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Hope no paraba de caminar de un extremo a otro en la sala de espera. Había llamado a X, exigiendo unos minutos de su tiempo para conversar sobre la situación del lobo Agust, ya que, luego de pensarlo con detenimiento, le pareció lo mejor. Tenía un compromiso con su país, uno bien sellado mediante un juramento y años de entrenamiento, así que no podía hacerse de la vista gorda y dejar pasar toda la información que su pareja le había proporcionado.

—Ya puede pasar —le indicó la secretaria.

Entonces, entró a la oficina. Esta estaba pintada por completo de blanco, el mismo color de los muebles y las rosas que descansaban en un pequeño invernadero. Todo lucía tan pacífico, como si no le perteneciera a un estratega militar.

—¿A qué se debe tu visita? —le preguntó X sorprendiéndolo por aparecer de la nada.

—Vengo a hablar sobre la grabación que te envié.

—La nueva información de Brittany —dijo con el ceño fruncido—... Lo lamento, pero no podemos fiarnos de eso, en especial porque tenemos mejores datos por las declaraciones de Afrodita.

—¿Van a confiar más en ella?

—Por supuesto. —Se sirvió un vaso con coñac. —Su información encaja mejor con todas nuestras evidencias. Además, ¿en serio creerás eso de que Agust está siendo controlado o de que está anteponiendo su amor? ¡Obviamente no lo está haciendo! —Tomó todo el alcohol de un sorbo, sintiendo un satisfactorio ardor en su garganta. —Ya lo hemos visto en acción. Si hasta ahora pudo mantener el dominio de la mayoría de sus acciones, ¿por qué dudar de él? ¿O acaso olvidaste quién nos entregó a Kitty García en bandeja de plata?

—Fue Agust —susurró el Beta con la cabeza baja.

—Exacto —enfatizó sin soltar su vaso—. Entonces, si eso es todo, puedes retirarte.

Sin embargo, Hope sabía que algo andaba mal. No era posible que Agust dejara de lado sus sentimientos. O sea, había dejado escapar a esa felina luego de una operación que cobró las vidas de varios agentes. Además, lo había visto perderse en sus pensamientos por andar pensando en Kitty. Y… todavía estaba esa gran interrogante… ¿por qué quería información sobre esa hacienda en Arequipa? ¿Cómo supo que un sitio tan histórico le pertenecía a la familia García? ¿Por qué no lo informaba a los altos mandos?

Era demasiado obvio que ocultaba algo. Además, suponer que el “mejor agente de la Policía Secreta” era inmune al amor y que siempre tomaría las mejores decisiones era ridículo. Para bien o para mal, Hope se encargaría de descubrirlo.

...

—¿Ahora te sientes mejor? —preguntó Agust.

—Sí, no te preocupes —contestó su Omega desde el baño—. Simplemente el ruido era demasiado para mí.

Ambos habían salido antes de la fiesta. La música intensa, el olor a alcohol y droga, y los aromas de algunos cambia-formas excitados habían sido más que suficiente para abrumar a Kitty. Por eso, se empezó a sentir mareada y tuvo que ser cargada por su Alfa hasta llegar a su vehículo, en el cual esperaba el chófer. Luego, viajaron con tranquilidad hacia su edificio.

—Ya estoy —avisó la gata montés después de salir del baño.

Se había bañado, perfumado con crema corporal y puesto una cómoda pero sensual bata rosada. Lucía tan bonita y atractivo al mismo tiempo. Sus mejillas estaban coloreadas de un delicado rojo natural, al igual que sus labios, mientras que sus increíbles curvas destacaban por la forma de su atuendo.

—¿Ya te he dicho lo preciosa que eres? —le preguntó Agust, quien se había bañado en la otra habitación y tan solo llevaba puestos unos bóxers.

—Mmm... Sí, un montón de veces. —Rio con dulzura.

—Pues no me cansaré de repetirlo.

Ambos estaban perdidos en su pequeña burbuja, observando los ojos ajenos con admiración, como si todas las galaxias se escondiesen en ellos. Luego, unieron sus labios con necesidad, como si no los hubiesen sentido por un largo tiempo. Era tan mágico, como sentir cientos de mariposas volar en sus estómagos. Tan dulce, tan peligroso, tan único, tan suyo. 

—Agust... —gimió Kitty al sentir las manos de su Alfa colarse entre su ropa.

—Mmm... —gruñó sobre sus labios— Solo disfrútalo.

Sin decir más, comenzó a desnudarla empezando desde el nudo de la bata. Así, esa suave y blanca piel quedaba cada vez más expuesta, creando nuevos espacios para besar y marcar. 

La boca húmeda de Agust se sentía tan bien. Conocía a la perfección cómo satisfacer a su pareja.

—Ponte en cuatro, preciosa —le susurró al oído, erizando sus vellos y poniéndola un poco nerviosa.

—Sí, Alfa —le respondió Kitty obedeciendo casi al instante.

El pelinegro metió dos dedos en la entrada de su destinada para estimularla con algo de brusquedad. Simultáneamente, besó su espalda y comenzó un recorrido hasta llegar a sus nalgas, de manera que, tras oír sus jadeos, aprovechó para meter dos dedos más. Así, comenzó a penetrarla una y otra vez, moviendo sus dedos para hacerla gozar.

Mientras tanto, Kitty se limitaba a gemir y humedecerse sin control. Le encantaba esa sensación: recibir placer, ser mimada, ser querida de verdad y corresponder. ¿Por qué el sexo es tan diferente cuando lo haces con alguien a quien realmente amas?

—Ya hazlo, por favor —le pidió al sentir a su gata interno enloquecer.

—A tus órdenes.

Entonces, Agust se bajó el bóxer para entrar con suma delicadeza y no lastimarla. Le ponía nervioso la idea de dañar a su bebé. Sin embargo, una vez dentro, se atrevió a moverse con algo de brusquedad, aunque sin perder el control. Luego, sujetó esas firmes caderas para comenzar a penetrarla con un poco más de fuerza. 

Se sentía tan cálido, tan satisfactorio, tan mágico. De esa forma, continuaron por varios minutos, incluso cambiaron de posición. Y, finalmente, ambos se corrieron sintiendo la tan ansiada liberación.

—Te amo —se susurraron al unísono como si fuese la primera y última vez.

Luego de eso, notaron que sus cuerpos estaban sudados y pegajosos. No obstante, la noche había sido tan agotadora que no tuvieron energía suficiente para volver a bañarse, así que prefirieron limpiarse rápidamente con un toalla y dormir sin las sábanas. Así, se abrazaron, escuchando los latidos del corazón ajeno.

Se sentían tan dichosos, como si algún dios les hubiese dado un gran regalo. Habían encontrado lo que tanto buscaban y la felicidad misma se estaba adueñando de sus vidas.

• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora