Alayna
— ¿Cómo está?
—Bien, eso creo.
— ¿eso cree? —pregunta el teniente Matt.
—Es que... ¿Cómo le explico? —se queja la doctora. Ambos están fuera de la sala. Hablando tan tranquilamente, como si yo no escuchara —No está completamente bien, pero sabe llevarlo, aunque esté en su cabeza.
¿En mi cabeza? ¿Saben acaso ellos sobre Eiocha?
— ¿Puedo salir? —pregunto por la ventana de la salita.
El teniente me mira a través de ella y noto que está nervioso. Me alejo cuando veo que quiere entrar.
Al hacerlo, cierra detrás de sí.
—Quiero saber la verdad, Alayna —me pide — ¿Cuál fue tu diagnóstico final?
—Que estaba bien —digo hartándome de todo —no puede curar un trauma, señor Matt. Sufrí un accidente que casi nos mata, a mi familia y a mí. Hicimos muchas cosas para que al fin pudiera dejar de ir al médico. Estoy bien, enserio.
—Ese es el problema. Tú dices eso, pero la doctora Palmer dice otra cosa. Hablas de una diosa en tu cabeza, dragones y un espíritu...
— ¿Me está diciendo loca? —pregunto sentándome en la cama que hay.
La habitación tiene un color característico de hospitales psiquiátricos. Lo sé, porque he estado varias veces en uno. Es blanca, toda blanca. Sin nada más colorido que nuestras ropas.
El teniente agacha su cabeza resignado y le pide a la doctora que nos deje solos. Una vez que ella se va de ese lugar, me doy cuenta de que hay un silencio incómodo en el edificio y entre nosotros.
— ¿Qué es lo que quiere? —Cuestiono — ¿Saber sobre la criatura?
Él niega riéndose. No sé qué le está pareciendo tan divertido.
— ¿Qué relación tienes con Arthur?
Frunzo el ceño, observándolo atentamente. Sé nota en sus ojos que está cansado y el tiempo que estuve esperando, me hace suponer que ya habló con él.
— ¿Qué le dijo él?
— ¿Sobre ti? Nada —comenta —pero si fuera un experto, diría que está locamente enamorado de ti.
—Usted está tomándose las cosas con completa calma. No entiende nada —me quejo levantándome y caminando por la sala.
— ¿Me lo podrías explicar?
—No —digo —es mejor que no se meta en eso.
—Pero es mi trabajo —ríe cruzándose de brazos.
Me dirijo hacia la puerta, tomo la perilla, ya agotada del hombre y trato de abrirla. Me sorprendo al sentir como gira y pronto se abre, dejando ver un pasillo desolado. Me giro para ver al teniente y este me hace una seña para que entre de nuevo.
— ¿No teme que huya?
—No lo harás —dice convencido.
— ¿Qué le hace pensar eso?
—Hable con Arthur, sí y creo que quieres saber qué es lo que dijo. ¿No?
Miro otra vez la puerta, dejando vagar mis pensamientos entre la escapada y escuchar qué es lo que tiene que decir el hombre. Suelto un suspiro enorme, dándome por vencida.
Cierro la puerta y vuelvo a la cama.
— ¿Qué dijo?
—Lo mismo que le mencionas tú a la doctora —se sienta a mi lado —pero yo le creí.
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La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)
FantasyUna melodia se instala en la mente de una Alayna de siete años, cuando en un accidente, queda ciega. Desde ese momento, todo lo que le queda es el sonido. Sus oídos se transforman en sus nuevos ojos y sus dedos en su portavoz más agradable. El 15 de...