Alayna
Estoy en un sueño. Eso debe ser.
Sin embargo, no sé si quiero despertar. Estoy a gusto aquí. En los brazos de Arthur y es que ese sentimiento de inseguridad se desvaneció, por lo que ahora solo quiero estar cerca de él sin nada más.
Y lo otro: el mundo de Arthur me ha curado la ceguera. ¿Cómo?
— ¿Cómo es posible? —pregunto observando los árboles alrededor. Recordaba que las tonalidades no pasaban del verde o café en otoño, pero aquí hay demasiados colores: rosados, violetas, incluso árboles azules.
—Mi mundo fue fundado por dioses y uno de los principales dones de ellos era la sanidad. Querían criaturas que defendieran los bosques, así que otorgaron su don para nosotros. Nos curamos rápido, y tu ceguera es algo pequeño en comparación a lo que aquí se puede lograr —responde Arthur posicionándose a mi lado —aquí Alayna, este lugar, era un paraíso planificado para toda la vida, pero uno tuvo que alzarse sobre el resto enfriando ese corazón —apunta en dirección de una gran montaña a lo lejos de donde estábamos —todo este lugar es y era de dioses. Muchos creen que ellos murieron, pero sigo pensando que están aquí.
— ¿A qué te refieres con esa montaña?
—Es una leyenda... La madre tierra, mamá pacha, durga, gran madre —Arthur comienza a caminar entre los árboles, mientras habla. Yo sigo temerosa —o simplemente Eiocha. Los ancianos de mi pueblo: las tierras del Norte, cuentan que para esconderse de las cazas, la diosa madre escondió su corazón en esa montaña, lo que ahora le da vida al lugar, pero yo espero que ella aparezca algún día... y haga justicia.
— ¿Es decir que esa montaña en la fuente de vida de tu mundo? —pregunto desconcentrándose al observar cada pétalo de flor a mi paso.
—Sí, algo así.
—Es tan extraño todo, pero... me agrada —digo sonriendo —este mundo... ¿Tiene nombre?
Los matices del viento se hacen notar y el aire huele a hierbas dulces. El colorido atardecer se siente protector y las aguas que se oyen son pacíficas. No entiendo a qué se refiere Arthur, esto sigue siendo un paraíso en todo su esplendor.
—Alayna de las Nieves —comenta Arthur con una sonrisa —te presento el mundo de Elden.
Sus palabras se mezclan con un estallido de dragones surcando los cielos a plena vista, danzando entre los colores de los árboles y a la siga de la cola, unas luces y brillos tratan de alcanzarlos pero se esparcen por el aire. La mágica escena parece ser tan irreal que nada se le compara con tal inmensidad.
Suelto un jadeo al notar como se me eriza la piel y es que, la magnificencia de la libertad volando emociona a quienes se han sentido presos de la vida. ¿Quién no quisiera volar con tal soltura y desahogo?
Observo a Arthur mientras rio emocionada, incapaz de controlarme. Todo es... como un regalo. La vista, las escenas que nunca creí poder observar, las historias de sus dioses, incluso él.
—Es hermoso, Arthur. Tu mundo... es fantástico —sé que mis ojos brillan y resplandecen mientras las alas fuertes de su especie surcan el vasto cielo.
—Lo sé —dice y no puedo evitar mirarlo fijamente al momento en el que sus ojos se pierden en la inmensidad de su mundo. Lo ama. Él ama lo que conoce y eso ablanda más mi corazón —Quiero que conozcas a alguien.
Ahogo un suspiro de sorpresa y asiento nerviosa.
Me guía por un camino lleno de hojas blancas, rodeado de flores grandes con extrañas criaturas de ojos negros brillantes. Sus cuerpos zumban al percatarse de mí. Son tiernos, pero tienen en su mirada algo misterioso.
ESTÁS LEYENDO
La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)
FantasyUna melodia se instala en la mente de una Alayna de siete años, cuando en un accidente, queda ciega. Desde ese momento, todo lo que le queda es el sonido. Sus oídos se transforman en sus nuevos ojos y sus dedos en su portavoz más agradable. El 15 de...