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El vuelo de Agust había salido al medio día, así que llegaría a Lima esa misma noche. No había sido un trayecto tan largo, pero sí algo pesado. No había dejado de repetirse el plan de Kitty y había leído más de cinco veces el correo que le envió X desde la PS. Era demasiada información y demasiadas mentiras. Volvería a ser un infiltrado, solo que esta vez estaría en contra de la Ley.

Buenos días, Agust:

Este corto correo no te lo envío como tu jefe, sino como la persona a la que reemplazarás en un futuro, quien espera que comprendas la gravedad del caso Kitty García. Y, bueno, la situación se ha complicado más de lo esperado, así que requerimos tu presencia lo antes posible.

Hemos recurrido a historiadores,  religiosos, expertos en aromas, químicos e ingenieros; sin embargo, no hemos hallado respuesta alguna a todo lo que enfrentamos. Entonces, debo ser claro contigo: Kitty García es la amenaza más grande que el sistema haya enfrentado. En este sentido, en la PS exigimos que nos brindes toda la información que poseas sobre su aroma.

Ahora debes estar preguntándote por qué y, como es de urgencia que colabores, te lo contaré mediante este correo. Lo que ocurre es que eres el único que no ha perdido la razón luego de entrar en contacto con el aroma de Kitty. Además, gracias a los datos que nos brindó Afrodita, comprendemos que mientras más tiempo uno interactúa con ese aroma, más vulnerable se vuelve, así que te haremos unos exámenes para buscar qué te permitió sobrevivir. Por otro lado, debo informarte que los puestos principales de vigilancia han sido otorgados a los nuevos reclutas, ya que nunca han interactuado con Kitty.

En conclusión, ni bien llegues a Lima comenzaremos con el interrogatorio y, luego, con los exámenes.

Agradecemos tus servicios y pedimos una disculpa por interrumpir tus vacaciones,

X

El miedo que sintió al leer ese correo fue peor de lo que imaginó. Sus juramentos ante la bandera de su nación le recordaban lo bajo que había caído. Era en parte culpable de la crisis que atormentaba a la Policía Secreta y contribuiría a empeorarla. Sin embargo, ya había tomado una decisión. Había escogido a su destinada y un futuro incierto. Había escogido capturar el Estado antes que protegerlo. Había escogido la traición por segunda vez, aunque ahora sabía que, si fallaba, no podría arrepentirse.

—En el casillero 305 del aeropuerto encontrarás el paquete —le había dicho Kitty dos días antes—. Cuando la Policía se contacte contigo y te pida regresar, deberás llevarlo contigo y entregárselo a los nuevos reclutas, quienes tomarán los puestos de seguridad.

—¿Estás segura de que funcionará?

—Solo sigue mis instrucciones —le había contestado con una expresión en blanco—. Ellos lo olerán y comerán, es imposible que no lo hagan.

Había seguido esas instrucciones al pie de la letra. No había abierto la caja, pero la tenía bien guardada y sabía qué contenía. De cierta forma, no era letal, aunque causaría mucho daño, mucho sufrimiento.

...

Las horas en el avión pasaban y la tentación de leer la información que Hope le había mandado varios días atrás aumentaba. Pensaba que nada podría ser peor que el presente. Además, Kitty le había explicado vagamente los motivos de su actuar, así que ya tenía suposiciones sobre lo escrito en ese informe. No obstante, corroborarlo era chocar contra una verdad que no le correspondía conocer.

—Queridos pasajeros —dijo una azafata desde el parlante del avión—, estamos a quince minutos de nuestro destino.

Ese era el llamado del comienzo del fin. Una nueva lucha se libraría, una que, lamentablemente, Kitty ganaría. Y él se encargaría de eso.

...

—Entonces, Hope —soltó Afrodita saboreando cada palabra—, ¿a qué se debe tu visita?

—Vine a detener tus mentiras —espetó—. Tú bien sabes que Agust ya no está del lado de la justicia.

—¿Justicia? —Rio con ganas, como si le hubiesen contado el mejor chiste del mundo. —Oh, piensas que tu querida Policía Secreta representa la justicia, ¿verdad?

—¡Sí! ¡Nosotros no somos como ustedes! —gritó apoyando sus manos sobre la silla en la que la Omega estaba esposada— ¡Nosotros defendemos el sistema! ¡Defendemos la Ley!

—¿La Ley te ordenó que mataras a Queen? —Sonrió. —¿La Ley te permite torturarme transgrediendo mis “derechos”? ¿La Ley dice que puedes intervenir un edificio con civiles para capturar a tus queridos criminales? ¡En qué hermoso mundo vives! —gritó sin borrar esa amplia curva de su rostro— ¡Me encantaría ayudarte para hacer cumplir tu “Ley”!

—Piensa lo que quieras... —Se alejó. — De cualquier forma, hoy conseguiré tu confesión.

Abrió la puerta, permitiendo que un pequeño grupo de doctores Beta entraran a la habitación. Ellos llevaban un carrito para operaciones quirúrgicas y una camilla extraña con correas. Estaban vestidos con uniformes celestes. También, cubrían sus cabellos y rostros con implementos de seguridad.

—Te presento a la división roja —dijo Hope con una expresión de satisfacción—. Ellos me ayudarán a obtener las respuestas que necesito.

—¡¿¡Qué es esto, estúpido!?! —bramó la coneja al iniciar a ser llevada a la camilla— ¡¡¡No puedes hacer esto!!! ¡¡¡Tengo un trato con X!!!

—Pues qué pena —la interrumpió—. X no está aquí, así que la única persona que podrá librarte de esto eres tú. Te recomiendo que hables lo más pronto posible o se pondrá feo.

—¿Qué me harán? —preguntó aterrada.

—Nada que te mate... por ahora.

• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora