Capítulo 37: El Levantar Del Espíritu

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Alayna

Al fin cumplí la semana.

Y un poco más.

Me encuentro sola en el río después de otra sesión de entrenamiento en la que solo pude emplear un campo de fuerza pequeño. No tengo suficiente fuerza, dijo la guerrera y no tengo confianza aún. Sus palabras fueron tal cual: Confías en tu idea, pero no en que tú seas quien la ejecute. Y se supone que debe ser al revés.

¿Qué hago aquí si no sirvo para esto?

Cierro los ojos despacio y noto que me duelen, pero puedo aguantarlo, pues el dolor de no poder dormir no se asemeja a lo que sentí cuando esos vidrios se clavaron en mi vista. Aun así, me quedo un rato dejando que pase el ardor.

— ¿Piensas en lo que te dije? —suena una voz y la reconozco de inmediato.

—Pienso en mucho y en nada a la vez —respondo.

— ¿En alguien en especial? —Abro los ojos y veo que se sienta en el agua junto a mí. Ni siquiera nos importa que sea de noche y el agua se haya puesto fría, así que decido contarle de mí.

—Sí, bueno, hay alguien —susurro sonriendo mientras me acomodo, apoyando mi cabeza en la fuente de los dones.

—Cuéntame sobre él —se ríe.

—Bueno, es alguien muy valiente, cariñoso, respetuoso, es un hombre de ensueño —sonrío recordando a Arthur y todos los momentos que hemos pasado.

— ¿Es un dragón?

—Sí.

— ¿Cómo se conocieron? —pregunta.

—Pues, me asusté cuando sentí su presencia y salí corriendo. En ese momento era ciega, así que ni veía por donde iba y caí por un acantilado.

Suelto una carcajada al escucharme. Es una ridícula manera de conocer a alguien, pero así fue. Así llegó Arthur a mi vida y aunque fue una trágica manera, no me arrepiento de haber ido al bosque esa noche.

—Suena... romántico —dijo con sarcasmo.

Volvimos a reír un buen rato, antes de que la noche hiciera efecto en nosotras. Caminamos hacia la cabaña mientras hablamos de cosas sin sentido. Ella era una gran dragona guerrera hasta que su pueblo la atacó y la dejó con un ala menos, lo cual me removió la cabeza con algo de memoria familiar, sin embargo, pasó y nos fuimos a dormir.

Me sorprende que sólo esa conversación me haga dormir profundamente.

A la mañana siguiente, despierto con algo más de ánimo. Abro los ojos mirando algo llamativo a través de las leves rendijas que tiene el techo. Atónita, busco a la guerrera, quien sigue durmiendo plácidamente, así que me levanto y trato de hallar algo más cómodo que la ropa húmeda de ayer, pero no encuentro nada más que el traje que la guerrera me regalo.

Lo miro perpleja, tengo una sensación extraña en el cuerpo. Me decido por ponérmelo y me alegra ver que me queda a la perfección, como si fuera hecho para mí. Un traje negro de anchos pantalones, lleva envuelta en pequeños lazos la cintura y una pieza que cubre mi torso y mis brazos. La única piel que muestra es una leve parte de mi abdomen, lo que en vez de molestarme, me agrada.

Me peino con un lazo a mitad del cabello, dejando suelto mis ondas, que no son tan definidas pero me hacen recordar lo mucho que he cambiado.

Salgo despacio, sin querer despertar a la guerrera y me encuentro con el lúgubre plano astral queriendo ser despertado por un leve rayo de sol. Frunzo el ceño, confundida, tapándome el rostro ante esa lumínica abertura en las nubes.

La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora