XXXI: El fragor de la guerra

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Brianna


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Soy la primera en despertar, lavo mi rostro en la palangana y dejo un beso en la mejilla de Daeron «que aún duerme» para salir después de haberme vestido. Los peones preparan el desayuno en medio de varias fogatas y grandes calderas. Mis ojos encuentran a quién estoy buscando y me acerco a él para palmear su hombro, captando su atención.

—Mi reina —me saluda haciendo una reverencia—. Buen día.

—Buen día, Raimond. ¿Cómo te sientes?

—En perfectas condiciones, Majestad.

—¿Practicamos un rato?

—Claro que sí, mi reina.

La ansiedad me está consumiendo, por eso necesito moverme o en su defecto voy a explotar. Caminamos hacia una zona libre, desenvaino mi nueva espada «Goldfire», así la he bautizado, la hoja reluciente y afilada brilla ante la luz del sol, es hermosa. Admiro la empuñadura de dragón que la embellece aún más, Daeron sí que sabe sorprender con sus obsequios.

Comienzo a entrenar con Raimond, quien me recuerda porqué es el Alférez Mayor de mis ejércitos, es de los mejores espadachines que han existido en los últimos tiempos, me da la pelea sin querer vencerme como tal, a mi mente se vienen imágenes de la batalla que aún no se da, cierro los ojos por un segundo, pero en lugar de borrarse se hace más viva la escena. Me detengo de forma abrupta, casi recibiendo un golpe de Raimond pero él me esquiva con precisión para no lastimarme.

—Majestad —deja caer su espada y se acerca, preocupado—. ¿Se encuentra bien?

—Si —intento dispersar esos pensamientos de mi mente—. Solo me desenfoqué por un momento.

Continuamos con el hábil choque de espadas incesante por un rato más, cuando comienzo a marearme por el hambre. El desayuno está listo, así que vamos hasta el lugar donde lo están sirviendo.

—Mala idea entrenar sin haber comido —me río mientras camino al costado de Raimond—. Muero de hambre.

—Me pasa lo mismo. —También ríe, toma uno de los tazones para entregármelo y coge otro para él también.

Nos sentamos en troncos y comenzamos a comer. Diviso a Daeron saliendo de la carpa y acercándose para tomar su desayuno también. Se sienta junto a Uther, con quién comienza a conversar mientras cruzamos furtivas miradas disimuladas.

No puedo creer que me haya dicho que quiere oficializar nuestra relación.

Después de desayunar, dejo el tazón sobre la mesa y le pregunto a uno de los soldados donde se encuentra el río o lago más cercano. Necesito un baño, pues el entrenamiento me dejó sudorosa.

—¿Darás un paseo? —escucho su voz y un cosquilleo se toma mi estómago.

—Iré a darme un baño. —Sonrío con picardía.

—Mmm, me parece que necesitarías ayuda.

—¿Tú crees? —me detengo para verlo a los ojos y enrollar mis brazos en su torso musculado.

Se acerca a mi oído y susurra con el tono más seductor que tiene.

—Estoy seguro preciosa.

—¡Rey Daeron! —lo llaman y yo chasqueo la lengua mientras blanqueo los ojos por la interrupción. Es uno de los soldados de Aragón—. Necesitamos su ayuda con la preparación de una organización de nuestros hombres.

—¿Es urgente? —arquea una ceja—. ¿Soy imprescindible?

—Me temo que sí, no tenemos más rey que usted. —el hombre se rasca ligeramente la sien y Daeron resopla exasperado.

Kingdom: Fire will Reign [Fire I] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora