Cuando quise darme cuenta, estábamos tendidos en la cama. Habíamos sido incapaces de dejar el cuerpo del otro. A esas alturas, la idea de ir a la ducha se había esfumado de nuestras mentes.
Sus labios capturaron los míos y sus manos estrujaron mis pechos, esta vez sin sutilezas, pellizcando y jugando con mis pezones, robándome un gemido ahogado al hacerlo. Comenzó entonces la danza en nuestras bocas, una lucha por saber quién tenía más hambre del otro.
Hizo que me recostara y su cuerpo siguió al mío. Me contempló unos segundos antes de que su cara descendiera hacia la mía, apoderándose de mi boca entre besos profundos, haciendo que me derritiera.
Sus labios descendieron por mi mandíbula, garganta, clavícula, hasta topar con mis senos, lamiéndolos con dedicación, arrebatándome un sinfín de jadeos mientras los mordisqueaba. El recorrido siguió entonces por la curva de mi vientre hasta que se perdió en el centro de mi sexo, más que preparado para la intromisión de sus dedos y de su lengua.
Su boca atrapó mi clítoris y creí que moriría de placer mientras lo lamía con fervor. Me degustó como si quisiera absorber mi esencia al hacerlo y creí que enloquecería.
El bombeo de sus dedos no cesó mientras me devoraba. Sus ojos se encontraron con los míos y el ritmo de su mano se intensificó. Al cabo de pocos minutos, comencé a notar una maravillosa sensación reuniéndose en mi bajo vientre. La anticipación de mi liberación hizo que juntara las piernas. Los músculos de mi sexo palpitante se tensaron y el orgasmo me golpeó a los pocos segundos, dejándome temblorosa y extasiada.
Tiré de sus hombros para arriba y su cabeza quedó a mi altura de nuevo. Nuestros pechos se movieron al mismo compás mientras nos contemplábamos y nos dábamos unos segundos de tregua antes de seguir.
Sus manos se clavaron en mis caderas y las ganas de sentirlo por todas partes se intensificaron de nuevo. Lo besé con impaciencia y la excitación incrementó cuando sentí mi sabor en su boca. Hice que se tumbara, quedando yo encima esa vez. Su erección luchaba contra su ropa interior, por lo que la liberé y quedó expuesta ante mí.
Me posicioné entre sus piernas. Lo miré a través de las pestañas. Le dediqué una sonrisa maliciosa. Me relamí los labios.
Pasé mis manos por su pecho desnudo e hice que descendieran hacia su entrepierna sin prisa. Me fascinó descubrir un anhelo torturado en su expresión mientras la forma de su miembro se erguía ante mí, mostrándose generoso y completamente erecto.
Cerró los ojos cuando mi mano comenzó a subir y a bajar por su longitud y gimió cuando estas fueron sustituidas por mi boca. Degusté su sexo, ansiosa por conseguir ser la razón principal de su disfrute, lamiendo y succionando de forma pausada, sintiendo su palpitación contra mi lengua, el sabor salado de su piel impregnando mis papilas gustativas. Me complació notar que estaba tan excitado como yo. Seguí el impulso de introducirlo casi en su totalidad en mi boca y la humedad empapó mi ropa interior cuando gimió como respuesta.
—Ven aquí — suplicó su voz rota al cabo de unos minutos, alentándome a que me recostara a su lado.
Enredó sus manos en mi pelo y me besó, quedando los dos de lado, tendidos en la cama. Me apretó contra su pecho y su erección tentadora rozó la humedad de mi entrada. Ambos sofocamos la lujuria en la boca del otro mientras nos frotábamos el uno con el otro.
—Ahora mismo vuelvo— susurró al cabo de unos minutos, con la mirada llena de promesas indecentes.
Observé como se levantaba y desaparecía por la puerta de mi habitación, fascinada ante la forma de su cuerpo atlético y su trasero prieto. Regresó al cabo de pocos segundos con un paquete de preservativos entre las manos. Se colocó uno en la longitud de su sexo; las paredes del mío palpitaron ante esa imagen.
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Efecto Hardwicke [2]
RomanceCuando ese atractivo cantante le propone fingir estar en una relación, Gala no lo tiene nada claro. Puede que el hecho de que él no deje de insinuar que la quiere en su cama sea una señal para que acepte. ****** Inicio: 26/04/21 Finalización: 15/09...