Capítulo 14

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Derek:

Despertamos ya en la tarde, como lo había previsto no fue hasta casi las cinco de la mañana que pudimos dormir. Por mi parte caí rendido en la cama de Alana. La energía extra que había estado sintiendo bajo dejándome un fuerte cansancio.

Mientras almorzábamos la chica estuvo muy callada y me pareció bastante raro pero en ese momento no quise preguntar. Decidí seguirla cuando volvió a su habitación, por suerte sus tíos no estaban en la casa y nos habían dejado una nota junto a la comida diciendo que tenían algunas cosas atrasadas en la granja. Me preguntaba si estaba así de rara porque nos habíamos besado, rezaba por equivocarme. Yo lo había disfrutado y no solo por la condición en la que me encontraba en ese momento.

Dudé antes de tocar la puerta, no estaba muy seguro de que iba a decirle. Solo sabía que no me iría hasta que todo estuviera bien entre nosotros.

— ¿Estás bien? —pregunté una vez estuve dentro de su habitación.

Alana descansaba sobre su estómago, pero sabía que estaba despierta porque me había dicho que podía pasar segundos antes.
 
Lentamente se reincorporo hasta estar sentada y me hizo una seña para que me sentara a su lado. Dudé un poco antes de hacerlo, Alana mantenía su vista en el suelo y su pelo cubría su rostro. Sus hombros algo caídos me indicaban que algo no iba bien con ella y eso me preocupo.

— Mmm… esto... ¿tu..?  —no tenía idea de que decirle así que respiré y me fui por lo más sencillo — ¿Hice algo que te molestara? 

Negó suavemente con la cabeza. Vale no era mi culpa, eso debería ser algo bueno.

— Puedes decirme que te tiene tan callada esta mañana —pedí luego de unos segundos. Volvió a negar con la cabeza y comencé a exasperarme.

Joder esto de hablar solo era cosa de ella, yo apenas podía mantener una conversación fluida con otras personas

— No quiero irme sabiendo que estas mal —confesé y ella giró a verme de repente. Sus ojos estaban muy rojos y aun tenía las mejillas húmedas — Cuéntame que pasa— pasé mi pulgar por una de sus mejillas para borrar el rastro de lágrimas en esta.

— David me mando un montón de mensajes asegurando que no es lo que parece y que él me ama, las chicas también me han estado escribiendo — joder con el imbécil, es que no la ha cagado lo suficiente —. Me doy cuenta que mi chico me ha engañado con la que creía una de mis mejores amigas y duele, sobre todo porque ahora me siento sola.

— Pero no lo estás — aseguré y la envolví entre mis brazos cuando vi sus mejillas mojarse de nuevo.

Quizás no habíamos empezado de la mejor manera, pero en esos días descubrí que Alana era una chica muy alegre, dulce y hasta un poco inocente. Había desarrollado un deseo de protegerla que no alcanzaba a comprender aun, solo sabía que mientras yo pudiera evitarlo nada le haría daño.

— D soy una ego- egoísta por decirlo, pero no quiero…qu-que te vayas —aseguró entre sollozos y mi corazón se apretó al verla de esa forma.

La estreché con un poco más de fuerza contra mí, no quería irme. Tan rápido como me di cuenta de eso murmure sin pensarlo.

— Voy a volver mañana en la noche.

Se alejó de mí con el ceño fruncido y sonreí porque su cara era chistosa.

— ¿Bromeas cierto?

— No.

— Derek no puedes hacer eso.

— Pero voy a hacerlo —me encogí de hombros. Sus ojos se abrieron con sorpresa ante mis palabras.

— Tu manada y tu… eres un lobo y no…

— También soy un chico — puntualicé —. Además de tu amigo.

— No puedo dejar que hagas algo así por mí.

— Quiero hacerlo y lo tengo decidido, por tanto no intentes impedirlo —pedí con voz firme.

Resopló dándose por vencida y mascullo algo que no llegué a entenderle, pero conociéndola me había insultado.

— No me gusta decirte esto, pero debo irme si quiero estar de vuelta mañana, porque aunque me gustaría quedarme debo avisarles a todos que estoy bien —dicho esto me puse de pie y le guiñe un ojo antes de salir por la puerta.

Bajé las escaleras y salí de la casa en dirección al bosque. Cuando pasé frente a su habitación ella estaba mirándome desde la ventana.

— ¡Voy a estar de vueltas antes de que lo notes! —grité y corrí hacia la puerta por donde había entrado cinco noches atrás. 

Era hora de volver a casa.

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