Capítulo 33: Lo Que Hay En Ti y Lo Que Resta De Mi

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Alayna

Respiro, una y otra vez. La guerrera no me ha dicho su nombre y no quiero presionarla, así que sigo las instrucciones que me menciona. Todo con el fin de viajar al plano inconsciente, que es un lugar entre la vida y la muerte, donde según ella...mi espíritu interfiere con la reencarnación de Eiocha, impidiendo ver la verdad. Por eso, lo primero que debemos hacer es confirmar si lo que dice la guerrera es cierto: si yo soy la persona a la que ella esperaba.

Y eso solo puedo preguntárselo al espíritu de Eiocha.

—Tres veces más —susurra la guerrera.

Tengo los ojos cerrados, buscando esa conexión. Respiro profundamente una vez más, mientras estoy con las piernas cruzadas en el suelo de la cabaña. Inhalo y exhalo, buscando ese lugar oscuro de inconsciencia. Y en la última bocanada de aire que llevo a mis pulmones, comienzo a sentir un olor salado. Rápidamente reconozco el lugar.

Abro los ojos con lentitud, observando la oscuridad detrás del mar luminiscente que se forma delante de mí. Me levanto y voy hacia la orilla mojándome los pies y la parte baja del vestido.

—Para ti no calza esto ¿Verdad? —dice Eiocha sorprendiéndome y haciéndome saltar del susto.

Ella se ríe con elegancia.

—No te vi de inmediato —menciono saliendo del agua.

—Está bien, no te preocupes —sonríe —te ves bien.

—No me siento así —digo la verdad, porque de qué me sirve ocultarlo ¿No? Si soy ella, sentimos lo mismo.

—Lo sé, pero ya descubriste lo importante, Alayna.

La miro cuestionando cómo puede estar tan calmada y es que, pensar en que alguien más ocupa mi cuerpo, me hace sentir como si no yo no valiese nada. Aceptar que soy Eiocha es como dejar ir a Alayna y no quiero.

Alayna es la que vivió ciega. Alayna es la que ama a sus padres. Es la que ha vivido de traumas y enfermedades. Alayna es la que se enamoró de Arthur.

Ahogo un suspiro cuando me doy cuenta de lo que acabo de pensar.

—Es mejor decirlo, así lo crees más fácil —menciona ella aún sonriéndome.

—Estoy enamorada de Arthur, eso creo —suelto.

— ¿Por qué "eso creo"?

—Porque quiero tenerlo cerca, aun cuando está conmigo —titubeo recordando las palabras de mi madre —y temo que después de todo esto, lo pierda.

Hay una razón por la que pienso eso: no somos del mismo lugar. Soy una humana y él es un dragón. Quizás no es algo legalmente prohibido, pero dos personas de distintos mundos... ¿Hasta dónde pueden llegar? Simplemente no se sabe. Si la solución fuese separarnos, no podría soportar dejarlo lejos de mí. No quiero. Lo quiero tener a mi lado.

Me llevo las manos a la cara, cubriéndola, para que Eiocha no vea mis lágrimas correr. Sin embargo, ella toma mis brazos y los sube hacia el cielo, dejándome perpleja.

—Ese amor que sientes por él, es tu motor. Impúlsate con eso —me observa fijamente a los ojos y toca mi corazón. Entonces, el reflejo de un recuerdo invade nuestro alrededor —Estuve ahí siempre, desde un inicio.

Doy la vuelta, dejando caer brazos a mis costados y veo la clara imagen de papá yendo a recogerme cuando caí de la bicicleta. Tenía cinco años apenas. Sin embargo, no veo a Eiocha hasta percatarme de la sonrisa en mi rostro. Es...

Miro hacia atrás, buscando a Eiocha. Su sonrisa es igual a la mía.

Luego, el recuerdo cambia y muestra mi cumpleaños número siete, también sonriendo. Me enseña varios momentos en los que los gestos que recuerdo de pequeña son iguales a los que ella demuestra, hasta qué, surge otro.

La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora