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¿Quién era? Sencillo, la hermana de Bunny, la hija de uno de los jefes más famosos de las mafias, la aliada de Kitty... Su nombre nunca se refería a ella misma. Y eso le molestaba. Oh, sí, la ponía furiosa. O sea, era muy inteligente, era la hermana mayor, estaba más preparada. No había razón para mantenerse en las sombras. Sin embargo, ¿por qué no había sido escogida para dirigir el negocio de su familia? Fácil, era Omega.

—¡Oye, Afrodita! —le llamó una vez su hermano, semanas antes de su muerte.

—¿Qué quieres?

—Bueno, hace unos días estuve con Kitty García. —Sonrió como estúpido, recordando el adictivo aroma de la Omega. La verdad era que nunca dejaba de pensarla. Ya estaba tatuada en su mente. Era como si estuviera hechizado o en un estado de trance sin fin. —Estuvimos hablando sobre mis laboratorios, pero no sé cómo terminamos hablando sobre ti.

—Ya. —Hizo una mueca. De hecho, ella era la que dirigía “sus laboratorios”. —¿Y eso qué?

—Es que quiere conocerte.

Y aceptar fue la mejor decisión de su vida. No esperaba que su trabajo fuese reconocido por la única Omega que había logrado dirigir una mafia, aunque recién hubiese empezado. La hacía sentir segura y poderosa, llena de vida, como si pudiese tomar el rumbo que quisiera. 

Sin duda, Kitty era perfecta engatusando. Se encargó de convencerla de que, sin su hermano, su vida sería más fácil. La convenció de que la única forma de vivir era con poder y de que la única forma de conseguirlo era matando a todos los que se lo negaran.

—Mira dónde estoy por ti, Kitty —pensó.

Había luchado tanto para ser libre, pero había acabado encadenada en una fría habitación con olor a sangre seca y cloro. No obstante, abandonar sus ideales no era una opción.

—Aquí continúo siguiendo tus órdenes, así que será mejor que vengas por mí pronto —volvió a formular en su mente.

—Solo aguanta un par de semanas más. Ya casi tengo todo listo —contestó una voz en su cabeza.

¿Magia? No, para nada. Las personas habían dejado de creer en ella hace mucho. Sin embargo, la ciencia la había reemplazado a la perfección. En este caso, la nanotecnología y los conocimientos de las ondas cerebrales.

—Supongo que esperaré nuevas instrucciones.

—Por el momento solo mantente con vida, eso es lo importante. Luego te daré más detalles —le dijo Kitty.

...

La felina apagó su versión modificada de smartwatch. Estaba lista para continuar organizando los detalles de su estrategia. Tenía casi todo preparado, pero aún había un par de factores que podrían arruinarlo. Por eso, trabajaba para resolverlos, mas pasaban las horas y no encontraba fórmula alguna para corregirlos. 

—¡Esto está matándome! —gritó con frustración.

Por suerte, su aroma favorito —chocolate amargo y menta— se hizo presente. Eran alrededor de las siete de la tarde, la hora en la que acordaron verse, pues Agust debía mantener su fachada “vacacional”.

—¿Estás bien? —le preguntó preocupado.

—¡No!

El Alfa de repente se asustó. ¿Cómo que no estaba bien? ¿Le dolía algo? ¿El bebé estaba bien?

—¿Quieres que llame al doctor? —preguntó al instante.

—Ay, amor, no es para tanto. —Rodó los ojos. —Solo es estrés... Mejor ven y abrázame, así me sentiré mejor —dijo usando ese tono meloso que tan bien le salía.

Agust no dudó en acercarse para rodearla entre sus brazos con cariño. Sin embargo, se le ocurrió una idea. Entonces, cargó a su Omega sin avisar, causándole un gritito de sorpresa.

—¡¿Qué haces?! —exclamó ampliando sus ojos como platos— Me asustas...

—Shhh... —la calló mientras la mecía como a un bebé— ¿Quién es una linda gatita?

—Me voy a transformar para reventarte los ojos si no me bajas. —Puchereó. —Es enserio.

—Oh, sí, eres una mala y salvaje gatita —continuó con una sonrisa.

—¡¡¡¡¡¡Gucci!!!!!! ¡¡¡Ayuda!!!

De golpe, el mencionado ya estaba en la habitación. Vestía un terno rojo vino y estaba peinado como para un evento.

—¿Qué pasó? ¿Es el bebé? ¿Te duele algo? ¿Llamo al doctor?

—¡Agust no me quiere bajar! —se quejó.

—¡¿Para eso me haces correr?!

Era la primera vez que Gucci le decía algo así. Usualmente no se quejaba y la ayudaba hasta en lo más estúpido. No obstante, este cambio no le molestó, sino todo lo contrario. Le gustaba la idea de que el Alfa dejara de ser tan sumiso ante ella y expresara lo que en verdad sentía.

—¿Por qué tan guapo? —preguntó sin ganas de seguir quejándose. De hecho, era muy cómodo estar en los brazos de Agust.

—Amm... Yo... Ammm... saldré a cenar con...

—¡Gucci!, ¿ya estás listo? —gritó una voz conocida desde el piso de abajo.

—No te preocupes. —Sonrió Kitty. —Solo ve y suerte.

Era el momento de abandonar la soledad y aceptar que él también podía amar. Bueno, siempre pudo, pero ahora lo escogía.

• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora