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—¿Por qué me sacaste así si vas a espiarlos tras la puerta? —preguntó Gucci algo exasperado.

—A que también quieres escuchar, ¿verdad? —le contestó antes de sorprenderse por oír a Kitty gritar. Nunca la había escuchado tan alterada y frágil, pues siempre mantenía esa imagen de Omega indestructible.

La Kitty que conocía era mentirosa, cruel y determinada, inclusive, una experta en el arte de la manipulación. Era quien le había devuelto la vida, quien le enseñó a no dejarse degradar por Alfas, a no ser dejado atrás, su heroína. Por eso, se sorprendió tanto cuando ese aroma a chocolate blanco y mermelada de fresas explotó como una bomba de depresión. Era tan ácido que podría ponerte a llorar por horas por tan solo haberlo sentido. Realmente, ¿todo eso había estado ocultando?

—Dame permiso, voy a entrar —le ordenó el Alfa luego de percatarse de lo mismo.

—No —lo contradijo, bloqueando la puerta con su cuerpo—. Deja que arreglen sus problemas solos.

—¿Acaso no lo hueles? Me necesita...

—No te necesita, Gucci. Es una adulta y está con su destinado. Ni tú ni yo tenemos nada que hacer ahí.

Esas palabras se estamparon contra su pecho, ya que no podía negarlas. Sabía que la pelirrosa no era su Omega y, aunque la había protegido desde que se conocieron, ya no tenía que hacerlo. Ella había crecido, volviéndose la gangster más temida de Latinoamérica. Sin embargo, no quería borrar la imagen de la pequeña Kitty, desprotegida e inocente, que guardaba en lo más profundo de su memoria.

—Por favor, déjame entrar. —Se acercó a Prince.

—No lo hagas... Déjalos... —susurró al sentirse golpeado por el aroma varonil de Gucci.

—¿Cómo te sentirías si la persona más importante para ti estuviese sufriendo y no pudieses hacer nada?

La pregunta lo descolocó un poco, pero igual sonrió. La persona que más le importaba estaba muerta, así que no tendría que preocuparse por él por un largo tiempo.

—No lo sé, de cualquier forma, ya no está.

—Cierto —dijo con su voz ronca, acortando un poco más la distancia—. El hombre que lo mató está justo dentro de esa habitación.

—¿Debería agradecerle acaso? —Amplió su sonrisa.

—¿Tanto lo odiabas? ¿Acaso no era tu destinado?

—¿Acaso tu destinada no te dejó por un insípido Beta? —Rio con frialdad. —¡Oh, cierto! No podemos hablar de eso, ¿verdad?

Eso fue un golpe bajo, pero Gucci estaba acostumbrado. Ya había experimentado suficientes en su vida. Sin embargo, dolió tanto que no pudo percatarse del “¡No!” que provino de la otra habitación.

—Por supuesto que podemos hablar de eso. —Acarició su mejilla. —Así como podemos hablar de RB, ¿verdad?

—Tú... —gruñó, mas no pudo terminar sus palabras.

La puerta fue abierta de golpe, dejando ver a una Omega pelirrosa bañada en lágrimas. Al parecer, estaba intentando escapar de Agust. No obstante, la extraña situación la dejó paralizada.

—¿Por qué están tan cerca?

Ninguno de los dos se había percatado de que sus rostros se encontraban a milímetros de distancia, insinuando que habían estado besándose.

—¡No pasó nada! —Apartó Gucci al castaño para jalar a Kitty a su lado. —¿Estás bien? —La abrazó, causando un gruñido por parte de Agust. —Sentí tu aroma... otra vez explotó...

—Ella está bien —se quejó el lobo—. Solo no quiere decirme por qué se mareó cuando dejé de abrazarla.

Sí, era verdad. Kitty había aceptado darle una segunda oportunidad a su destinado luego de mucho llanto y promesas, aunque aún desconfiaba. Sin embargo, cuando su otra realidad colisionó contra el presente, no pensó en otra cosa no fuese huir.

—¿Mareos? —preguntó Prince acomodando su ropa recién desaliñada— ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo?

—Kitty, ¿estás embarazada?

Eran demasiadas preguntas para ella, y todavía no acababa de procesar todo lo que ocurría esa noche. Su corazón bombeaba a mil por Agust, pero el miedo de ser madre también la alteraba. Además, había dejado explotar todos los sentimientos que llevaba ocultando desde la última vez que los liberó. Inclusive, todos los problemas que estaban retrasando su plan para dominar a todas las mafias la estaban estresando. Simplemente, era demasiado, así que su cuerpo y su mente no tuvieron otra opción que abandonarla.

—¡¡¡Kitty!!! —gritaron todos.

Se había desmayado por segunda vez en su vida. Se había vuelto débil, había vuelto a ser la Omega sensible que creía haber matado. Se había permitido amar y ser amada.

• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora