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Los lobos Agust y Hope se sentían algo nerviosos, a pesar de que no era su primera vez infiltrándose en una mafia. Sin embargo, la idea de trabajar para Kitty García e ir en contra de sus principios los mantenía sudando y considerando cada posible resultado. Sabían que mantenerse en personaje era esencial, se lo recordaban a cada segundo, mas no era sencillo.
Agust no soportaba ese cosquilleo en el pecho ni los aullidos de su lobo cada vez que la felina andaba cerca. Era una sensación inusual, extraña, única, no podía explicarla racionalmente. De cierto modo, Kitty podría estar manipulándolo con su exquisito aroma, aunque también había otra posibilidad: podrían ser destinados —opción que apoyaba su lobo—.
Todo era tan confuso, tan complicado. Además, si el destino los hubiese unido, ¿qué haría? ¿Debía abrirle su corazón? ¿Serían felices para siempre? No, para nada, eso nunca pasaría. En primer lugar, porque Jared García había acabado con su familia y debía vengarse. En segundo lugar, porque Kitty era una criminal. Sería juzgada y sentenciada como la ley mandaba.
—¿Estás bien? —le preguntó Hope sacándolo de su burbuja de vacilaciones.
—Sí, sí —contestó nervioso— ¿Ya llegamos?
Habían viajado por varias horas, aunque no fue tan pesado. Lo feo fue salir del helicóptero y recoger la camioneta que su jefa había encargado para ellos. Además, las miradas indiscretas de terroristas y narcotraficantes encrispaban sus pelos. Si fuesen reconocidos, estarían perdidos, todo se iría por el tacho.
—Sí, este es el lugar.
De repente, un Alfa cuy detuvo el vehículo. Parecía que quería asegurarse de que no hubiera nada sospechoso.
—Pueden pasar —dijo con una voz chiclosa y nasal.
Así, ingresaron al inmenso terreno, tanto que parecía una plaza. Había una mansión de color hueso en el centro, la cual estaba rodeada de un amplio jardín. En los extremos, casas del mismo color. Inclusive, al fondo había un laboratorio, se pudo inferir por la pulcritud de la entrada y el color metálico que lo diferenciaba del resto de las construcciones.
—Síganme —les ordenó una Beta ratona sin siquiera mirarlos.
Avanzaron hacia la mansión principal, la Beta introdujo un código e ingresaron. Por dentro era igual de ostentoso que por fuera. Las paredes eran claras y el piso de madera oscura, había pinturas y esculturas que decoraban el ambiente. En adición, una imponente escalera resaltaba al medio de esa gran sala de recibimiento.
—La computadora está en el segundo piso.
Cuando finalmente llegaron a la oficina de Bunny, no tuvieron que inventar ninguna excusa para librarse de la ratona, pues se retiró por su cuenta. Después esperaron unos segundos, asegurándose de que no hubiese nadie cerca. Por fortuna no se escuchó ni un paso ni un murmullo, así que prosiguieron.
—Solo debes poner el USB y vigilar la entrada —ordenó Agust—. Yo me encargo de extraer una copia para nosotros.
—A sus órdenes —contestó Hope, intentando bromear un poco para relajar el ambiente.
Luego, cumplió con lo que le tocaba: insertó el USB. Después, pegó su oreja a la puerta y activó sus sentidos de licántropo para no perder la concentración. Por otro lado, Agust usó una memoria portátil para crear la copia que necesitaba. Esta sería enviada a la Policía Secreta lo más pronto posible —también tomaría fotos con su celular, por si acaso—.
El Alfa no sabía qué esperar sobre la información que se almacenaba en esa computadora. No obstante, cuando una lista repleta de Alfas apareció frente a sus ojos, una bomba de hipótesis explotó en su cabeza. Eso tenía que ser una broma, simplemente no era posible.
RB. Masculino. Alfa oso. Pendiente.
Jennie. Femenino. Alfa guepardo. Eliminada.
Bunny. Masculino. Alfa conejo. Pendiente...
Era una lista un tanto macabra, un tanto fría, un tanto sádica. Agust no pudo evitar sentir miedo, algo que no se había permitido en mucho tiempo. ¿Quién era Kitty García? ¿Qué significaba esa lista? ¿Por qué los jefes de las mafias más poderosas estaban ahí? ¿Qué pretendía hacerles? Bueno, la respuesta a la última era obvia: los quería muertos. Sin embargo, la verdadera y más importante interrogante era la primera.
—Estamos perdidos —susurró Agust.
—¿De qué hablas? —le preguntó el Beta al notar que algo atormentaba a su compañero.
—Si esa Omega nos descubre, ninguno de nosotros sobrevivirá.
Entonces, ambos sintieron el verdadero terror.
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• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia Original
عشوائيKitty García era la jefa de la mafia más peligrosa, la Omega más deseada y temida en todo Perú. Sin embargo, la Policía Secreta ha puesto su vista sobre ella. Agust, un Alfa de la Policía Secreta, será el encargado de cazarla, pero nunca creyó que c...