En el mundo de Elden
No hay paz.
Nunca la hubo.
Desde que Cernunnos llegó ha controlado todo.
No es lo mismo prosperidad y paz. El mundo de Arthur es una rama de las tantas dimensiones del universo, pero nunca les ha faltado nada, a excepción de la libertad.
Y esta se rige a través de los mundos.
Cuando las criaturas nacieron, volaban y se movían entre los mundos viviendo en armonía, sin pleitos. Cada raza compartía sus conocimientos con los demás, siendo una sola unidad, hasta que Cernunnos apareció en su soberanía y se hizo con un dragón, ocupando su cuerpo para liderar al mundo de los dragones.
Ahora los mundos están separados y cada criatura envuelta en su propia protección, pero eso no es capaz de detener a Cernunnos de obtener el poder.
Nadie puede hacerlo.
Solo alguien que tenga la misma intensidad y esa...solo es Eiocha.
De camino a Madrid
—Anda Matt, yo conduzco ahora —comenta Harold en la gasolinera a plena medianoche —Quédate atrás, duerme un poco.
Andar en la carretera es más difícil que en el bus. Los que salen del terminal tienen un destino directo, que los autos no pueden recorrer, así que se ha hecho más largo.
Arthur está afuera, a lo lejos observando si hay gente alrededor, pero al parecer solo se ve el trabajador de la gasolinera. Alayna camina hacia él con lentitud, admirando su estructura y pensando en cómo alguien como él se podría haber fijado en alguien como ella.
—Hola —susurra a su lado, mientras sus padres compran algunas cosas.
—Hola —responde Arthur.
Alayna espera una sonrisa que no llega, simplemente porque Arthur sigue anonadado ante el descubrimiento del parecido entre la muchacha y la diosa. Piensa y piensa y no le haya sentido. Él creía que los dioses no se reencarnaban, pero ahí está la mismísima creadora a su lado.
Aunque duda de que Alayna sepa quién es.
Pero... ¿Una reencarnación no traería consigo recuerdos?
Tal vez es solo una suposición y una coincidencia que se parezcan, o quizás el dibujo infantil no es lógico. Sin embargo, algo en su interior, le dice que es así.
— ¿Estás bien? —le pregunta Alayna posándose en frente.
Arthur suspira bajando los hombros y deja descansar su frente en la cabeza de la chica. Le besa la mejilla.
—Sí —responde —solo estoy cansado.
Ella toma su rostro y besa sus labios con dulzura. Arthur le responde cariñoso, agradeciendo el momento lleno de estrellas y la luz que ella irradia para él.
— ¡Chicos! —Les grita Harold —nos vamos.
Arthur se queda mirando el oscuro cielo estrellado y antes de que Alayna camine hacia el auto, le agarra la muñeca.
—Creo que te debo un viaje —sonríe.
— ¿Qué?
Alayna
— ¡Ay dios mío! Es muy alto —grito al sentir el viento de la noche azotar mi cabello, porque la altura con la que Arthur vuela es demasiada.
Él no responde. Solo sigue el auto de Matt que circula en la carretera, la cual se ve como un diminuto juego de carreras. Las luces a lo lejos, de las casas, iluminan la noche vasta.
ESTÁS LEYENDO
La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)
FantasyUna melodia se instala en la mente de una Alayna de siete años, cuando en un accidente, queda ciega. Desde ese momento, todo lo que le queda es el sonido. Sus oídos se transforman en sus nuevos ojos y sus dedos en su portavoz más agradable. El 15 de...