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Cuando Agust bajó del avión, fue directamente hacia el estacionamiento, pues los agentes de la PS le avisaron que recogerían su equipaje. Así, caminó por el sótano número 3, buscando la gran camioneta negra de placa X2002 que fue a recogerlo. Luego de un par de minutos, finalmente la encontró.—X, señor Mendoza, señor Lecca, N, un gusto verlos otra vez—saludó a los altos mandos después de que le abrieran la puerta.
—Lamentamos haberte hecho regresar tan repentinamente —se disculpó X ni bien el vehículo arrancó—, pero estamos en una situación algo tensa. ¿Te parece si te invitamos a comer y luego charlamos más tranquilos sobre esto? Realmente es un tema delicado sobre el caso de Kitty García.
—Me encantaría, pero la verdad es que extraño las empanadas de ají de gallina que hacen en la cafetería de la oficina —comentó el lobo bromeando. Sin embargo, sus verdaderos motivos para regresar lo antes posible eran las órdenes de su Omega, quien estaba preocupado por la seguridad de Afrodita.
—Tienes buenos gustos —comentaron los otros jefes.
—También queremos empanadas.
—Concuerdo con Agust.
Entonces, X dio le indicó al chófer que los llevara a la PS. Luego, se acomodó en su sitio y liberó un sonoro suspiro. Se notaba que algo le fastidiaba, como un mosquito zumbando en su oído. Agust se dio cuenta, pues conocía muy bien a ese hombre.
Él le había enseñado más que nadie, le había inculcado coraje y el sentido de justicia que tanto admiró en el pasado. Lamentablemente, su punto de vista había cambiado. Se había vuelto egoísta, narcisista. Tan solo deseaba retener a su Omega, así que no le quedaba más opción que traicionar a su nación.
—Hope ha estado algo paranoico —dijo rompiendo con el silencio.
—¿En serio? —preguntó Agust— Eso es raro. Él siempre ha sido calmado.
—Lo sé, pero hace poco vino con el cuento de que nos estás traicionado. —Hizo una mueca. —¿Puedes creerlo? ¿Después de todo lo que has hecho por esta organización se atreve a dudar de ti?
El Alfa había pensado que su compañero castaño no se daría cuenta, que en el fondo era ingenuo. Sin embargo, había juzgado mal. No podía permitirse tenerlo como obstáculo, no cuando todo estaba tan cerca de explotar.
—No te preocupes —respondió—. Llegando hablaré con Hope. Es mejor arreglar este problema lo antes posible.
—Me alegra que pienses así.
—Por supuesto, X. —Sonrió falsamente. —Espero que él lo pueda entender.
Así, el viaje continuó en silencio hasta que llegaron al edificio. Las entradas estaban vigiladas por los nuevos agentes, todos recién reclutados de las Escuelas de la Policía, Militar, de Marines y de Aviación. Supuestamente, eran los mejor calificados y con un gran sentido del deber.
—Novato Arias, ¿ha visto al agente Hope? —preguntó X con firmeza.
—¡Sí, señor! —contestó el joven mientras miraba al vacío— Se encuentra en la habitación de Afrodita.
...
Los gritos se escuchaban por todo el pasillo, como un llamado de auxilio, como una súplica de compasión. La voz melódica de la coneja se desgarraba de dolor como si estuviera al borde de la muerte. Y, para ella, era así. Era lo peor que alguna vez pudo imaginar.
Su abdomen estaba completamente abierto, dejando a la vista sus órganos digestivos. Tan solo lo hacían para generarle terror, no es que le fuesen a destrozar el interior o algo así, sino que necesitaban que se desesperara. Además, el fármaco que le inyectaron media hora antes había ampliado tanto sus sentidos que el mínimo corte dolía como mil demonios. ¿Qué tanto había sufrido mientras le cortaban el abdomen? ¿Cuándo iba a parar todo?
—¡¡¡No te voy a decir nada!!! ¡¡¡Estás loco!!! —bramó la Omega destrozándose las cuerdas vocales— ¡¡¡Todos ustedes se van a arrepentir!!! ¡¡¡Se van a ir al infierno!!!
—No nos iremos si no confiesas —respondió el Beta con una terrible calma.
—¡¡¡Te vas a joder!!! ¡¡¡Voy a matarte!!!
—Por favor, señorita, solo confiese —le dijo una de las Betas con uniforme médico—. No haga esto más largo.
—¡¡¡Cállese!!!
—¡¿¡Qué mierda está pasando aquí!?! —exclamó una nueva voz en la habitación.
Los altos mandos, incluido Agust, habían llegado al interrogatorio que en ningún momento fue autorizado ni solicitado formalmente ante un juez. Las miradas eran acusatorias, llenas de desdén, como si nunca hubiesen embarrado sus manos de tal forma. ¡Qué miserables! ¡Juzgando a uno de los suyos por seguir el ejemplo que ellos mismos habían dejado!
—¡Agente Hope, ¿quién le autorizó toda esta desfachatez?! —gritó X mientras N le exigía a los médicos que cerraran el cuerpo de la Omega— ¡Creí haber dicho que no tomaríamos medidas contra Afrodita!
—¡Nos está engañando a todos! —respondió el Beta— ¡Igual que Agust!
—¿Por qué piensas eso? —interrumpió el mencionado— ¿Acaso no dirigí la operación CKG por mi cuenta? ¿Te atreves a dudar de mi lealtad?
—¡No me vengas con discursos estúpidos! ¡Tú la dejaste escapar! ¡Es tu destinada!
—Y su padre acabó con mi familia —susurró el Alfa pelinegro—, pero parece que eso es irrelevante para ti.
—¡¡¡Mentiroso!!!
—¡Es suficiente! —exclamó X completamente enojado—. Señor Mendoza, señor Lecca, llévenlo a una celda lo antes posible y denle algún calmante. Luego ya veremos qué sanción aplicar.
Así, el Beta fue sacado a la fuerza de esa habitación. Por otro lado, a la pobre Afrodita le inyectaron un suero para dormir para que los encargados pudieran coser su abdomen. Por suerte, su sufrimiento había terminado… por ahora.
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• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia Original
DiversosKitty García era la jefa de la mafia más peligrosa, la Omega más deseada y temida en todo Perú. Sin embargo, la Policía Secreta ha puesto su vista sobre ella. Agust, un Alfa de la Policía Secreta, será el encargado de cazarla, pero nunca creyó que c...