Capítulo 8: El Encuentro Contigo

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Alayna

Me encuentro con la mente en blanco. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? Arthur le está pidiendo ayuda a la persona incorrecta. ¿Qué puedo hacer yo? Estoy inmóvil en mi habitación, sentada en la cama, tan rígida que me comienzan a doler las piernas. La voz de Arthur se escucha en mi cabeza suplicando que yo fuera a su rescate, aún así, yo no respondo.

Siento la puerta de mi cuarto abrirse y temo que sí mamá me pregunta qué sucede, yo no sepa decirle algo. Pero por suerte, es mi abuela.

—Cuando Harold se paralizaba, es porque escondía un secreto muy grande que esperaba que nadie descubriera —dice sentándose a mi lado, dejándome a la deriva.

Mi cuerpo parece soltarse de la tensión y lanzo al aire un suspiro.

— ¿Soy muy obvia? —pregunto.

—No, pero yo ya tengo la experiencia, linda —pasa su brazo por mi hombro para atraerme en un abrazo —Algo te pasa y creo que tiene que ver con esa supuesta criatura.

Me separo lentamente, pestañeando confundida.

—Tú no crees, ¿Verdad?

—No es la primera vez que escucho algo así. Tampoco serías la primera de la familia —ríe —No me importa si crees en algo, me interesa saber el por qué.

Dudo un instante, pero pensándolo bien, siento que no puedo confiar algo tan preciado con alguien de mente cerrada. Esa, por suerte, no es mi abuela. Ella es todo lo contrario. Puede ser mayor, pero es capaz de aceptar cualquier posibilidad que se le presente.

—Yo lo conozco —susurro —Si existe.

Siento como ella se acomoda y da un suspiro grande, casi como bostezo.

—Lo suponía.

— ¿Lo suponías? —pregunto aturdida.

—Sí. Es que... nena —me abraza más fuerte —Eres muy supersticiosa. Nadie se había dado cuenta, pero todo, desde pequeña, lo atribuías a algo mágico. Las leyendas de Portobelo te quedaban cortas.

Sonrío recordándolas. Es cierto. Amaba o todavía amo escuchar las leyendas de los distintos lugares que he visitado. Me hacen vivir en otro mundo y me imagino las inagotables cosas que podría hacer en ellos. Pero esto es diferente. Arthur es real, muy real. Su forma humana y su contraparte dragón. No lo vi como cualquier persona, sin embargo, lo sentí y hasta ahora, lo sigo haciendo.

— ¿Qué debo hacer? Está en peligro y...por mucho que quiera suponer que todo es mentira, él es mi amigo —comento —No puedo dejarlo.

—Ali —mi abuela toma mis manos en un gesto de cariño y comprensión — ¿Entiendes que meterte en su mundo, puede ser peligroso para ti también?

Me acerco y sonrío negándole.

— ¿Y si no? ¿No crees...que vale la pena arriesgarse?

No la escucho un largo momento, hasta que su mano me suelta y siento su beso en la frente. La escucho moverse y por un momento me llega el miedo, pensando que le hablara de "ello" a mis padres, pero cuando la puerta se abre, se escucha de su parte:

—Haz tu maleta, tengo un plan.

Abro mi boca, sonriente y con esperanza.

La hago con rapidez. No sé de qué trata el plan de mi abuela, pero confiaba plenamente en su palabra, así que una vez que armé una pequeña mochila con ropa y cosas útiles, me dirijo hacia la sala.

Antes de llegar, escucho la voz exaltada de mi papá y mi abuela llevando la contraria.

— ¡Mamá, como...! Mamá, escucha —dice mi padre —Nosotros, Abigail y yo somos los únicos que sabemos lo que Alayna necesita. No puede salir sin nosotros.

La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora