Alayna
La cálida sensación de qué lo peor ha pasado inunda la casa y es que cuando nos sentamos a comer, no puedo evitar pensar en lo mucho que debo disculparme, pero no sé qué decir, así que mejor no lo hago.
Me dejo caer en silencio en la silla y ahogo un jadeo asustado cuando siento los labios de papá en mi frente.
—Ya va a pasar, nena. Solo disfruta. De tiempo en tiempo —susurra reconfortándome, pero aunque le sonrío, mi corazón y mi mente siguen corriendo a mil por hora buscando maneras de molestar. Estoy cansada de tener que pasar por este trauma.
El olor a la comida me saca de mis pensamientos. Inhalo y cuando siento el aroma a las papas rellenas de mamá, sonrío. No hay nada más exquisito en el mundo que la comida de mi madre.
El tiempo pasa lento y tranquilo, lo cual agradezco. Como y como sin parar, porque además de las papas, hay carne, verduras, postres y más. Mi abuela hizo unos raviolis con salsa blanca que están para chuparse los dedos. ¡Son fabulosos! Y lo hago notar, cuando un gemido de satisfacción sale de mi boca al probar esa maravilla.
— ¡Abuela, esto está...! —Otro jadeo y mi familia se ríe — ¡Wow!
—Sí mamá, esto está exquisito, ¿Cómo haces la masa? —decido escuchar más que hablar.
Después de la cena, esperamos que den las doce y mientras tanto me imagino la casa con las luces a su alrededor, brillando y sobresaliendo. Cierro los ojos guardando aquella imagen en mi mente. Para ese tipo de cosas, desearía tener mi vista de nuevo. Pero sé que es imposible.
Salgo a tomar un poco de aire, sé que las lágrimas quieren llegar, pero las reprimo. Me duele más que vean que sigo sufriendo.
Algún día quizás... Tal vez algún día pueda volver a ver las estrellas, o las luces de navidad.
Tal vez en un futuro.
Inhalo una gran bocanada de aire al sentir las manos de alguien en mis hombros.
— ¿En qué piensas? —es mamá.
—En nada —sonrío como siempre lo hago cuando no quiero que me vean dolorida —De verdad.
La siento suspirar. Su mano se cierra en la mía y recuerdo que ellos son los únicos que me mantienen en pie.
—Sé que es difícil...
—Mamá, no quiero hablar, por favor —la corto, porque por mucho que lo diga, ella no lo hace. No puede entenderlo.
—Quizás necesitas más libertad, puede que te sientas mejor siendo más libre —comienzo a escucharla cuando me doy cuenta de a que se refiere.
— ¿Te refieres a...?
—Sin médico, nada más de citas —suspiro. Eso es un maravilloso regalo —Podrías ir a la universidad si quieres.
—Pero, ¿No te da miedo?
—Por supuesto, siempre estaré con miedo, pero creo que hemos hecho algunas cosas mal. Que seas ciega no significa que te tratemos como niña pequeña —sin querer suelto un chillido y la abrazo fuerte.
— ¿Qué dijo papá?
—Yo fui él de la idea —di un respingo al sentir su presencia —Pero que quede claro, Alayna. Cuando te escapes, no más allá de la verja, por favor.
Me quedo paralizada y trago grueso. ¿Él... lo sabía? ¿Sabía que me había escapado?
—Ya lo sé. Eres muy obvia, pero está bien... Solo quiero que confíes en nosotros y no lo escondas, ¿Sí? ¿Qué vas a hacer al bosque?
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La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)
FantasyUna melodia se instala en la mente de una Alayna de siete años, cuando en un accidente, queda ciega. Desde ese momento, todo lo que le queda es el sonido. Sus oídos se transforman en sus nuevos ojos y sus dedos en su portavoz más agradable. El 15 de...