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¿Les va gustando? Esto tan solo es el comienzo.

Subieron a la zona VIP y luego entraron al cubo especialmente reservado para la jefa. La luz era opaca y las paredes rojas estaban acolchadas para que no saliera ruido al exterior. Había una mesa negra en el centro y amplios sillones del mismo color pegados a la pared, rodeando la mesita. El ambiente emanaba un aire prohibido y caliente, como la misma Kitty.

—¿De qué quiere hablar, jefa? —preguntó Agust con la voz aparentemente calmada, pues su molesto lobo le gritaba que quería a esa Omega entre sus brazos.

—Chocolate amargo y menta... —susurró Kitty, deleitándose con aquel aroma, el cual se iba intensificando. Luego, intentando mantener la cordura, contestó: —De nada en particular. —Sonrió. —Solo creo que podemos divertirnos un poco. —Se acercó al pelinegro y posó sus manos sobre su pecho. —Sé que podrás hacerme sentir bien esta noche —ronroneó.

El Alfa sabía que no era correcto dejarse llevar; tenía un trabajo que cumplir. Sin embargo, necesitaba ganarse la confianza de Kitty para sorprenderla y lograr recolectar suficiente evidencia como para inculparla. Por eso, pese al rencor que le tenía, se permitió enseñarle lo delicioso que era una noche consigo.

Entonces, posó sus manos en esa estrecha cintura, para apegarse más a su cuerpo, generando una peligrosa fricción, la cual solo pudo encender más el ambiente. La respiración de ambos se estaba acelerando y el olor de Agust se intensificó, mareando a su acompañante.

—¿Confiarás en mí? —preguntó con su voz ronca, sacándole un gemido a la pelirrosa.

—Sí, Alfa.

No hicieron falta más palabras, pues ambos juntaron sus labios en un salvaje beso, en su primer beso juntos. El lobo de Agust agitó su cola y aulló —no necesitaba olerla para saber que era su destinada—. Así, parte lobo como parte humana se unieron, reclamando a su Omega. Esos labios eran tan esponjosos y húmedos, gruesos y redonditos, diseñados para los suyos. Su cuerpo era delgado, pero con los músculos gruesos en las zonas correctas, y encajaba a la perfección con el suyo. Y su olor... necesitaba sentirlo... lo quería.

—Kitty... —gimió cuando dejó esa adictiva boca para besar su cuello.

—Ah... Alfa...

—Tu olor... muéstramelo... —exigió con su voz de mando, mientras desnudaba aquel cuerpo que rogaba por ser tomado.

Kitty se sorprendió por esa voz. Ningún Alfa había logrado doblegarla, pero esta vez era diferente, tenía una fuerte necesidad de satisfacerlo. Su gata le rogaba obedecer, exponiendo su cuello, liberando su dulce aroma a chocolate blanco y mermelada de fresas. Lo quería sentir, lo quería dentro, lo quería solo para sí, para nadie más.

—Mío... Mío... —dijo Agust, pues su lobo estaba tomando el control de sus sentidos y deseaba lo mismo que su Omega.

Acorraló a Kitty contra el sillón de cuero, recostándola sobre él. Luego, llevó sus labios a su abdomen, dibujando un camino de besos hasta llegar a su zona íntima. Una vez ahí, se dedicó a lamerla con un movimiento espiral, causándole uno que otro gemidito. Kitty no dejaba de retorcerse y dilatarse, preparándose para recibir a su pareja en cualquier momento.

—Alfa... Alfa... —gemía, perdiendo la cordura.

Sin embargo, algo, mejor dicho, alguien, los interrumpió.

—¡Kitty! —gritó una voz de mando que ya era conocida, una voz que no hizo más que arruinar el ambiente.

Maldición.


• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora