ser pacientes. Un paso en falso, un mensaje mal entregado, y todo se iría al tacho.

...

Hope quiso intentar una vez más con sus interrogatorios. No quería darse por vencido con Afrodita, aunque ella seguía renuente a abrir la boca.

—Sabía que volverías —le dijo la coneja con una mueca indescifrable.

—¿Estás lista para hablar?

—¿Cómo está tu Omega Brittany? —ignoró su pregunta— Me enteré de que la están reinsertando en la sociedad, ¡qué divertido! —Rio. —Pero una perra es siempre una perra. Su trabajo la ha marcado y nunca podrá dejarlo.

—¿Por qué tu repentino interés en ella? —continuó el Beta sin mostrar rastro de que le afectase, mas la rabia seguía ahí, picoteando tras su oreja.

—Mmm... Por nada en particular. —Amplió su horrible sonrisa. —Por cierto, ¿ya te contó quién es su Alfa? ¡Oh, cierto! Esas cosas no se dicen.

Una tétrica risa invadió el ambiente. Se estaba burlando sin miedo de morir por un balazo en la cabeza, ignorando que la vulnerable allí era ella. Estaba desquiciada, enferma, al igual que su cuerpo, destrozado y marcado con sangre. Sin embargo, sus palabras no dejaban de ser claras. Algo buscaba conseguir.

• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora