Capítulo 40

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Sam

Habían pasado tres semanas desde aquella espantosa noche ––nueve de mayo. Y ahora sólo faltaban dos días para mi cumpleaños. Sabía que Cristina tenía algo en mente, ya que todos los años me sorprendía con algo nuevo. El año pasado, ella llevó una tarta muy temprano en la mañana y la dejó en el suelo, con la vela encendida ––aparentemente, ella ignoraba los riesgos que eso podía ocasionar ––. Y aunque casi la piso por accidente, mi cariño por ella se intensificó mucho más al detallar que la había hecho ella.

Feliz cumple, perra. Adorable. 

El año anterior a ese, fue un gatito. Por mala suerte, había descubierto mediante su regalo que era alérgica a los gatos y tuve que regalarlo, pero a cambio de eso me dibujó uno y lo pegó en el piso de mi cuarto ––tan creativa como siempre –– y dijo: "Mira, casi parece que estuviera maullando". Lo aprecié mucho, aunque el gato era un simple círculo con cuatro líneas torpes y dos ojos demasiado grandes para su cabeza.

Sin embargo, el regalo más normal que me había hecho fue hace tres años. Ella me tendió la pequeña caja, un poco pesada, poniéndola sobre mis manos. Pensé que en cualquier momento explotaría, pero no lo hizo. Cuando lo abrí, quedé impresionada. Cristina me había regalado una foto enmarcada de nosotras, sonriendo frente a la cámara.

El día que nos hicieron la foto lo recuerdo muy bien, porque fue cuando por estar practicando con sus patines me fracturé el brazo. Así que en la fotografía estaba yo, con un brazo escayolado, sonriendo algo torpe y las mejillas rosadas por el llanto, y a Cristina al lado, con su brazo sobre mí y la mano en la cadera, con su ropa terriblemente fuera de lugar. Pero había algo en la foto que siempre me hacía sonreír. No sabía si era la forma en que Cristina parecía pasar de todo ––en la manera en que se inclinaba sobre mí, como protegiéndome, pero al mismo tiempo sonriendo con sus dientes torcidos y su cabello rubio despeinado.

Mi madre había tomado la foto justo después de salir del hospital, así que cuando detallaba la foto, podía ver el reflejo del logo por la ventanilla del coche, donde estábamos apoyadas. Teníamos trece o catorce años ––algo viejas para seguir patinando –– pero algo no había cambiado: ella y yo seguíamos siendo de la misma manera. Cristina, que parecía inmune a todo, incluso cuando hubiese presenciado cómo se me fracturaba el brazo en tres partes, y yo, que parecía demasiado débil o insegura, pero feliz a su lado.

Así que, luego del montón de sorpresas de todos los años, había dejado de intentar adivinar lo que me obsequiaría.

Observé a mi grupo cuchichear a la entrada del instituto, y en cuanto me vieron se callaron. No podían ser menos obvios. Al menos esperaba que no me hicieran una fiesta sorpresa con un montón de gente que no conocía. Cristina estaba al lado de Liam, como siempre, sonriéndome. Sin haberlo previsto, ellos encajaron de una manera que nunca pensé. No quería estar adelantándome ni nada, pero era como... si sus universos giraran por el otro.

Zayn llegó a mi lado, levantando la mano hacia mi cara y presionando un beso sobre mis labios. Si había algo que nunca me cansaría, sería la manera en que mi corazón enloquecía cuando él estaba alrededor.

––Hey ––saludó él, dándome esa sonrisa de lado totalmente encantadora. Mis piernas casi se doblaron, estaba derritiéndome. Sentí mis mejillas arder en cuanto recordé nuestra conversación de ayer por la noche.

––Hola, vaquero. ¿Qué se supone que hacían?

––Ya sabes, reuniones súper secretas. Cristina tiene algo en mente para tu cumpleaños.

Gemí en respuesta.

––No me gusta como suena eso.

–– ¿En serio? ––él parecía verdaderamente divertido ––. A mí sí. No puedo imaginarme lo que pasa por su cabeza.

Surrender | Zayn Malik |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora