Capítulo 10

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Alana:

Pase una mañana realmente divertida con mi tío y D. Mi tío tuvo bastante difícil el bañarlo porque el condenado no se iba a dejar sin hacernos algo. Me olvidé de David y de Mari pero luego de almorzar subí a mi habitación a bañarme y mentiría si dijera que no lloré mientras me duchaba.

Cuando salí tomé mi teléfono que estaba cargando y lo encendí. Me llegaron unos cuantos mensajes de las chicas y estaba segura que aún no llegaban todos así que volví a apagarlo. No quería saber nada del tema y no quería hablar de él. Me arrojé sobre la cama y estaba tan cansada que acabé dormida. Cuando me desperté bajé a la sala para buscar a tía Fiona y ayudarla con la cena, pero ella ya había comenzado.

— ¿Dónde está tío Héctor? —quise saber cuándo llegué a la cocina.

— Se fue a revisar a Derek —respondió de manera distraída.

— Gracias, voy a buscarlos — avisé y cerré la puerta detrás de mí.

— No cariño espera —escuché a mi tía gritar pero yo ya había llegado a la puerta del granero y adentro vi a un chico de pelo muy negro y unos hermosos ojos azules.

Solo llevaba un pantalón puesto y desde ahí podía ver su abdomen bien marcado. Era delgado pero bien definido y su piel estaba ligeramente bronceada.

— ¿Quién es este chico tío, donde esta D? —pregunté buscándolo con la mirada, pero no lo encontré.

— Cariño te presento a Derek Mason, un chico lobo —respondió mi tío con una sonrisa nerviosa.

¡¿Que mierdas?!

— Hola Alana — saludó el aludido.

— Héctor creo que mejor los dejamos hablar a ellos —pidió tía tomando del brazo a su esposo.

— Cariño no creo que...

— Serán unos minutos, vamos —al final tío Héctor se rindió y camino con su esposa.

Yo seguía plantada en mi lugar y lo único que podía hacer era mirar al chico delante de mí una y otra vez. No podía ser cierto eso que había dicho mi tío. ¡Los hombres lobos no existían!

— Alana yo...bueno ...es que —se frotó el rostro exasperado—. Ni siquiera se que mierdas decirte, esto no es lo mío.

— Deberías empezar por explicarme qué pasa porque no lo entiendo nada —pedí cuando recuperé la voz. Tenía demasiadas dudas y teníamos que empezar a hablar.

— Hace cuatro noches estaba haciendo una misión para mí manada y acabé herido. Necesitaba un lugar seguro así que vine para aquí —comenzó a contar —. Hace dos años había llegué por accidente y tus tíos fueron muy amables, en ese tiempo también supieron lo que era.

— ¿Por qué estuviste en tu forma de lobo todo el tiempo?

Si no fuera por todo de lo que me estaba enterando me hubiera reído de lo surrealista que había sido esa pregunta.

— Me lastime más cuando traté de salir el día que nos conocimos, hubiera sido un suicidio transformarse —puntualizó y me sentí muy mal por haberlo lastimado.

— Lo siento por eso —murmuré mirando mis pies.

Derek dió un paso hacia mí y se quedó observando mi reacción, pero no me moví por tanto dio otro y otro. Cuando estuvimos lo suficientemente cerca se detuvo y me hizo míralo a los ojos. Un hermoso océano me atrapó y con todo lo que había pasado solo quise que me abrazara y llorar como lo había hecho la noche anterior.

— No tienes que sentirlo, te asusté —aseguró en un tono calmado que me transmitió una inexplicable paz.

— Como no tienes ni idea, ¡pensé que ibas a comerme! —recordé y noté que lo había hecho en voz alta cuando escuché las fuertes carcajadas de Derek.

— Eres tan ocurrente a veces —se burló y juro que me sonrojé de una manera que no lo había hecho antes.

¡Yo le había contado mi vida pensado que era un animal que no comprendía!, Pensaba en voz alta cuando estaba con él porque no me daba miedo ser juzgada.

— ¿Si ya vuelves a tu forma humana es porque estás mejor? — quise saber y Derek asintió.

— Está noche pensaba volver con mí manada luego de que vinieras a darme de comer —informó y sentí una horrible presión en mi pecho, no quería que se fuera.

Aún siendo un lobo nos estábamos haciendo amigos... o por mi parte así lo había sentido.

— Entiendo —asentí con tristeza y giré mi rostro para mirar lo que fuera, menos al chico que tenía delante.

—No puedo irme hoy—casi me rompo el cuello por la velocidad con la que volví a mirarlo — Es noche de Luna roja y para los lobos son las noches más peligrosas del año.

— ¿Por que lo dices? —pregunté un poco asustada.

— Nos acelera, aumenta nuestras emociones demasiado y si no se tiene cuidado es mortal, nuestro corazón no soporta tanto —explicó y mis ojos casi se salen.

—¿Que podemos hacer?

— Héctor va a quedarse conmigo toda la noche para controlarme en caso de que yo mismo no lo consiguiera.

— Quiero hacerlo yo —decreté en tono firme.

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