Capítulo 4: El Espíritu del Bosque

324 67 0
                                    

Alayna

Corro lo más deprisa que puedo, por el único camino que recuerdo, sin pararme a pensar en si es la dirección correcta. ¡No puedo creerlo! Tiene que ser una broma, los dragones no existen, es ridículo. Las ramas y las plantas se me enredan en los pies y a lo largo de la falda. Solo me guio por los sonidos y a cada paso choco con un nuevo árbol.

Escucho el batir de alas muy cerca de mí. Por más que corro no logro escapar de él. ¿Qué va a hacer? ¿Va a comerme? ¿A matarme? Dejo escapar un jadeo del susto, pero no puedo detenerme. ¡Solo es un mal sueño!

Llego a un árbol de tronco grande y rasposo, me escondo en la dirección contraria de donde venía. Me doy un tiempo para recuperar el aire e inhalo tres veces antes de dar un respingo.

—No te haré daño —dice su voz estruendosa, detrás del árbol. Suelto un grito cuando siento una mano humana aferrarse a mi brazo. Consigo liberarme y continuo corriendo — ¡No, por ahí no!

No puedo detenerme ante su advertencia y pronto dejo de sentir el suelo debajo de mí. Grito aterrada al caer por lo que creía, era un barranco. Solo percibo el cortante viento en mi cuerpo. El miedo me recorre al darme cuenta de que moriré en el fondo de un acantilado.

No logro aferrarme a nada.

Cierro los ojos con fuerza aceptando mi destino, pero de repente, el sonido del viento se mezcla con un batir que se estaba volviendo familiar. Me desespero cuando unas grandes garras me sostienen de arrebato. Comienzo a sentir el aire, ahora más tranquilo y mis manos se encuentran con un pelaje suave. Aquel... dragón me estaba elevando.

—Te dije que por ahí no —resuena en mi mente.

Ahogo los jadeos de mi garganta y ruego por pisar el pasto luego. Cuando sucede, no puedo evitar lanzarme a tocar la hierba. Las lágrimas comienzan a recorrer mi rostro enseguida. Intento calmar mi respiración mientras aún siento la presencia del dragón alrededor.

Pasamos unos minutos en silencio, los cuales se hacen eternos. Sé que tengo que agradecerle, puesto que me salvó la vida, pero estoy asustada. ¡No quiero ni levantar la cabeza del suelo! Sin embargo, escucho los arbustos moverse a mi lado con suavidad.

—También te dije que no tenías que temer —su voz se ha vuelto menos grave, aún en ese rango, eso sí.

—Dime cómo no temerle a lo que creo que es un dragón —susurro con la respiración más calmada.

No dice nada. Me acomodo sentándome en la hierba. Dirijo mi cabeza hacia algún sonido, pero no hay nada. ¡Se fue! Eso era bueno, ¿Cierto? Pero, ¿Y si volvía a caer? ¿A quién le preguntaría cual es el camino?

—Piensas mucho, pero... ¿Cómo no viste el barranco ahí en frente? —salto al volver a escucharlo. Muevo mis manos hacia delante por temor a caer y en parte, también buscando su pelaje — Ah, eres ciega.

—Sí, bueno, lamento decepcionarte —un pequeño sonido gratificante resuena desde donde proviene su voz — ¿Acabas de reírte?

—Puede ser —mi mano de pronto da con una piel. No la muevo durante un segundo y aguanto la respiración. Enseguida unos dedos acarician con suavidad mi extremidad.

Intento hablar, pero no sé qué preguntar.

—Sí, soy humano, y no, no hay un dragón a nuestro alrededor. Yo soy el dragón.

Jadeo con fuerza y me lanzo hacia atrás, soltando su mano. Dejo mi cuerpo extendido en el pasto. ¡Bien, es un dragón que se transforma en humano! ¡Casual, ¿No?! Es tan extraño y a la vez increíble. Pero lo dudo, tiene que haber una explicación lógica para eso.

La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora