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Agust se plantó frente a la entrada del pasillo. Por ahí se llegaba al baño, el cual estaba al fondo, y había algunas salas de reuniones y cuartos. Sin embargo, los invitados no buscaban acercarse ni aunque quisieran ir al baño. Era como si la presencia del Alfa fuese más que suficiente para apartarlos, pero se notaba en sus miradas que sabían algo más. Y Agust ya se había percatado; no era tonto.

—¡Hola! —saludó una voz animada. Era la Omega coneja de antes.

—Afrodita, hola —dijo Agust con naturalidad.

—¿Qué haces aquí tan solo? —Se apoyó contra la pared a la derecha del lobo, ignorando la formalidad del evento y que llevaba puesto un costosísimo vestido.

—Órdenes de Kitty.

—Bueno, como que ya se tardó mucho. —Soltó una risita infantil cubriendo su boca. —¿No crees?

—Tan solo han pasado quince minutos —contestó mientras revisaba la hora.

—Eso es más que suficiente para tener un Alfa a sus pies —añadió Afrodita cambiando de semblante. Su mirada se oscureció ligeramente y su sonrisa se transformó en una mueca burlona—, pero bueno... mejor no interrumpir. —Y se fue como si hubiera hecho una travesura, liberando su aroma a albahaca y aceite de oliva.

El lobo de Agust enloqueció. Quería entrar a esa supuesta reunión y reclamar a su Omega —necesitaba hacerlo—. Entonces, sus sentidos se intensificaron. Los gruñidos y reclamos de su animal habían logrado cegarlo. Ya no pensaba con claridad. Tan solo quería oler a su Kitty para asegurarse de que no hacía nada "inusual" con RB.

Por eso, cerró los ojos y se concentró en esa fragancia a chocolate blanco y mermelada de fresas. Tenía la esperanza de que estuviera normal, pero sabía de lo que esa felina era capaz. Y no estaba equivocado; había algo inusual en su olor. Estaba mezclado con petricor y madera húmeda —ese aroma le pertenecía a RB—. Sin embargo, no debía sacar conclusiones precipitadas, así que puso más atención... Sudor, excitación, feromonas: todo estaba mezclado. Sí era lo que pensaba.

—Mierda... —susurró antes de correr hacia su Omega.

Abrió la puerta de esa sala con brusquedad, completamente desesperado. Inmediatamente, los vio, juntos y gimiendo. Kitty estaba de rodillas haciendo una felación. Sus labios se movían como expertos y una de sus manos la ayudaba a tocar a ese Alfa. Mientras tanto, RB estrujaba su cabello y tiraba ligeramente su cabeza hacia atrás disfrutando el momento.

Sin embargo, cuando notaron la presencia de Agust, quien no paraba de expresar enojo, se separaron. RB lucía asustado, como si lo hubieran atrapado en un terrible crimen.

—No es lo que parece —se excusó, mas fue ignorado.

Por otro lado, a pesar de ser descubierta en tal vergonzosa situación, Kitty no dejaba de sonreír. Su mirada denotaba un brillo maquiavélico y su postura era una expresión de poder. Luego, sus labios soltaron unas crueles palabras:

—Mátalo.

Y eso pasó.

Agust se convirtió en un lobo gigante y saltó sobre el Alfa oso, quien no llegó a transformarse a tiempo. Sus colmillos se estamparon con furia sobre el cuello de su enemigo y lo mordió sin medirse. Le perforó hasta los huesos —sin piedad—, así pudo arrancarle la cabeza. Luego, con sus garras, destrozó lo que quedaba de su cuerpo.

En ese instante, unos murmullos y pasos apresurados se hicieron presentes. Un grupo de Omegas y Betas ingresó a la escena del crimen. Para eso, Agust ya era un humano otra vez; estaba desnudo y cubierto de sangre.

—Lo mataste —susurró Little Prince, quien no dejaba de observar el cadáver como si fuese una obra de arte.

Luego, una manta rodeó los hombros de Agust. Uno de los Betas se la había entregado.

—Lo maté... Yo...

Era la segunda vez que perdía el control de esa forma. No lo podía entender. Él siempre había sido metódico y tranquilo, al igual que su lobo. ¿Por qué había actuado así?

—El cuarto a la derecha del baño —continuó el Omega oso polar—, ve allí. Encontrarás un traje idéntico al que tenías antes, pero báñate antes de ponértelo.

Su voz sonaba plana, sin vida, pero intentaba estar calmado. Tan solo miraba el cadáver de su Alfa sobre el suelo, destrozado y bañado en sangre. De cierta forma le dolía, pero la satisfacción de verlo muerto era superior, así que comenzó a carcajearse. Su risa era oscura, maníaca y perturbadora. Se escuchaba cargada de dolor y placer, era tan confusa que muchos de los presentes no la comprendieron.

Agust, al igual que otros, no entendía qué pasaba, pero evitó entrometerse. Salió corriendo hacia donde se le había indicado y se metió a la ducha de una vez. Debía limpiar su cuerpo y, si era posible, su consciencia. No podría volver a dormir tranquilo.


• CAZANDO A KITTY GARCÍA • Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora