V -Allagés (αλλαγές) (I)

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A Hoseok se le agotaban los días para tomar una decisión de una manera aterradora. Por eso, cuando tan solo quedaban dos días para que su abuelo tomara el vuelo y él aún no había iniciado la conversación, el señor Song esperó a que llegase esa noche para hablar con él.

Ese fin de semana no tenía que ir a trabajar para poder organizar todo lo que necesitase para el viaje pero lo más importante aún no lo sabía, así que, armándose de paciencia, se sentó junto a Hoseok cuando este llegó para comenzar a cenar en familia, tal vez, una de las últimas veces, por el momento.

-Hijo. -Hoseok se estremeció ante el tono delicado que utilizó para llamarlo porque sabía lo que eso significaba y, sinceramente, no se veía preparado para ello, por eso, cerró los ojos con fuerza, dejando los palillos a una prudente distancia de su boca y respirando profundamente antes de volverlos a dejar en su sitio. -Sé que no te sientes preparado pero... Debo partir en dos días y necesito tu respuesta.

-Pero, yo...

-Sé que es difícil y sé que es injusto que te haga decidir pero no podría obligarte a hacer algo que no estés dispuesto a hacer. -Respondió con cariño.

Sus facciones aún eran muy joviales gracias a su continua sonrisa diaria y a su actitud risueña, alegre y cercana.

A pesar de tener tan solo cuarenta años cuando lo encontró, siempre le pidió que le dijera abuelo, no papá.

El señor Song tuvo una hija con tan solo dieciocho años y, a su vez, esta tuvo un precioso bebé con veinte. Por desgracia, ella murió en el parto y el bebé tuvo que estar en una incubadora durante varios meses.
Al final, ninguno de los dos sobrevivió y, en contra de lo que todo el mundo pensaría, cuando se encontró a aquellos dos críos, solos y llorando, en vez de ver la peor parte, solo pudo pensar en la segunda oportunidad que le acababan de dar los Dioses.

Ahora podría cuidar de ellos como no pudo cuidar de su hija y de su nieta. Y sabía que, allí dónde estuvieran, ambas estarían orgullosas de él por seguir adelante.

Ahora que, con cincuenta y siete años solamente, su cabello comenzaba a mostrar algunas canas, su única preocupación era dejar a su nieto solo y que este sintiera que lo había abandonado como alguna vez lo hicieron.

-¿No hay otra forma? -Preguntó Hoseok con sus ojos cayendo sobre el parquet.

-Si realmente te va a hacer mal, renunciaré a ese puesto, hijo.

-¡No! Eso no es lo que deseo pero yo...

-Tampoco deseas mudarte ahora que tienes una gran cantidad de amigos. ¿Tal vez haya alguien más especial? -Curioso, su abuelo estrechó la mirada para adivinar si había alguien más detrás de su indecisa decisión.

-¿Qué? ¡Claro que no! -Se sonrojó y negó con fuerza, sabiendo de antemano las extrañas bromas que acostumbraba a hacer.

El señor Song se rio por su rubor y revolvió su pelo con cariño.

-Sé que echaste mucho de menos a Jimin cuando tuvo que marcharse. -Comenzó de nuevo seriamente. -Y también sé que sabes lo mal que lo pasó él lejos de ti en esa época. -Así que, ya supuse que tu decisión no sería venir a Gwangju conmigo, por eso... -Rebuscó en un cajón del mueble frente la mesa sin necesidad de levantarse y sacó una carpeta. -Preparé todos los papeles que, posiblemente, algún día necesites y... Ven, acompáñame.

-Pero... ¡Estamos cenando!

-¡Calla y acompáñame!

Sin rechistar, se levantó y acompañó a su abuelo hasta la salida de la casa.
Caminaron hasta su garaje y vio el coche de su abuelo aparcado fuera.

Del  Ἔρως al ἀγάπη ~Jikookmin~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora