💤35🥀

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Sus ojos comenzaron a picar. Era como si intentaran despertarlo, pero su cuerpo no quería. Le temía a la realidad que acechaba tras su puerta, pese a que llevaba un largo tiempo deseando enfrentarla. ¿Se estaba acobardando en el último momento? Tal vez.

—¡Despierta, lobo estúpido! —gritó Little Prince una vez más.

Desde hace varios minutos lo sacudía sin parar. Se había cansado de oír sus ronquidos y ver su baba ensuciar el sillón. Lo había llevado al edificio en el que se estaba ocultando todo el grupo de Kitty. Esto no era por algún plan secreto ni nada por el estilo, sino porque quería "facilitarle la vida" a su querida amiga.

—¡Agust! ¡Voy a lanzarte agua helada!

—Déjame dormir un poco más... —murmuró sin abrir los ojos.

—Ok, perfecto. —Se enojó frunciendo el ceño. —Entonces, llamaré a Kitty y le diré que se encargue de ti. —Sacó un celular del bolsillo de su abrigo Prada. —Supongo que le encantará ver tu cara de borracho patético.

De golpe, el Alfa se levantó con una pizca de pánico en sus acciones. No quería ver a su amada así... No quería que lo viese tan débil, pues esa clase de personas no eran de su agrado. Necesitaba limpiarse y tranquilizarse.

—Buen chico... —susurró el Omega antes de volver a alzar la voz—. Bien, lobito. Allá está el baño, así que toma una ducha y cámbiate. Ahí dejé algo decente para ti. No puedo creer que tengas tan mal gusto.

—Gracias, creo.

—Sí, lo que sea.

Le estaba haciendo un favor, sin duda, o al menos eso pensaba el oso. Según su punto de vista, estaba cumpliendo con su buena acción del año: ayudar a una pareja complicada.

Tal vez su propia historia de amor no tuvo un final feliz, pero por eso no podía condenar al resto a lo mismo. Sí, se odiaba por haber traicionado a RB, pero a él lo había llegado a odiar aún más. Sí, no quería volver a enamorarse, pero no repudiaba el sentimiento, con eso no ganaría nada. Tal vez, solo tal vez, podría vivir lo que no tuvo a través de Agust y Kitty. Eso estaba bien, ¿verdad?

...

Kitty llevaba sufriendo en silencio desde la huida de Lima. Comía menos, se encerraba en su habitación y hasta olvidaba maquillarse en algunas ocasiones. Prince y Gucci estaban preocupados por ella, así que decidieron apresurar la reactivación de sus negocios, lo cual funcionó los primeros días. Sin embargo, unos pequeños mareos comenzaron a atormentar a la felina, avisándole que había un problema con su salud.

—¿Estás bien? —le preguntó el Alfa león, sujetándola con cuidado y relajándola con su aroma a lluvia y pinos.

La pelirrosa, luego de acabar con ese traidor del paquete 328, se empezó a sentir mal. Su piel palideció y su vista se tornó borrosa, como si se fuera a desmayar, aunque eso no pasó.

—¿Crees que es anemia?  —le preguntó a Gucci mientras se recostaba en un acolchado longue.

—Lo dudo. Si fuera anemia, siempre tendrías este mismo estado. Debe ser algo más.

—Mmm...

—¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo?

—¿Por qué preguntas?

—Solo contesta.

—Bien... —masculló—. Fue con Agust, la noche previa a la emboscada.

—¡¿En luna roja?! —exclamó Gucci completamente alterado—. Por favor, dime que usaste condón.

—Amm... No, pero tomé mis pastillas anticonceptivas.

—¡¡¡Mierda!!! —volvió a gritar, pateando una escultura de mármol que tenían como decoración.

—¿Qué pasa? —preguntó Kitty algo asustada; nunca lo había visto así.

—En luna roja, los lobos son 100% fértiles y la única forma de protegerse es con condón. Las pastillas no funcionan, Kitty —le aclaró al ver su cara de terror y sorpresa—. Estás embarazada.

—¡¿Qué?! ¡¡¡No!!! —Se comenzó a hiperventilar. —¿Ahora qué haremos?

—¡No sé! ¡Déjame pensar!... Ammm... ¿Quieres al bebé? Porque podrías abortarlo...

—¡Eso no! —lo interrumpió— No soportaría la tristeza de perderlo. ¿Y si lo conservamos? Podrías decirle que eres su padre...

—¿Y si es un lobo? ¿No crees que se daría cuenta?

—¡¡¡Ay!!! ¡No sé!

—Aunque podemos darlo en adopción y asunto resuelto —murmuró el Alfa.

—¡Eso no, estúpido! Ya te dije que no quiero... —Un aroma conocido se hizo presente, acercándose y acercándose, alterando a su gata montés.

—Mierda.

Ese olor, chocolate amargo y menta, ambos sabían a quién pertenecía. Por eso, la única pregunta que se plantearon fue por qué en ese preciso momento tuvo que aparecer.

De repente, la puerta fue abierta por un Omega castaño, quien portaba una desinteresada sonrisa. Su aroma demostraba emoción; al parecer, disfrutaba de su interrupción.

—¡Adivinen a quién traje!

La pregunta no tenía que ser contestada, no fue planteada para ese propósito, sino para alterarlos más de lo que ya estaban. Era obvio quién lo acompañaba por detrás. Ese olor no podía ser ignorado; además, esa cabellera oscura era otra prueba irrefutable. Agust había vuelto por Kitty. ¿Finalmente decidiría quedarse? ¿Aceptaría al bebé? ¿Dejaría todo por su nueva familia?

—Hola —saludó con su característica voz ronca, avivando los nervios de su Omega y prendiendo nuevamente una pequeña llama en su pecho.

—Hola, Agust —contestó Kitty aún paralizada—. Un gusto volver a verte.

—Lo mismo digo. —Sonrió. —Un gusto.

• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora