Alayna
No debemos vanagloriarnos en lo que somos. No dura mucho.
En el momento en que Balar subió y desapareció por el paso hacia el mundo de los humanos, mi corazón se apretó. Comienzo a respirar con dificultad, caigo de rodillas y trato de recuperar las fuerzas que en algún momento se desvanecieron.
— ¡Alayna! —escucho a lo lejos, pero no logro distinguir entre hombre o mujer, solo que sé que he entrado en un nuevo episodio y hace mucho que no tenía uno.
Al abrir los ojos, veo un espacio vasto, lleno de negrura, donde ni siquiera el sonido existe. Cuando me refiero a espacio, hablo del que uno piensa que está lleno de estrellas, pero allí no hay nada. Solo la oscuridad.
Al respirar noto como el vapor de mi boca no se desvanece al salir, sino que se mantiene flotando a mí alrededor, desde ahí me doy cuenta de que hace frío.
— ¿Dónde estoy? —susurro.
—En ninguna parte y en todo a la vez —menciona una voz conocida.
— ¿Mamá?
Me tiembla la voz apenas la reconozco.
— ¿Qué haces, cariño? —no suena con autoridad, sino con amor. Comprensión.
—No lo sé —le digo dejando que la pena me consuma. Tengo miedo de quien puede salir herido y eso me entristece.
—Si lo sabes. ¿Quieres salvarlos?
—Si —susurro.
—Mi amor, puedes hacerlo. Eres Alayna Smith, no hay nadie más fuerte que tú, no por ser una diosa, sino por ser mi hija. La única que ha superado al mundo y sus dificultades.
—Mamá —chillo sintiéndome agradecida por sus palabras. Cómo es posible que alguien pensara algo tan bello de una persona que tiene una misión tan grande. Nadie entiende esto y a pesar de todo, ella sigue estando de mi lado —Te amo.
Tal como una niña pequeña, decirle te amo a mi madre es lo que rompe mi corazón. No sé qué haría sin ella.
Eso me impulsa. No quiero que Balar le haga daño. A ninguno.
Me estremezco al dejar de sentir su presencia y a lo lejos vuelvo a escuchar.
— ¡Alayna! —despierto del trance y observo con cuidado a mi alrededor. En un principio parece nublado, pero poco a poco empieza a aclararse. La voz que me grita es el único que quiero escuchar.
— ¿Arthur?
Me pongo de pie con poco equilibrio y veo cómo se transforma en humano para correr hacia mí. El mareo se pasa de a poco, pero no evita que trastrabille antes de llegar a él y sin dudarlo, Arthur me toma en sus manos, impidiéndome llegar al suelo.
—Me estoy volviendo experto en no dejarte caer —dice sonriendo. Sus ojos me emocionan, así que lo beso con fuerza, tomando su rostro y acariciando sus mejillas. ¡Dios! Lo extrañé tanto y aún lo hago. El sentir sus labios en los míos me renueva las fuerzas.
—Te quiero —me sincero cuando me alejo y él me observa perplejo. Temo de pronto que no me responda, pero sucede todo lo contrario.
Su mano se posa en mi mejilla y dice:
—Yo te amo, linda Nieves —sonrío feliz. Soy correspondida. Es como vivir un sueño y con él es lo mejor.
Pero las mariposas del ambiente se desvanecen con rapidez al ver como la guerrera detrás de Arthur, se acerca con el rostro confundido.
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La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)
FantasyUna melodia se instala en la mente de una Alayna de siete años, cuando en un accidente, queda ciega. Desde ese momento, todo lo que le queda es el sonido. Sus oídos se transforman en sus nuevos ojos y sus dedos en su portavoz más agradable. El 15 de...