Capítulo 39

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Seguía un poco deprimido para cuando volví a casa por la tarde. Sin duda alguna era mi culpa. Quiero decir, ¿a quién rayos se le ocurría involucrarse en peleas ilegales, drogas, salir de ello con dos puñaladas, un pulmón medio perforado, apenas sobrevivir y seguir queriendo estar en el equipo de sus sueños? Yo, por supuesto. Porque simplemente no podía pensar en cosas más absurdas.

Ya era hora de dejar de hacer todo sobre la marcha. Debía pensar antes de actuar. Debía medirme en mis decisiones, no comportarme como un completo idiota y egoísta. Tenía muchísima suerte que los chicos no me fueran dado la espalda y, más aún, que mi madre todavía me dirigiera la palabra.

Pensé en Waliyha, y en lo que me diría si se enterara de todo lo que había pasado desde que había venido a vivir a Los Ángeles.

«Ni siquiera me sorprende. Naciste imbécil.» sería lo primero que fuera salido de su boca.

No lo negaría.

Suspiré audiblemente, lanzando el bolso en algún lugar de mi habitación y sin ningún cuidado me tiré sobre mi cama. Debería, también, recordar que tenía una herida de seis puntos en el pecho, con la que apenas podía respirar.

Maldije por lo bajo pero no me moví. Ni siquiera me di cuenta en el momento que me quedé dormido, sólo sé que reaccioné en cuanto unas voces me despertaron. Venían del piso de abajo. Miré la hora en mi reloj de mano, acababan de ser las seis de la tarde, mi madre ya había llegado. Antes de bajar a inspeccionar que ocurría me quité el pavoroso suéter del instituto y me solté la corbata. Bajé las escaleras restregándome la cara para tratar de quitarme la cara de dormido que debía tener, y en cuanto estuve en el recibidor me encontré con Riley y un... ¿niño?

¿Qué estaba pasando?

¿Por qué había un niño en mi sala? ¿Por qué mi madre estaba tan radiante? Y, sobre todo, ¿por qué el niño estaba sentado sobre las piernas de mi madre?

––Oh, Zayn. Ya despertaste. Fui a tu habitación cuando llegué pero te vi tan tranquilo durmiendo que no quise levantarte.

Aún desconcertado, no le quité la mirada de encima al niño. Tendría como unos cinco o seis años, la masa de pelo le abarcaba casi toda la cara, porque era un color negro y muy ensortijado. Sus ojos eran claros, no sabría decir el color porque estaba muy lejos, pero de manera muy espeluznante se parecía a Riley.

¿Qué rayos? ¿Riley tenía un hijo?

––Sí, yo... ––tartamudeé un poco –– ¿Quién es el niño? ––quise quitarme la duda de una vez.

Riley miró a mi madre, sonriendo nerviosamente.

––Se llama Dave. Es mi hijo ––lo dijo de la manera más orgullosa posible.

–– ¿Tu qué? ¿Tenías un hijo?

––No enloquezcas, por favor ––pidió mi madre. Se me salió una risa de repente.

––No, no es enloquecer. Es simplemente... ––observé al niño –– ¿cuántos años tienes?

Por primera vez posó sus ojos en mí, dado que había estado pendiente de su juguete de Spiderman.

––Tengo cinco y medio ––respondió con su dulce e inocente vocecita.

––Wow. Eso es mucho.

–– ¿Tú también tienes cuarenta como mi papá? ––se me salió una sonrisa, y mi madre y Riley se echaron a reír.

––No, soy mucho ––alargué la palabra para molestar a mi madre –– más joven que estos dos.

Surrender | Zayn Malik |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora