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Luego de que llegaran al evento, Kitty y Gucci se alejaron para encontrarse con Clara, una Omega que traficaba armas entre Colombia y Perú. Ella poseía una imagen elegante y delicada; sin embargo, las apariencias engañan. En realidad, poseía una mente privilegiada, pues su habilidad para negociar y convencer era fascinante.

—Míralos ahí... —masculló Little Prince sin apartar su atención de cierta parejita— tan sonrientes y "enamorados" —bufó.

—También estás celoso, ¿verdad? —le preguntó Agust.

El castaño no quería admitirlo, pero era improductivo negarlo, aunque no debería sentirse así. Bueno, si Gucci no lo estuviese ignorando desde que tuvieron sexo, tendría razones para sentir celos. No obstante, lastimarse por alguien que no tuvo el valor de aclarar su “relación” no tenía sentido.

—¿Soy tan obvio?

—Tanto como yo. —Suspiró, acomodando el cuello de su camisa. —Por cierto, ¿qué pasó entre ustedes?

—Creí que nos estábamos dando una oportunidad. —Bajó la mirada. —Al parecer no fue así.

—¿Por qué lo dices?

—Porque no me ha hablado desde que salimos —contestó algo desanimado.

—Es un idiota.

—Al igual que Kitty.

—Tan solo está trabajando —lo justificó.

—Debería divorciarse y estar contigo formalmente si tanto te ama —argumentó Prince, agarrando un vaso con coñac que un mozo le ofreció—. O sea, ¿acaso no dejaste de lado a tu organización? ¿Acaso tu cabeza no está en juego?

Sí, tenía razón. Además, no solo era traición a su patria, sino también a sí mismo. Esperaba un hijo de la hija del asesino de sus padres. Supuestamente se iba a vengar de los García, mas la situación dio un giro de ciento ochenta grados. Y, debía admitirlo, le encantaba estar con Kitty, pese a todo lo negativo que implicaba.

—Lo está... Y, si su plan sale mal, todos acabaremos en la cárcel o, peor, muertos.

—Ves. —Le dio un profundo sorbo a su licor. —Si arriesgas tanto, ¿acaso no mereces más reconocimiento? —Volvió a beber hasta acabar y continuó: —Básicamente, serás su títere. Ella controlará a la Policía Secreta y tú serás su fachada.

—Es a lo que accedí...

—Pero ¿no crees que mereces más? —Llamó a otro mozo para agarrar más alcohol. —Ya tienes su amor. Ahora exige respeto, poder... —Bebió más. —Ya sabes, por lo que todos estamos aquí.

—¿Y tú? ¿También le exigirás lo mismo a Gucci? ¿Le pedirás que se divorcie?

—Mira, lo mío es diferente. Nosotros no estamos destinados y... prefiero actuar como si no me importara. —Volvió a terminar su bebida de golpe —Y, ahora, me parece que tenemos trabajo. —Alzó la vista. Al parecer, buscaba a alguien en particular de entre los peces. Entonces, lo vio. —¡Señor Santander! —llamó dirigiéndose a un Beta de buen porte.

En ese momento, el hombre le hizo un gesto como indicando que podía acercarse, así que Prince fue. Así, Agust quedó solo en medio del salón, observando cómo Kitty brindaba a lo lejos. Luego notó que su encuentro con Clara había terminado, pues se alejó de ese grupo para tomar un poco de aire en el balcón. Entonces, el Alfa aprovechó para hablar con ella.

Avanzó entre esa gente con aromas extraños y atuendos costosos hasta llegar al balcón. Por suerte, cuando llegó, vio que su Omega era la única persona ahí.

—¡Kitty! —exclamó al llegar.

—Hola... —saludó la pelirrosa con una sonrisa tierna.

—Quería hablar contigo, pero no sé si es un buen momento. —Caminó hacia ella sin dejar de admirar lo hermoso que le quedaba su vestido.

—Depende de lo que tengas que decirme —ronroneó la felina.

—Quiero hablar de lo tuyo con Gucci —soltó cambiando el ambiente de golpe—. Quiero que lo dejes.

—¡¿¡Qué!?!

Por otro lado, cierto Alfa león no podía ocultar el malestar que inundaba su pecho. Se sentía furioso por las risas coquetas que soltaba Prince mientras charlaba con Santander. No le agradaba para nada que hubiesen conectado tan rápido, en especial, por la mala fama de ese Beta. Sin embargo, no tenía el valor suficiente para ir y separarlos. Por eso, cuando el Omega se excusó para ir al baño, vio la mejor oportunidad para interferir, así que lo siguió.

Una vez él abrió la puerta, lo empujó levemente para que ambos entraran y, luego, la cerró. Estaba listo para enfrentar sus sentimientos, aunque podría ser un poco tarde, tan solo un poco.

—¡Oye! ¿Qué te pasa? —gritó Prince.

—Necesito hablar contigo.

—¿Sobre qué? ¡¿Sobre cómo me has estado ignorando todo el día?! —rugió— Lo siento, amigo, pero a mí nadie me trata así. Si no aguanté a mi destinado, menos te aguantaré a ti, así que, ¡permiso!

Su aroma a helado de mocca y pisco se sentía más alcohólico que nunca. Era amargo, lleno de resentimiento y decepción, una fragancia que Gucci no se permitiría oler otra vez, pues ese osito no se lo merecía.

—Perdón.

—¿Tú me estás pidiendo perdón a mí? 

—Es en serio —susurró—. Perdón.

• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora