Capítulo 20: Respira, Relájate y Deja Fluir

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Alayna

Me quedo observando el cielo del lugar, específicamente la zona por la que caímos al llegar. Pienso por un instante en pedirle a Arthur que salgamos de ahí, pero Adelin se acerca mirándome detenidamente.

—No puedes salir sin el conjuro de una bruja —dice.

La observo sin expresión.

—No pensaba en salir —menciono caminando de vuelta a mi dormitorio —sólo extraño mi hogar.

—Lo entiendo.

—No, no lo haces —comento molesta —ninguno lo hace.

No giro hacia ella al hablar, ya que poco me interesa explicar algo que sucede en mi interior, pero la chica es insistente, igual que su maestra Mag.

—Alayna...

—Adelin, no tengo ganas de hablar por favor —susurro pidiéndole que me dejara tranquila.

—Pero, dime, cuéntamelo, por favor. ¿Qué sentiste?

— ¿Viniste para hablar sobre eso? —Pregunto decepcionada mirándola fijamente a los ojos — ¿Para qué quieres saber lo que sucedió?

—Todas las brujas quieren saberlo. ¿Sabes lo importante que eres para este aquelarre? ¿Y para los demás? Descubriste que el espíritu de Eiocha te utiliza para salvar los mundos —menciona ilusionada — ¿Sabes hace cuánto no vemos el sol en este lugar?

—No me gusta sentirme utilizada —comento dándole la espalda y buscando un lugar solitario para pensar.

La dejo atrás pensando en todo lo que esto conlleva.

Me desmayé por dos días después de lo que sucedió en el interior del bosque con Mag. No le había comentado a nadie más que a Arthur lo que vi y al parecer eso me hunde más de lo que estoy. Me siento a gusto sí, pero el conjuro que hice cambió todo. Me asusta pensar en que no podré ver mi vida como lo que antes era.

Normal.

O algo normal.

Llego a un punto en el bosque que desconozco. Además, no escucho ruido alrededor, lo que me asusta más, pero de pronto oigo unas pisadas lentas sin apuro y no me muevo.

De la nada, alguien me toma de la cintura y me tapa la boca impidiéndome gritar. Me muevo, pataleo, golpeo, pero no me deja. Noto que camina hacia un árbol y me deja en el suelo. Me doy vuelta y me observa con fijeza. Arthur se encuentra frente a mí haciéndome soltar un suspiro pesado.

Levanto mi mano y le doy una cachetada.

— ¡Ay, por dios! Lo lamento —le digo arrepentida —Lo siento tanto.

—Está bien —ríe —creo que me lo merezco.

—Pero qué rayos estabas haciendo.

—Te vi caminar hacia acá y pues te seguí —comenta con una sonrisa y con la respiración aún agitada.

Arthur es el único que me alegra el día aquí, así que no puedo evitar sonreírle de vuelta.

— ¿Me seguiste? —le pregunto apoyando mi espalda en el tronco. Sin embargo, al apenas tocar el árbol, recuerdo la imagen de la alucinación que tuve con él y me alejo con rapidez.

Todavía circula en mi mente aquella visión donde él...me besaba y me...tocaba. ¡Ay, Alayna, ya basta!

—Así es. Creo que llevamos tiempo sin vernos. Bueno, vernos sin que algo extraño suceda —menciona.

—Es verdad —digo —además, extraño mis ropas.

Él sonríe, pero es la verdad. Este vestido de la época medieval es molesto. Llevo puesta ropa que Mag me dejo cuando desperté: un vestido blanco delgado, con otra especie de vestido con corsé verde que acompaña el de abajo y la verdad es que no es mi estilo llevar prendas que hagan mucha presión.

La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora