Capítulo 9

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Banda sonora del capítulo: Welcome to New York, de Taylor Swift.


Diez minutos después nos acomodamos en los lujosos asientos de primera clase. Un miembro de la tripulación corrió una cortina a nuestro alrededor y me alegró comprobar que nadie podría molestarnos durante el vuelo.

—¿Siempre es así viajar con alguien famoso? — quise saber.

Ben se quitó la capucha y volteó su cuerpo hacia mí.

—No todos son tan atractivos e irresistibles como yo.

Rodé los ojos y apreté los labios para disimular una sonrisa. Estaba extrañamente tranquila a pesar de qué despegaríamos en unos minutos.

— Normalmente viajamos en jet privado. Pero cuando vamos en vuelos regulares procuramos pasar desapercibidos. La tripulación nos suele facilitar las cosas.

—¿Por qué no estamos ahora en el jet privado? Me prometiste lujos y diversión.

—Aprendes rápido— comentó, inclinando su cabeza hacia delante, apoyando el mentón en su mano—. Mia regresó ayer a Londres con el jet. En cuanto al lujo y a la diversión, te aseguro que los tendrás.

Alzó las cejas al pronunciar la última parte de su discurso.

—¿Por qué no regresaste con Mia? — continué, ignorando el gesto.

—Me quedé por si al final decidías acompañarme.

Entreabrí los labios y, esa vez, no disimulé la sonrisa.

—¿Y si no hubiera venido? Ha sido una decisión de última hora.

Se encogió de hombros y se inclinó aún más hacia mí, quedando su cara a la altura de la mía.

—Hubiera valido la pena esperar— susurró con una expresión traviesa en el rostro.

El piloto habló por los altavoces y nos informó de que el vuelo saldría en unos minutos, por lo que desvié la mirada y me puse el cinturón. Las palmas de las manos me comenzaron a sudar y tragué saliva con nerviosismo.

—Creo que deberías saber que cuando vuelo tiendo a pasarlo un poco mal.

—¿De verdad? — preguntó con sorpresa.

Su expresión se suavizó al ver que apoyaba la cabeza en el respaldo, intentando controlar mi respiración. Vi como rebuscaba algo en el bolsillo de sus pantalones por el rabillo del ojo. A los pocos segundos, sacó un iPod y unos auriculares inalámbricos.

El avión comenzó a caminar con lentitud por la pista de aterrizaje y sentí esa familiar presión en el pecho.

— La música puede con todo— lo escuché decir—. ¿Quieres probar?

—¿Tienes algún tema en español? — pregunté, cogiendo los auriculares y poniéndomelos, bajando la guardia y dejando que la vulnerabilidad se filtrara a través de mi voz.

Asintió y sonrió, tranquilizador. Quitó el reposabrazos que estaba entre nuestros cuerpos y se se deslizó hacia mí. Me estremecí ante el toque de nuestros brazos al rozarse. Se echó el pelo para atrás y se dispuso a seleccionar una canción.

—Cierra los ojos y relájate. Te avisaré cuando lleguemos.

Estaba ansiosa, pero también agotada. Llevaba dos noches sin dormir y el efecto de las cervezas comenzaba a mitigarse, siendo sustituido por el cansancio absoluto.

Acepté la sugerencia sin rechistar y apoyé la cabeza en el respaldo del asiento.

—Gracias— mascullé con la voz débil.

Efecto Hardwicke [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora