Capítulo 5: Linda Nieves

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Alayna

¿Cómo pasar un día sin escabullirme hacia el bosque? No lo sé. Pero es lo que deseo.

Han pasado tres días desde que volví, desde que conocí a Arthur, y aunque estuve con él un solo pequeño momento, tengo ganas de volver a encontrarlo. Además, también tengo curiosidad por él.

¿Quién es? O más bien, ¿Qué es?

La vibración tan familiar que recorre mi cabeza, me enfoca en la realidad. Por un momento, pasé de escuchar mi respiración agitada a oír la risa de Sky a las afueras de la casa. Rio también al volver en sí. Una bola de nieve choca con mi rostro haciéndome tambalear hasta caer por completo al suelo. Mi trasero cae encima de la húmeda nevada. ¡Es un milagro! Está nevando en la Dehesa. Eso sucedía muy pocas veces.

— ¡Ay! Ali, lo siento —grita Sky aun con risas en su boca. Siento su mano tomar la mía para ayudar a levantarme, pero antes de lograrlo, tiro de ella haciéndonos caer de vuelta al suelo — ¡Alayna!

Suelto una carcajada.

—Es mi venganza —digo dejándome caer totalmente de espaldas.

Siento su presencia a mi lado mientras reímos con fuerza. Mis padres y mi abuela están dentro de la casa dejando los regalos y armando la cena de esta noche. Es navidad y es algo casi milagroso que haya nieve en estas fechas aquí en la Dehesa. Estamos en una calma tan pura con nuestras chaquetas y gorros para el frio, que me atrevo a preguntarle:

—Sky, ¿Crees en los dragones? —siento que se mueve.

— ¿Qué fumaste? Por supuesto que no. Nunca los he visto —dice ella.

—Yo tampoco —hay un silencio tenso, pero que rápidamente se llena de risas de mi parte. A pesar de eso, sé que es mentira. No es coincidencia haber visto una criatura parecida a uno antes de mi accidente. Lanzo un suspiro relajándome, extiendo mi brazo hacia mi amiga — ¿Puedes ver en mi muñeca si tengo algo extraño?

Ella arremanga mi chaqueta y toquetea.

— ¿Qué busco?

—Una marca, como de nacimiento. Un lunar o una cicatriz, algo...parecido a una luna —ella aprieta levemente en aquella zona que se siente el pulso — ¿Hay algo?

—Sí, es una mancha café. No sabía que tenías una marca de nacimiento.

Voy a comentar algo, pero una gota de agua que cae en mi mejilla me despabila. De pronto, el ambiente se vuelve más frio y se me congela mucho más la nariz. Se ha puesto a llover. Me quedo un segundo tirada todavía en la nieve. La lluvia me trae malos recuerdos.

Sky comienza a sacudirme, pero ya siento que es muy tarde.

Camino apenas sin pronunciar una palabra. Toda la alegría se esfuma en el momento que entro a casa. No hay nadie más. Sky, mi mamá, mi abuela, han desaparecido.

La casa está envuelta en un olor a podrido muy fuerte, camino hasta el sofá, donde ahogo un jadeo al notar la fuente del olor. El cuerpo de mi padre yace acostado lleno de heridas y sangre. Su rostro está sin color y los gusanos le recorren el cuerpo. Quiero llorar, pero antes abro la boca solo para soltar un grito desgarrador. Me tapo los oídos y caigo al suelo gritando y llorando. No pasa tanto hasta que siento los brazos protectores de mi mamá.

— ¡Shh! Tranquila, nena. Ya va a pasar. Respira, déjalo ir —siento como me balancea entre sus brazos, pero sigo llorando. La presión, la tensión, el cuerpo de mi padre y la forma tan brusca de sentirme atada a lo que estaba viendo. Era una alucinación. Era otro episodio. ¡Así hubiese terminado papá si hubiera muerto ese día en el accidente! ¡Así hubiésemos terminado todos!

La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora