Capítulo 2

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Cuando llegué a casa eran pasadas las tres de la tarde, y me apetecía comer algo, pero no había nada de comida en el refrigerador así que tomé el dinero de emergencia que mi madre siempre dejaba, mi patineta guardada todavía en una de las cajas en el garaje y salí de la casa sacándome la molesta camisa de adentro del pantalón. En Londres, iba a un colegio público y no tenía nada que envidiarle a los privados. No sabía qué ganaba mi madre colocándome ahora en uno privado. Eran tan… organizados, minuciosos, sobre absolutamente todo. Estrictos. Y me fastidiaba demasiado. Esquivé algunas personas tomando velocidad, saltándome las señales de alto y ganándome un par de insultos.

No me importaba. ¿Qué podía comprar en el supermercado? Y, la pregunta más importante, ¿dónde quedaba el supermercado? Tal vez pudiera preguntarle a alguien…

Un claxon llenó mis oídos antes de ser golpeado por algo. Mejor dicho, un auto. Mi patineta se quedó rodando por el suelo hasta llegar a la acera, pero yo no corrí con la misma suerte. Mi cuerpo chocó con la capota estrellándose contra el parabrisas, pasando de largo por el techo y, finalmente cayendo al piso detrás del auto. Me sentía adolorido y mareado, pero estaba consciente.

–– ¡Oh, por Dios! ¡Lo has matado, lo has matado!

Aunque estaba despierto las voces llegaron desde muy lejos. Me dolía el hombro derecho, y estaba seguro que lo que bajaba por mi cara y mi brazo era sangre.

–– ¡Fue él quién apareció de la nada! Oh, Dios mío, qué he hecho… ––alguien se arrodilló a mi lado porque tapó la luz del sol. Moví la cabeza un poco para verle la cara. Se veía distorsionada –– Llama a una ambulancia, estoy demasiado nerviosa para manejar. Iré a prisión, Sam, iré a prisión…

––Cállate y comprueba que aún está vivo.

Unas manos me tantearon la espalda a lo que yo gruñí. Apoyé la mano en el pavimento, que ardía por el sol, y me puse de costado con una mueca.

–– ¡Está vivo! ––gritó quien estaba a mi lado. Su voz sonó más cerca cuando habló de nuevo –– ¿Estás consciente?

––Claro que lo estoy. Ayúdenme a levantarme.

Escuché un suspiro.

––Gracias a Dios. No iré a la cárcel.

Quería asustarla un poco ––sí, era una chica ––, pero lo dejé así. Me martilleaba la cabeza como si hubiera escuchado música alta durante semanas sin pausa alguna. O como si alguien estuviera gritándome en el oído. Había alguien más arrodillado a nuestro lado pero estaba ocupada hablando por teléfono. Cuando me hinqué en el suelo todo daba vueltas, pero no estaba tan mal como lo imaginé. El uniforme estaba destrozado, sí, y mi madre me mataría, pero al menos estaba vivo.

––Vienen en camino ––también era una chica. Se quedó mirándome por unos segundos, podía sentir sus ojos sobre mí ––. El uniforme…

––Sí, Sam, el uniforme quedó destrozado, pero la ambulancia…

–– ¡No, él es de nuestro instituto!

––Oh ––la chica que no paraba de decir que iría a la cárcel me miró fijamente. Yo la veía por dos. La cabeza realmente me latía y yo rogaba que la ambulancia llegara rápido para que pudieran darme un sedante y calmar el dolor. Hasta ahora no me había dado cuenta que un grupo de personas estaba rodeándonos como un círculo, mirándonos desde arriba ya que nosotros estábamos en el suelo –– ¡Eres es nuevo! ¡Es de nombre raro!

––Sólo Zayn, por favor. Y si pudieras dejar de gritar te lo agradecería, la cabeza está apunto de estallarme.

Mis manos temblaban.

Surrender | Zayn Malik |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora