Alayna
Tres meses después
Perdí su mirada cuando cruzó el portal.
Cuando avanzó hacia Balar, todo fue tan lento que pensé que estaba soñando. Pero no. Arthur se transformó en dragón y empujó a Balar hacia el paso, encerrándose con él. Me acuerdo que corrí detrás, sin importarme nada, dispuesta a quedarme encerrada si fuera necesario, pero llegué tarde.
Quedé viendo desde el acantilado como se perdía su cuerpo en una niebla que desvanecía el portal.
Y así, lo perdí.
Lo peor es que mis dedos dejaron de brillar, bloqueándome y haciéndome llorar, porque eso significaba que no lo podría buscar otra vez.
Si no volvía a despertar ese poder, no podría abrir un paso hacia el mundo en el que ha quedado. Sin embargo, por más esfuerzo que diera, el calor que representaba la magia en mi interior no avanzaba más que para retroceder.
— ¡No! ¡No! ¡No! —grité cuando lo vi lanzarse. Me pregunté por qué lo había hecho. Porque decidió sacrificarse. Porque, si podíamos luchar, aunque fuéramos débiles, éramos varios, pero... aún no respondo eso.
Quizás lo hizo por su padre. Para tratar de salvarlo o para que Balar no viniera de nuevo al mundo humano.
Tal vez lo hizo por mí.
O tal vez no.
Luego de ese día, Saphira desapareció y Matt volvió a su trabajo, le pedí perdón porque aún no he solucionado su marca. A lo mejor pude hacerlo con el poder que tenía, ese que de pronto se apagó en mi interior.
Ahora, estoy encerrada en mi propia burbuja, otra vez.
Vuelvo a suspirar y pensar en que los recuerdos de ese día están calando demasiado hondo en mi mente.
Hoy, han pasado tres meses y me encuentro acostada en una cama de hospital psiquiátrico. De nuevo. La última vez que estuve en uno tenía once años y llegué por las crisis de los traumas que me provocó el accidente. Luego me vi arrastrada cuando sucedió lo de Arthur y la gente que quería capturar una criatura que surcaba los cielos.
¡Dios! Que difícil todo esto. La imagen de Arthur vuelve a mi cabeza a cada instante, recordando que en cierto sentido, lo que sucedió fue muy real.
—Señorita Smith —dice la enfermera a mi lado —En 20 minutos la vendremos a buscar.
Asiento tomando una nueva pastilla. La verdad es que me la paso viendo la pared de enfrente y recordando lo que viví en menos de medio año. Conocí a un dragón, recuperé mi vista, obtuve poderes y supe que era reencarnación de una diosa. Pero después de una sensación de elevación, supongo que viene la caída, y es así como me siento.
Arthur me importaba y aun me importa. Siento que está en algún lado, pidiendo ayuda o rogando porque lo saquemos de ese lugar.
Solo quisiera poder ayudarlo.
Busco todas las noches desde ese día volver a conectar con él, pero se siente tan lejano, casi inexistente y temo que su vida ya no esté en ese lugar. Ni en ningún otro.
Tres meses aquí y así me siento.
Tres meses para que al fin hoy me digan el diagnóstico. El mismo que escuche antes. El mismo que me siguió hasta esta fecha. Lo mismo que significa medicarme casi a cada hora. Solo estaba encerrada ahí para escucharlo una vez más. Y después me dejarán ir, porque mamá tiene licencia para cuidarme y se especializó en todo lo que me hacía falta.
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La Sinfonía De Dragones © (Libro 1. Alayna)
FantasyUna melodia se instala en la mente de una Alayna de siete años, cuando en un accidente, queda ciega. Desde ese momento, todo lo que le queda es el sonido. Sus oídos se transforman en sus nuevos ojos y sus dedos en su portavoz más agradable. El 15 de...