Epílogo

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Alana:

7 años después.

Salgo al jardín de la casa y observo todo a mi alrededor, los árboles se mueven con suavidad por el viento de la mañana. Haberme mudado aquí fue lo mejor que puedo pasarme, después de aquellas vacaciones con mis tíos hace 7 años descubrí que me gustaba mucho este ambiente. El trabajo queda algo lejos, pero vale la pena.

Siento un movimiento detrás de mí y antes de poder voltearme Derek me rodea con sus brazos y me estrecha contra sí.

— Estás preciosa hoy— murmura apoyando él mentón sobre mi hombro y el suave susurro de sus palabras me estremece.

— Me lo dices todos los días — replico.

— Estás preciosa todos los días — sentencia haciéndome reír.

— Me demoré un poco, lo siento — me dice.

— No te preocupes, aún no he terminado el almuerzo.

— Lo sé, puedo olerlo... se te está quemando — avisa, me giro a verlo con los ojos abiertos de par en par.

— ¿Por qué no me habías dicho antes? — le chillo y salgo corriendo en dirección a la cocina.

Cuando llego veo el humo saliendo y me apresuro a apagar el fuego, cuando reviso la comida efectivamente se ha chamuscado un poco.

— Te odio — le digo cuando aparece en la puerta de la cocina.

Entonces lo veo, con ese pelo alborotado por el viento, los pies descalzos como cada vez que está por casa y esa sonrisa de burla que le llega a los ojos azules. Esos ojos que me atrapan cada vez que los veo y por eso tanto él, como yo, sabemos que mis palabras son mentira.

Se me acerca despacio y cuando está justo frente a mi me toma de las mejillas y me besa a pesar de mis protestas.

— Sigues estando preciosa cuando te enfadas.

— No es justo que nada me salga bien — me quejo.

— No te preocupes cariño para eso estoy yo — me guiña un ojo y vuelve a besarme antes de que proteste—. He traído comida del restaurante, ya que sabía que iba a tardar más de lo previsto.

— ¿Todo en orden?

— Solo un aviso de una inspección de rutina, el dueño me pidió que verificara antes que todo estaba perfecto. No se porqué pero piensa que tengo una habilidad mágica para saber cuándo algo va mal en la cocina.

— Será porque si tienes una habilidad mágica — entrecierro los ojos en su dirección y D se encoje de hombros.

Siete años juntos y aún conserva muchos gestos de cuando era más joven.

— ¿Que quieres hacer esta noche? — pregunta cambiando de tema.

— El año pasado no salió muy bien lo que planeamos — le digo.

— Prometo mantener las manos lejos de ti tanto como me sea posible.

— Osea los primeros 3 minutos — replico sonriendo.

— Que bien que te tomes a broma las lunas rojas, me podría morir y tú te ríes a mi costa.

— Es que me lo pones muy difícil.

— Is qui mi li pinis mi difícil.

— Todo un hombre maduro, que no se note que estos días te cambian el humor.

— Me amas igual

— Claro que lo hago.

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