Alayna
Fuera de mi casa, hay una especie de cancha enorme, donde se juegan partidos de fútbol del club del condominio. Son muy buenos. Nosotros escuchábamos la señal por radio de los campeonatos nacionales y se sentía como lo más normal del mundo.
No como ahora.
Ahora estoy parada en medio de esta cancha, a punto de realizar un hechizo que abrirá un portal. Otro paso.
No es sencillo, pero Arthur me convenció de que si Mag pudo hacerlo, yo también. Pero ahí está la diferencia. Yo soy humana y ella es una bruja.
Aunque él está seguro de que puedo.
— ¿Por qué? —le pregunto a su seguridad.
—Por qué si Eiocha creó los portales para cambiar de mundos. Tú puedes crear otros. Es... un pensamiento lógico ¿No? —su mirada se ve complicada.
Hay algo dentro de él que es difícil de entender.
—Tal vez, Arthur tiene razón —comenta Matt.
— ¿Estás seguro de ir con nosotros? —le digo mientras me cuestiono qué tan peligroso es para él o para las criaturas.
—Sí, Alayna.
No dice por qué y eso me preocupa. Esto no es como viajar a otro país, es ir a un mundo completamente distinto, con criaturas del bien y del mal. Cielos de diferentes colores, hierbas y plantas que son las casas de individuos pequeñísimos.
—Debes entender que es un mundo diferente al tuyo —le menciona Arthur.
—Lo entiendo —responde Matt mirándome fijamente.
Ante la vista de sus ojos, surge en mí una extraña duda y temo que sea de verdad, aunque supone pensar que él está aquí por mí.
—No estás aquí para hacer un seguimiento de mi enfermedad ¿Verdad?
Mi pregunta lo toma por sorpresa.
—Mi decisión no se trata de ti —responde.
—Espera, llevan mucho hablando sobre una enfermedad —dice Arthur dirigiéndose a mí — ¿De qué enfermedad hablan?
—Es...
—Nada —sentencio antes de que Matt termine.
¡Esto es ridículo! No tengo que estar pensando en algo que supuestamente desapareció hace años. Tomo a Arthur de las manos y le prometo que le contaré en otro momento, pero ahora tengo que tratar de abrir ese portal.
Arthur me queda mirando con duda. Siente que le estoy ocultando algo y es que, no quiero que piense que le miento, pero es difícil hablarlo. Es complicado comentarle al mundo que estoy mal.
Y no solo por la ceguera que tenía.
—Bien, me contarás cuando estés lista —asiento.
Luego, les pido algo de espacio, para poder concentrarme. Suelto el aire acumulado y cierro los ojos. Entonces, la extraña sensación a la que me estoy acostumbrando, comienza a fluir como parte de mi torrente sanguíneo. Solo puedo reconocerla por el calor que emana.
De pronto, consigo pedirle a Eiocha que me enseñe a hacerlo. A hacer lo que ella hizo antes.
No pasa mucho hasta que mi mente se ilumina con algo que parece ser una visión, lo que me confunde.
Un lugar soleado aparece y veo a un bello caballo transformarse en una mujer pequeña, con cabello largo. Están en medio del agua, pues el lugar está rodeado de ella.
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La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)
FantasyUna melodia se instala en la mente de una Alayna de siete años, cuando en un accidente, queda ciega. Desde ese momento, todo lo que le queda es el sonido. Sus oídos se transforman en sus nuevos ojos y sus dedos en su portavoz más agradable. El 15 de...