Capítulo 37

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En mi día de alta, sólo podía pensar en una cosa. Intentaba encontrar una forma para escaparme del castigo de mi madre. Bueno, no lo llamaría escaparme, sólo sería una pequeña baja por una buena causa. Pero por la cara de mi madre al meter mis cosas en la maleta del auto, supe que no tenía muy buena pinta de decir que sí. No se lo había comentado ––desde ahora le tenía un poco de miedo ––, sólo analizaba sus reacciones a todo, y desde luego que gruñirle a un vaso de café por haber manchado su manga o gritarle a una enfermera que tropezó accidentalmente estaba definitivamente en algún libro llamado Por humor del todo el mundo: manual de instrucciones.

Aunque, siendo sincero, podía comprenderla. Por más hipócrita que suene, si un hijo mío hiciera lo que yo hago a mi edad, seguramente haría lo que ella está haciendo. Incluso podía plantearme la idea de meterlo en algún centro de rehabilitación. ¿Quién sabe? Tal vez yo era un enfermo mental.

–– ¿Puedes dejar de mirarme tanto? Me haces entorpecer mis cosas.

Mi madre habló mientras cerraba la portezuela. Le sonreí débilmente al tiempo que subía con cuidado al auto. Me había dado el alta, sí, pero no me habían quitado los puntos de ninguna de las dos heridas. El pecho lo sentía como si en cualquier momento se fuera a abrir de par en par con cualquier movimiento, y que yo al bajar la mirada pudiese ver mi corazón latiendo y toda la sangre. Repugnante.

Cuando mi madre se montó en el auto, parecía de mejor humor, y mientras más nos alejábamos del hospital, su rostro se relajaba más.

–– ¿Mamá? ––llamé, algo inseguro.

–– ¿Sí, cariño?

Cariño. No la había escuchado llamarme así desde más de dos semanas.

––Sé que no puedo pedirte nada… pero quisiera hacerlo.

De pronto, ya no parecía tan feliz.

––No tienes permiso para lo que sea que quieras pedirme ––habló con voz dura.

––Pero mamá…

––No.

–– ¿Puedes escucharme, al menos?

Mi madre sólo miraba al frente, y la única señal que obtuve de su parte para continuar fue su breve suspiro.

––Si quieres, incluso puedes quedarte a mirar. Sólo necesito unos minutos, mamá. Es importante para mí.

Ella no dijo nada después de unos segundos. Los minutos pasaron y ella seguía indescifrable. Ya me había dado por vencido cuando ella soltó la respiración de golpe.

––Bien ––soltó, resignada, recordándome a Waliyha ––. ¿Adónde te llevo?

––Sólo necesito unos minutos, ya vuelvo.

Cerré la puerta del auto, comenzando a caminar por el sendero de piedra que llegaba hasta la puerta principal. El pequeño jardín estaba deslumbrante, dado que estábamos en primavera. Había flores por todos lados, relucientes y con vivos colores. El césped era de un verde vivo, y quise que la primavera durara para siempre.

Toqué el timbre, esperando ansioso. Miré de reojo hacia el auto, mi madre estaba esperando adentro. Después de unos diez segundos, la puerta se abre.

La mujer parece desconcertada.

––Zayn…

––Hola, Sra. Jonhson, ¿está Sam? Necesito hablar con ella.

Surrender | Zayn Malik |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora