Prólogo: La Carretera

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Alayna

Nadie en su sano juicio, se pondría a pensar en su final antes del mismo. Todos quieren vivir una vida sin problemas, sin cavilaciones, sin necesidad de nada. Por esa razón, no me imaginé que estaría alguna vez en una situación así. Pero es increíble, que todo lo que decides omitir durante la vida, aparece como un pequeño instante cuando estás a punto de morir. Todos los momentos avanzan tan rápidamente, que es permitido cuestionar si es real.

Soy Alayna Smith. Y lo que acabo de contar fue algo que me sucedió a los siete años.

¿Crees en los milagros? Es un poco complicado cuando el mundo sigue siendo azotado por maldiciones, es tan difícil que cuesta fijarnos en lo bueno. Sin embargo, yo sí creo.

El 15 de Febrero del año 2011, mis padres habían decidido ir de visita a la casa de mi abuela, que se establecía en Portobelo. No éramos de ascendencia latinoamericana, pero nos gustaba mucho esos lugares, tanto que cuando mi abuelo falleció, su esposa se trasladó a ese lugar, donde fue exactamente su luna de miel. Aún puedo recordar el vasto cielo azul y sus ornamentales nubes blancas. El ancho mar resplandeciente en la Bahía. Y el olor a agua salada. ¡Me encantaba! Había una cosa que me sorprendía y eran las leyendas que se instalaban en esos alrededores. Sobre duendes, hadas, brujas, dragones, etc.

Por supuesto, seguían en su vastedad legendaria.

Ese día habíamos preparado todo, las maletas estaban en el taxi que nos llevaría al aeropuerto desde Madrid. Llevamos ropa cálida, ya que, en esta época del año, Portobelo se llenaba de turistas y hacía un calor de los mil demonios. Todo parecía ir de acuerdo al plan.

Una nueva aventura que añadir a la lista.

Mis padres son jóvenes, en ese entonces no superaban los treinta. Ahora lo hacen y aunque el trabajo los agota, creo que el que más carga en su tiempo, soy yo.

La emoción recorría sus cuerpos, mi madre no veía a mi abuela hace tres años y yo la extrañaba. Sin embargo, cuando nos subimos al taxi para empezar nuestra travesía, un presentimiento se instaló en mi estómago y le hablé a papá.

—Papá, ¿Será bueno ir? No me siento bien —a pesar de tener siete años, podía comprender que estaría arruinando el viaje que tanto querían hacer.

—Nena, deben ser los nervios —me respondió con cariño, mientras me abrazaba.

En ese entonces, pensé en esa posibilidad. No había visto a mi abuela desde los cuatro años, casi ni la recordaba si no fueran por las fotografías. Podía ser, podían ser los nervios. Llegamos al aeropuerto en menos de media hora y nos dedicamos a esperar, mientras los demás aviones salían. Como aún teníamos algo de tiempo, le había pedido permiso a mi madre para tocar mi violín, a lo que ella me había dicho que sí.

Saqué el instrumento de su funda y me dispuse a tocar una melodía alegre, para evitar las malas vibras y calmar los nervios. No me acuerdo qué canción fue la que toqué, pero recuerdo a mis padres aplaudiendo al ritmo de los acordes, mientras otros niños bailaban alrededor. Al cabo de unos minutos, nos llamaron.

Ya en el asiento, dentro del avión, no podía dejar de sentirme nerviosa y me dolía el estómago, como si un elefante se hubiese subido encima. Intenté descansar, pero todo el presentimiento de que algo malo iba a suceder me calaba en lo más profundo de mis entrañas. Esa vez mi madre se dio cuenta de que yo no estaba bien. Para variar, el vuelo no fue tranquilo. Mamá recorría todos los rincones buscando pastillas y agua para que yo me calmara, sufrí vómitos, mareos, dolor de estómago...y todo, por causa de una corazonada.

Que al fin y al cabo, fue correcta.

Ese día no alcanzamos a llegar a Portobelo, ni siquiera al hotel. Salíamos del aeropuerto con dirección a nuestra primera estadía. Eran aproximadamente las diez de la noche, y nosotros íbamos en un auto arrendado. Había comenzado a llover muy fuerte y el temor que llevaba conmigo se había hecho más fuerte. Le había pedido a mi papá que condujera despacio, pero aún con la lentitud, la tormenta se acrecentaba. A través del vidrio podíamos ver el barranco que se extendía por nuestro lado izquierdo, el camino abajo estaba destinado a las vías de un tren. Ansiaba llegar a Portobelo, mi abuela esperaba por nosotros.

La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora