Capítulo 42

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Marc sostenía el galardón entre sus manos y no hacía más que mirarlo una vez tras otra, aún sin creerse que fuera realmente suyo.

—No creo que volvamos a grabar un álbum tan bueno como este— confesó, sentándose en una de las butacas que había en la sala de espera.

Me relajé en mi posición, sentándome a su lado y mirando el premio de cerca por primera vez. Me lo tendió y lo sujeté, sintiendo su peso entre mis manos.

—Yo tampoco— musitó Roger, delante de nosotros, con la mano de Abby entre las suyas—. Las cosas cambiarán bastante cuando nazca el bebé. Me gustaría tomarme un descanso en cuanto terminemos la gira.

—A mí también me gustaría parar— admitió Marc—. Llevamos dos años sin descansar, prácticamente.

Mi mirada viajó hacia la de Ben de manera intuitiva, encontrando en sus facciones un gesto pensativo.

Tras ocupar la cabina, Roger y Abby se disculparon, diciendo que era mejor que siguiéramos con la celebración sin ellos. Ella estaba agotada y necesitaba descansar y él no quería dejarla sola. Sonreí enternecida al ver que la rodeaba con los brazos y la guiaba hasta la otra punta del avión.

Por otro lado, Ben descorchó otra botella de champán. Nos acomodamos en los asientos, quedando yo sentada junto a Ben y Marc al otro lado de la mesa.

—Creo que si nos tomamos un descanso lo intentaré con la actuación— balbuceó con una sonrisa nerviosa en los labios.

—Siempre te ha llamado la atención— asintió Marc—. Creo que se te dará bien.

—¿Cuánto crees que durará el parón?

Marc suspiró y apretó los labios, pensativo ante su pregunta. Comprobé que se rascaba el puente de la nariz por el rabillo del ojo. Lo hacía siempre que estaba nervioso.

—No lo sé — confesó el aludido—. Pero lo necesitamos. Me apetece estar una temporada larga en Londres.

—Y pasar más tiempo con la rubita — respondió Ben mientras alzaba las cejas, haciendo referencia a Summer.

Marc sonrió sin intención de negar la afirmación.

El avión comenzó a despegar y los chicos decidieron contarme anécdotas graciosas sobre sus primeros conciertos para distraerme, haciendo que me riera hasta que me dolió el estómago. Cuando quise darme cuenta, ya estábamos volando.

Nos terminamos la botella de champán y sentí el peso de la cabeza de Ben sobre mi hombro, su respiración acompasada. Marc también se había quedado dormido, por lo que decidí acomodarme en el asiento, totalmente desvelada.

Me quedé pensando en la conversación que había escuchado hacía unos minutos. Dos años sin descansar era mucho tiempo y era obvio que necesitaban un break. No pude evitar acordarme de Marina, de todos los fans en general. Estaba convencida de que sería un chasco para todos ellos, pero no me cupo la mayor duda de que lo entenderían.

Incapaz de conciliar el sueño, cogí mi maleta de mano y saqué mi neceser y ropa cómoda para descansar, a sabiendas de que no podría dormirme con el vestido con el que había acudido a la gala.

Las imágenes de la noche nublaron mi mente mientras me desmaquillaba, con la mirada fija en el espejo del pequeño baño del avión. Jamás podría olvidar lo experimentado durante la gala. Mi vida se había convertido en un torbellino de nuevas experiencias durante los últimos meses. Todo aquello hacía que me sintiera viva, lograba que me evadiera de la realidad. Me había convertido en una yonki de la adrenalina.

Me recogí el pelo en un moño improvisado y comencé a lavarme los dientes. La puerta del baño se abrió a los pocos segundos. Mis ojos chocaron entonces con la electrizante mirada de Ben a través del espejo y me hice a un lado, dejando que pasara; el ambiente se cargó de electricidad ante su presencia. El espacio era reducido, pero cabíamos los dos.

Efecto Hardwicke [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora