Capítulo 26: Tá Sé Taobh Istigh Díot

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Alayna

Un respiro, por favor.

Solo eso le pido al espíritu del bosque. Déjame respirar de esto. Quiero dormir un poco en paz, por favor.

Me muevo desesperada al volver a sentir el toque de Cernunnos en mi cabello, por tercera vez en la noche. Arthur que está en la esquina de la sala se levanta apresurado a buscarme. Me refriego la cara con fuerza, regañándome en el interior por haber entrado a este mundo tan capaz de desmoronar mis muros.

—Tranquila, aquí estoy —dice Arthur sujetándome el rostro para evitar mi agotador gesto — ¿Quieres contarme?

Su voz de por sí es grave, pero ahora, se siente bien.

Sus susurros me hacen olvidar un poco lo que está pasando en mi mente. Entonces, al mirarlo fijamente, le asiento con la cabeza, dispuesta a contar lo que estoy pasando.

— ¿Qué fue lo que viste? —pregunta.

—Cernunnos está en mi cabeza —digo, sin apenas darme cuenta de que estoy sollozando —Lo vi a él.

Él suelta el aire acumulado y me abraza con fuerza.

—Sabe lo poderosa que eres, por eso trata de molestarte.

—No soy poderosa, Arthur. Ni siquiera sé cómo hacer esto —me quejo.

—Qué te sientas así es justo lo que él quiere —sé que Arthur trata de reconfortarme, y lo agradezco, pero no quiero cerrar los ojos y ver y escuchar al dios que está amenazando a un pueblo entero — ¿Quieres descansar?

Levanto la mirada y veo que sus ojos brillan. Nuestro alrededor está envuelto en una silenciosa complicidad. Desde la ventanilla entra una tenue luz amarilla que me relaja. No hay nada más que nosotros en esa habitación, en plena madrugada y yo solo quiero olvidar.

—No, no puedo —susurro —solo quédate conmigo, por favor. Aquí...a mi lado.

Le suplico con la mirada y sé que muy dentro de él, se debate. Porque su respeto hacia los demás va primero que lo que sienta su corazón. Eso es otra cosa que me encanta de Arthur y es que, espera y respeta las decisiones. Sin embargo, ahora le estoy pidiendo que se quede no solo por el miedo constante en mi cabeza, sino porque quiero tenerlo cerca.

Poder olerlo.

Sentirlo.

—Está bien —se acomoda con lentitud en la pequeña cama y yo me acurruco a su lado.

Esto es extraño, debo admitirlo. Jamás había estado así de cerca de un chico, ni compartiendo una cama y estando tan abrazados. Raro y todo, pero me agrada. Busco su mirada hacia arriba y él ya me está observando.

— ¿Qué pasa? —pregunto despacio.

Hay algo en sus ojos que me conmueve. Lo entiendo. Estar así es algo íntimo y solo lo he logrado con él.

— ¿Sabes las veces que soñé con tenerte así de cerca?

Me río de su comentario.

—Nos conocemos hace menos de un mes, Arthur —digo.

—Lo sé, pero...es difícil explicarlo.

Se mueve hasta quedar boca arriba, mirando el techo. No llevábamos mucho tiempo conociéndonos y es más, incluso creo que aún no nos conocemos del todo. Sin embargo, la intensidad que Arthur demuestra es fuera de este mundo, algo que no se logra en los humanos, sus sentimientos son inefables, lo que me hace pensar en una cosa.

—Arthur, cuando me conociste... ¿En qué momento comenzaste a sentir todo lo que sientes por mí? —le pregunto sentándome para mirarlo mejor.

La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora