Capítulo 23

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Alana:

— ¿Derek?— lo llaman y cuando voltea por sobre su hombro alcanzo a ver a una chica con dos chicos.

La banda ha terminado su concierto y las personas se dispersan para seguir disfrutando de la noche. 

— Hola chicos —saluda, pero lo noto algo nervioso.

— ¿Este era el tema importante por el que tenías que volver? —cuestiona la chica rubia encarnando una ceja.

— No empieces Milena —advierte Derek apretando los puños.

— ¿Quienes son? —susurro.

— Son mis mejores amigos —me responde y yo asiento.

— ¿Son como tú? —cuestiono.

— Si.

— ¿Ella lo sabe? —bufa la chica sorprendida — ¡¿Se puede saber en qué estás pensando?!

— Miles llévate a tu hermana de aquí, hablaré con ustedes luego — ordena Derek. Miles toma a su hermana del brazo pero ella no se deja.

— ¡No voy a irme a ninguna parte! — declara dando un paso al frente, Derek se planta delante de mi cubriéndose con su cuerpo.

— No te lo estoy pidiendo Milena, es una orden —gruñe el chico a mi lado en un tono que jamás le había escuchado usar.

— Como usted diga, alfa —el sarcasmo en su es notable.

Milena se da la vuelta y su hermano sale detrás de ella. El chico pelirrojo que los acompañaba se acerca a nosotros con expresión preocupada.

— Garrett no me digas que te vas a poner de su parte —le pide Derek llevándose los dedos al puente de la nariz y apretandolo.

— Confío en ti amigo —alza las manos —, pero creo que nos merecemos una explicación.

— Prometo ir en cuanto pueda y explicarles todo — accede Derek.

— Muy bien, nos vemos entonces — Garrett asiente con la cabeza y se marcha tras los demás.

— ¿Vamos a por algo de tomar? — me cuestiona D luego de soltar un suspiro.

— Claro — asiento casi en automático.

Él une nuestras manos y me guía hasta una cafetería que sigue abierta por las fiestas. El contraste de la noche fría con el interior cálido me despierta de mis cavilaciones. Ocupamos un rincón al fondo, aunque el lugar está casi vacío, todos están fuera recorriendo las calles.

— Creo que no le agrado a tus amigos — comento con una mueca.

— No es eso — el niega con la cabeza despacio — A Milena no le agradan del todo los humanos, dice que son seres inferiores.

— ¿Los demás no piensan así? —la preocupación se filtra en mi voz. No me gustaría que peleara con sus amigos por mi causa.

— Por supuesto que no — un pequeña sonrisa se filtra en su rostro — Creo que no les gustó que mintiera sobre mi motivo para volver — se encoje de hombros.

— Creo que están en todo su derecho — señalo y la camarera aparece con nuestras bebidas.

— No lo niego, pero mi padre pensó que era mejor así —confiesa— Yo aún no se como me permitió volver, no iba a contradecirlo.

— Ahora me siento culpable — digo frunciendo el ceño un poco. Imaginé que estar aquí le traería problemas pero ahora soy plenamente consiente de ellos.

— No digas eso tonta, yo quiero estar aquí contigo —con su mano despeina mi cabello y yo entrecierro los ojos en su dirección mientras lo acomodo con los dedos.

— Todavía no entiendo cómo no te cansas de mi — murmuro mirando al exterior, pretendo que suene como una broma pero el sentimiento amargo se cuela en mi voz.

Mis padres se cansaron de mi y me mandaron lejos, mi novio me engañó con una de mis amigas ¿Que haría que él no se alejara también? De pronto nuestro beso de hace unos minutos inunda mi cabeza y siento mis mejillas calentarse. No lo recordaba.

— Te haz sonrojado — comenta burlón y se que lo hace para cambiar de tema, cosa que agradezco — ¿Que pensabas?

— Nada — me obligo a mirarlo, mala idea, su mirada juguetona me recibe advirtiéndome que esto no será tan sencillo.

— ¿Por casualidad no pensarás en el beso que nos hemos dado hace rato? — pregunta en tono inocente y casi me atraganto con mi bebida.

¡¿Cómo se le ocurre soltarlo de esa forma?!

— No, para nada, ni siquiera lo recordaba — me apresuro a aclarar pero creo que acabo de delatarme ya que comienza a reír.

— No tienes porque avergonzarte, es algo que la gente suele hacer en las citas — se encoje de hombros y juro que si estuviera bebiendo en este momento me hubiera atragantado de verdad. 

Se dejar caer contra el respaldo de la silla y me dedica una mirada divertida. Se me antoja echarle el batido a la cara pero me aguanto.

— Estás más insoportable que de costumbre, ¿que bicho te ha picado? — lo recorro con la mirada como si buscara lo que está mal.

— ¡Oye! — exclama lanzando la servilleta a mi rostro. Es mi turno de reírme por haberlo molestado.

— ¿Volvemos fuera o que? — cuestiono.

— Si, vamos.

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